La prueba ácida del Premier Del Solar

Columna
El Montonero, 14.03.2019
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano
Se necesita la voz de un político que inspire confianza

Aunque el ex Premier Villanueva haya sido la antítesis de un buen comunicador y Del Solar sea todo lo contrario, la verdad es que embellecer las malas noticias, exagerar las buenas o —peor— inventar logros de gobierno, configuran las censurables formas de demagogia con que los políticos nos engañan para hacerse del poder  y mantenerlo.  El nuevo Primer Ministro es un excelente actor y, por tanto, tendría las condiciones profesionales para brillar en ese rol.  Pero confiamos en que es una persona correcta e inteligente que no se prestará a lo que bien podría necesitar un gobierno que se resiste a tomar las decisiones que, supone, restarían popularidad al Presidente de la República. Me refiero a decisiones tan importantes como las que requiere un combate eficaz y persistente contra la informalidad, que no es otra cosa que el fracaso del Estado.

En un artículo reciente y didáctico, Elmer Cuba (*) condensa un diagnóstico preciso del problema en sus componentes económico, laboral y legal.  Es claro que si no se le ataca en esos frentes nunca liberaremos el enorme potencial de desarrollo nacional que la creciente informalidad asfixia.

De ahí los numerosos estudios que el fenómeno ha generado en las últimas décadas.  Algunos de ellos deben haber servido para formular el Plan de Gobierno y la oferta electoral de Peruanos por el Kambio, que el entonces vicepresidente Vizcarra contribuyó a elaborar para la campaña que los llevó al poder.  Del Solar se estrenó en política como ministro del primer gabinete de PPK.  Los dos deben recordar, por tanto, que el combate a la informalidad fue uno de sus principales compromisos con los peruanos (si lo hubieran olvidado,  solo tienen que releer las páginas 7 y 8 de su Plan de Gobierno, que quedó tristemente en el camino).

La corrupción de Lava Jato, que provocó la renuncia de Kuczynski, la asunción de Vizcarra y su sonora política para enfrentarla no justifican el abandono de la lucha contra la informalidad, que minimiza nuestro crecimiento económico, espanta las inversiones y agudiza todas las enfermedades sociales asociadas a la pobreza en campos como salud, educación, seguridad, infraestructura y, por cierto, justicia. Lo trágico es que las curas contra el mal son conocidas, pero el gobierno no se atreve a aplicarlas porque, absurdamente, las considera políticamente “costosas” para la popularidad presidencial (como es evidente en el sector laboral).

La inercia que produce este temor de raigambre populista se agrava por una de las consecuencias más destructivas de la informalidad: una mayoría de peruanos ignora al Estado, es refractaria a sus normas e indiferente a la política que practica una minoría (gobierno, partidos, movimientos, medios y analistas) que actúa sin percatarse del sentir de las tres cuartas partes de la población nacional que trabaja y comercia fuera del sistema legal. Una situación tan anómala plantea varias y preocupantes presunciones: 1) que esa mayoría informal defendería su modo de vida de su enemigo más evidente y poderoso: el Estado; 2) que no le interesa el nombre ni la representatividad de las autoridades; y 3) que las encuestas de opinión (que determinan las decisiones e indecisiones del gobierno, la remoción y designación de ministros, las candidaturas presidenciales y las campañas electorales) no tienen una base sólida en el Perú real.

Políticas inteligentes para combatir la informalidad y promover la inversión privada a fin de multiplicar el trabajo formal, y para sostener el crecimiento económico y el desarrollo social, son los desafíos más importantes a la capacidad de comunicación del nuevo Premier. El escepticismo que nace de la sensación de frustración y estancamiento que nos invade reclama con urgencia la voz articulada de un político que inspire confianza, que explique y persuada a la mayoría de las políticas sanas y razonables que necesitamos para progresar.

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