Columna Infobae, 10.04.2018 Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE argentino
El papa Francisco ha puesto otra vez la atención en la grave situación que enfrenta Venezuela. El mensaje de Pascua fue categórico al reafirmar la necesidad urgente de una solución política y humanitaria. También el regreso a un diálogo sereno. Las menciones del Sumo Pontífice, en la estrategia vaticana de que sea el episcopado venezolano el que emprenda la lucha directa contra el autoritarismo, ponen de manifiesto el estancamiento de cualquier solución negociada a corto plazo con participación de la Iglesia.
Los prelados venezolanos, que cuentan con dos cardenales en ejercicio, se han convertido en blanco sistemático de ataques gubernamentales ante la insistencia, entre otras cuestiones, de que el régimen cancele la farsa electoral para las elecciones presidenciales, respete los derechos humanos y adopte medidas destinadas a aliviar la grave crisis de abastecimiento y medicinas. También han pedido por la liberación de los presos políticos.
La Iglesia venezolana es hoy la institución que ejerce la arremetida más contundente contra el régimen de Nicolás Maduro. También es la que cuenta, según Latinobarómetro, con el 70% de la confianza de la población. A diferencia de lo que ocurre en otros países de la región, la Iglesia venezolana no está históricamente identificada con las clases altas, lo que despertó en los primeros tiempos del chavismo cierta ambigüedad y un cuidado especial para evitar enfrentamientos. La situación ha cambiado de manera notoria desde que asumió Nicolás Maduro, en particular Roma se ha sentido estafada en las negociaciones que participó intentando establecer un diálogo con la oposición.
La Conferencia Episcopal de Venezuela ha señalado que el chavismo promueve un sistema de gobierno de corte totalitario. Considera inconstitucional e ilegítima la Asamblea Constituyente y ha destacado que la llamada ley contra el odio y la intolerancia está concebida para criminalizar a todo aquel que cauce malestar al gobierno y a sus postulados. Asimismo, en los últimos dos meses ha difundido importantes mensajes pastorales que incluyen críticas severas a las fuerzas militares que dieron muerte al piloto Oscar Pérez.
El 14 de enero, en otro ejemplo, monseñor Basabe aludió a la peste de la corrupción política que ha conducido a Venezuela a la ruina moral, económica y social. Recientemente, el cardenal Jorge Urosa Savino, arzobispo de Caracas, ha exhortado a los sacerdotes a leer en todas las misas una homilía en la que se señale la necesidad de erradicar la dictadura por la vía pacífica y democrática.
Estas acciones promovidas por la Iglesia, que cuentan claramente con la bendición papal, guardan reminiscencias con la carta pastoral de 1957 del cardenal Ario Blanco, que fue el principio del fin de la dictadura de Pérez Jiménez. En momentos en que los sectores democráticos tienen dificultades para encontrar acuerdos básicos para establecer la unidad de la acción política, el episcopado venezolano juega hoy un papel central.
Es probable que, como en la década de los cincuenta, el episcopado sea clave en la transición para la construcción de una Venezuela democrática. Las jornadas de oración por la paz y el entendimiento tienen una convocatoria de fieles cada día más impresionante tanto en número como por la avidez que despiertan los mensajes pastorales.
En estas circunstancias la Iglesia venezolana, que sufre el acoso del régimen, merece reconocimiento y todo el apoyo de la comunidad internacional.