La modernización impostergable

Columna
El Líbero, 12.11.2017
Eduardo Rodríguez G., abogado, embajador (r) y director de la Fundación del Pacífico

Durante los últimos meses diversas publicaciones -editoriales, columnas de opinión, artículos, cartas- se han referido a la política exterior de nuestro país, analizando su importancia y la necesidad imprescindible de modernizar la Cancillería.

En efecto, el actual marco institucional del Ministerio de Relaciones Exteriores data de 1978, año en que se decidió realizar una renovación administrativa. Desde entonces y tras el retorno de la democracia, se han presentado 16 proyectos de modernización -sin lograr éxito-, los cuales han pretendido hacer frente a una estructura orgánica y funcional excesivamente jerarquizada, rígida e insuficiente para enfrentar los constantes cambios y desafíos de la dinámica internacional.

A lo largo de las últimas décadas se han realizado esfuerzos conscientes por las respectivas autoridades del gobierno de turno para recalcar que la política internacional es de Estado y no de gobierno.

No obstante, y aunque no es el objeto de este artículo analizar las causas, todas las iniciativas por una u otra razón han fracasado. Pero con un razonable optimismo esperamos que el último proyecto sobre la modernización del aludido Ministerio –indicaciones del 14 de septiembre del año en curso-, actualmente en tramitación legislativa en el Senado, termine exitosamente, y de esta manera tener una Cancillería acorde con el mundo globalizado y tecnológicamente de punta.

Sólo así tendremos la herramienta institucional adecuada para incrementar las transacciones comerciales y financieras tan significativas para el crecimiento y desarrollo del país: exportaciones, importaciones y servicios, que representan una proporción determinante del producto interno bruto. Debemos estar conscientes de que Chile es una de las economías más abiertas del mundo y su comercio exterior, bajo una conducción moderna y ágil, nos ayudará a consolidarnos como una nación de crecimiento sostenido y desarrollado.

Dentro de este contexto, y en la línea de lo planteado a El Mercurio por el presidente del Comité Interempresarial Chileno Japonés, Juan Eduardo Errazuriz, comparto la necesidad de “organizar nuestro comercio exterior” y analizar la factibilidad de crear una nueva figura, que podría ser un Viceministro de Relaciones Económicas Internacionales, que coordine y dirija todos los esfuerzos que actualmente realiza el país para lograr los objetivos deseados.

Esta iniciativa surge del proceso de organización de la Misión Empresarial que viajó a Tokio para celebrar los 120 años de relaciones diplomáticas. Describe con lucidez, en su artículo, el grave problema que afecta a la institucionalidad de nuestras relaciones económicas internacionales. Textualmente señala: “El tiempo y energía destinados a explicar presentar y coordinar esta agenda con cada una de las instituciones estatales relacionadas con el comercio internacional y sector privado fueron probablemente mayores que los invertidos en la gira propiamente tal. Es indispensable una cabeza que coordine las distintas entidades, que tenga una visión global del comercio internacional y que opere como director de orquesta”.

La causa de este fenómeno, histórico por lo demás, es la gran cantidad de organizaciones que tienen competencia en el área de las relaciones económicas internacionales y que dependen jerárquicamente de distintas instituciones del Estado, las cuales, como se ha señalado, no tiene una adecuada coordinación entre ellas y el sector privado.

A título de ejemplo: Pro Chile, la Dirección de Relaciones Económicas Internacionales, la Fundación Imagen Chile y los agregados comerciales dependen de la Cancillería; pero Invest Chile depende del Ministerio de Economía; y una nueva institución, Chile Mundo Servicios, depende de Hacienda. Todas estas agencias, y otras, hacen un buen trabajo profesional, pero carecen de la ya indicada coordinación.

En efecto, es positivo que la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado haya determinado crear una nueva Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales y que ambos subsecretarios, en el desempeño de sus funciones en el extranjero, tengan el rango de viceministros, que es la nomenclatura utilizada en la institucionalidad internacional.

En esta línea argumental, una especial mención merecen los tratados comerciales suscritos por Chile (26 de ellos, con 64 países), que sin duda constituyen el mayor éxito de una política de Estado en el ámbito de las relaciones económicas internacionales en las últimas décadas. No obstante, podríamos aprovechar mejor esta especialísima condición de ser signatarios de los aludidos instrumentos económicos internacionales, que nos insertan en el inmenso mercado mundial.

Por último, una adecuada utilización de los citados instrumentos nos permitiría explotar su enorme potencial económico, incrementando las exportaciones, captando inversiones y convirtiendo a Chile, finalmente, en un país de servicios hacía el Asia Pacífico y en plataforma comercial y financiera de nuestros vecinos regionales.

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