La relación con Brasil y el interés nacional

Columna
El Montonero, 16.11.2018
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano
Cooperación para crear focos de integración

Las convulsiones políticas que nos sacuden en el Perú son menores si se las compara con las que el Brasil viene sufriendo desde la destitución de Dilma Rousseff, el interinato del Presidente Temer y el terremoto electoral de Bolsonaro. El telón de fondo ha sido la recesión económica y la incertidumbre que vive nuestro gran vecino. Son más de dos años en que Sudamérica habita en el paréntesis marcado por la presencia atenuada del Estado más gravitante y la expectativa de cambios de gobierno en países determinantes como Chile, Colombia y México.

La renovación de TLC en América del Norte y la relación de EE.UU. con sus vecinos nos dan referencias estables para el análisis interamericano, lo que deja al Brasil como el factor en que se concentran las cavilaciones. Al discurso del fogoso ex capitán y ex diputado Bolsonaro se suma la selección de sus principales colaboradores. Los militares compartirán honores con civiles. Guedes será el factótum de la economía, así como el ex juez Moro lo será en Justicia y Seguridad, y el Embajador Ernesto Fraga Araújo en política exterior. Su anunciada designación a Itamaraty obedece a la recomendación de los generales retirados que gozan de la confianza del futuro mandatario.

Lo que se viene configurando al otro lado de la Amazonía se dibuja como un aggiornamento  democrático inspirado en el gobierno militar de 1964-1985 que cambió la cara de un país que, entonces, era desastrosamente gobernado por el socialista Joao Goulart. Algo parecido a lo que ocurrió en Chile con el marxista Salvador Allende, brutalmente derrocado por Pinochet. La principal diferencia en esta analogía es que la dictadura brasileña se institucionalizó (la llamaron también V República). Cinco generales se sucedieron en la presidencia, establecieron un partido político (admitiendo uno de oposición regulada), y fueron secundados por ministros civiles competentes que cambiaron la fisonomía de la nación. A diferencia de lo ocurrido en el Perú con el gobierno militar, las FFAA del Brasil son recordadas y respetadas por su buena gestión (independientemente de sus violaciones de derechos humanos).

La pésima relación del gobierno izquierdista de Velasco Alvarado con Brasil, Chile y Bolivia dio un profundo giro cuando el General Morales Bermúdez tomó la presidencia en 1975. La recomposición con Brasilia requirió cirugía mayor. Comenzamos con un encuentro presidencial en dos cañoneras en el río Amazonas para significar la importancia de esa inmensa cuenca hidrográfica que nos une tanto como nos separa. Con un canciller civil (el Embajador José de la Puente) el giro fue tan importante que los gobiernos democráticos posteriores lo profundizaron decididamente.

Bajo la presidencia del General Geisel, el Canciller brasileño, Embajador Azeredo da Silveira, lanzó la iniciativa del Tratado de Cooperación Amazónica en cuya concreción (1978) fuimos actores principales. La idea surgió de la necesidad de afirmar la soberanía de nuestros países sobre un tesoro ambiental amenazado por el interés internacional (el Hudson Institute proponía crear grandes lagos, por ejemplo). Inexplicablemente, el TCA y su secretaría técnica han carecido del dinamismo que reclama un mecanismo concebido para promover la cooperación subregional en un ecosistema tan valioso para combatir el cambio climático y crear focos de integración importantes a través de la navegación y el comercio.

Este activo desperdiciado podría ser una de las anclas de la nueva etapa de nuestra relación con Brasil, en la que debe primar el interés nacional y un sólido pragmatismo en el enfoque. Solo así podremos evitar la contaminación de elementos ideológicos o políticos, siempre dañinos en las relaciones internacionales.

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