La hora de los halcones

Columna
La Opinión de Málaga, 17.06.2019
Jorge Dezcállar de Mazarredo, Embajador de España

No los necesitamos pero ellos se imponen. Siempre los ha habido a lo largo de la Historia y cuando se salen con la suya lo acabamos pagando todos. Lo fueron Napoleón y Hitler que envolvieron a Europa en llamas y lo fue George W. Bush cuando se embarcó en el gran desastre de Irak. Con frecuencia ocurre que los que rodean a los líderes son más halcones que ellos (vean la película Vice) y eso es lo que ocurre ahora en los Estados Unidos, donde el propio Donald Trump se ve desbordado por el círculo de personas que le rodea. Al principio de su mandato había asesores como el general Kelly, jefe de gabinete, el consejero de Seguridad Nacional, general McMaster, el ministro de Defensa Mattis o el mismo secretario de Estado Tillerson que le controlaban hasta cierto punto y evitaban los excesos a los que es propicio el actual inquilino de la Casa Blanca.

Se decía que eran los «adultos en la habitación». Pero ya no están, se han ido o han sido despedidos y el presidente se ha rodeado de gentes que no se atreven a llevarle la contraria o, peor aún, que excitan sus instintos más belicosos en el plano comercial como hace Peter Navarro con Cuba, o en el plano político donde reinan halcones de la talla de Mike Pompeo al frente de la secretaría de Estado o John Bolton como consejero de Seguridad Nacional. Ambos parecen decididos a imponer por la fuerza lo que perciben como intereses de los Estados Unidos de América en Venezuela, en Corea del Norte o en Irán. Y si para ello tienen que cambiar décadas de política exterior norteamericana o tratar como enemigos a los aliados pues se hace. Sin remordimientos. A su lado el presidente parece un moderado.

Es ese equipo el que nos lleva desde un mundo multilateral a un mundo multipolar en el que las organizaciones internacionales pierden fuerza, los tratados internacionales no se respetan, no hay instrumentos fuertes a los que recurrir para resolver conflictos, prima el interés nacional, se impone la ley del más fuerte, el pez grande se come al chico y se desemboca en un escenario de suma cero caracterizado por el proteccionismo económico y las guerras comerciales como la que ya ruge entre China y los EE UU, ampliada ahora a las redes 5G, que hacen estragos en el crecimiento y en el comercio globales.

De Trump y sus halcones es la responsabilidad última del abandono de los tratados comerciales internacionales en las áreas de Norteamérica, del Asia-Pacífico o del Atlántico Norte, y también cabe atribuirles decisiones que contradicen la política norteamericana tradicional en Oriente Medio, como son el traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén o el reconocimiento de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán.

Son ellos los que aconsejan la retirada del tratado INF sobre misiles de alcance medio en Europa (con cierta razón en este caso), y son ellos los que critican a la OTAN, sacan a su país del Acuerdo de París sobre Cambio Climático o impiden que la Cumbre del Ártico se ocupe del asunto, los mismos que han desempolvado la ley Helms-Burton de 1996 que ningún presidente anterior se había atrevido a aplicar y que permite las demandas contra inversiones en Cuba que afecten a bienes expropiados tras la revolución, los que se despreocupan por los derechos humanos en el mundo (caso Khashoggi), los que animan a los líderes autoritarios que comienzan a proliferar de manera preocupante (Turquía, Polonia, Hungría, Filipinas, Brasil...), los que se oponen a la inmigración, los que amenazan a la incipiente política europea de armamento, los que animan al Brexit (que Trump apoya con entusiasmo) y los que se enfrascan en peleas digitales sobre las redes 5G que amenazan con acabar con la interoperabilidad de internet. Son ellos los que nos pueden llevar a un conflicto con Venezuela ("todas las opciones están sobre la mesa"), con Corea del Norte, o especialmente con Irán tras retirarse unilateralmente los EE UU del Acuerdo Nuclear de 2015 a pesar de que la ONU dice que Teherán cumple con sus compromisos y aunque preocupe legítimamente su política en otros ámbitos. Las sanciones y las doce condiciones impuestas por Pompeo a Irán hacen pensar más en un deseo de cambiar el régimen que otra cosa. De momento perjudican a los moderados y refuerzan a los halcones que pueden estar o no detrás de incidentes que han afectado a buques en el estrecho de Ormuz porque aquí sobra desinformación y un error o un mal cálculo nos puede llevar a una guerra. Por eso hizo bien el gobierno en retirar del despliegue aeronaval norteamericano en el Golfo Pérsico a la fragata española Méndez Núñez, aunque haya errado al no prevenir a los norteamericanos por las vías diplomáticas de rigor al tratarse de un asunto que desborda sus evidentes implicaciones militares. No es la primera vez, pues lo mismo ocurrió con la retirada de nuestras fuerzas de Irak cuando Rodríguez Zapatero ganó las elecciones o cuando la ministra Chacón retiró a nuestros militares de Kosovo. Todas son decisiones soberanas plenamente justificadas pero mal ejecutadas. No aprendemos.

Hoy los Estados Unidos han dejado de tener política exterior predecible para funcionar a base de las ocurrencias de su presidente (como se ha visto durante su última visita a Londres) y de las sugerencias de los halcones que le rodean, algo que desconcierta por igual a amigos y a enemigos y que nos pone en peligro a todos al mismo tiempo.

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