La ‘tentación populista’ en Chile (II)

Artículo
OpinionGlobal, 10.10.2015
Benjamín Concha G., Carlos Klammer B., Felipe Du Monceau P., y Juan Salazar S.

En un artículo anterior nos referíamos a las señales del gobierno de la Nueva Mayoría (NM) en cuanto reemplazar el actual modelo de desarrollo chileno (economía social de mercado) por uno de estado benefactor (socialista-populista). Para esta segunda entrega, apuntamos a que este espíritu refundacional en lo interno se manifiesta también en un ideologismo de nuestra política exterior, lo que contraría la tradición diplomática y los intereses nacionales de Chile.

Dos son los aspectos esenciales que nos interesa analizar: el contenido de la política exterior y el manejo de la Cancillería.

1. Una política poco coherente y rígida:

Nuestro país ha procurado en su política externa mantener siempre un equilibrio entre los principios del derecho internacional y el pragmatismo de nuestros intereses nacionales. Somos un país apegado a los tratados y al derecho, pero a la vez realista en la consecución de nuestros objetivos tanto vecinales, regionales como globales. Esa combinación "virtuosa" aparece ahora abandonada por el gobierno de la NM, porque ya no se respetan ni los principios (Ej.: defensa de los derechos humanos y de la democracia en terceros países), ni se aplica el realismo político al momento de sopesar nuestras opciones diplomáticas (Ej.: estrategia frente a la demanda boliviana en la CIJ).

1.1 En materia de principios, para la NM pareciera que la defensa de los derechos humanos se aplica en forma selectiva e ideológica. Pinochet, la junta militar argentina o los regímenes de derecha, en general, serían violadores, pero no el castrismo ni el populismo de Chávez y Maduro. Llama la atención, asimismo, que el abogado comunista Eduardo Contreras M., ex embajador político chileno en Montevideo, sea ahora -a pesar de sus impericias- asesor de la Cancillería en materia de derechos humanos. La opinión de su partido es que no hay que intervenir en los asuntos internos de los países que son ideológicamente afines, a pesar del reconocimiento universal que tienen los mismos. Increíble, pero cierto, Pinochet alegaba lo mismo. Por eso, es vergonzoso que, mientras la opinión pública nacional (ex presidentes y parlamentarios inclusive) clama por una solidaridad más contundente con los presos políticos venezolanos, nuestra Cancillería se limite -tímidamente- a pedir un debido proceso y a un respeto al poder judicial de Venezuela (corrupto por el chavismo). Hace rato que Chile debió haber asumido el liderazgo en la defensa de los derechos humanos y la democracia en el continente.

Otro ejemplo lamentable ocurrió en la visita del canciller chileno a Cuba, donde celebró la apertura de las nuevas relaciones norteamericano-cubanas, pero no se tomó el tiempo para contactar a los disidentes, cosa que han hecho todos sus antecesores que han visitado la isla hasta la fecha.

1.2 En lo referido a intereses nacionales, tampoco se advierte un manejo mucho más acertado. Si se examina la demanda boliviana ante la CIJ, por ejemplo, resulta claro que nuestra postura ha sido excesivamente "legalista" y poco exitosa frente a la "creatividad comunicacional" de Bolivia. La postura jurídica chilena aparece como arrogante, inflexible y desfasada en el tiempo, porque nos hace aparecer como un país intransigente ante nuestro "desvalido" vecino, no contempla un Plan B, ni tiene presente la evolución del derecho internacional. Chile exagera el uso de abogados externos en sus controversias internacionales, descuida los componentes políticos de éstas, y desaprovecha a sus diplomáticos profesionales más avezados.

La falta de una estrategia chilena es -a todas luces- evidente. Solo atinamos a presentar recursos  judiciales y a encerrarnos en el derecho de los tratados en las demandas contenciosas, en circunstancias de que el irredentismo boliviano es una estrategia a largo plazo, que busca el apoyo internacional a su reivindicación marítima y a forzar a Chile a una cesión territorial. Por ello, y más allá de la defensa jurídica, la diplomacia chilena debe ser más proactiva, en orden a convencer a terceros que a Bolivia no le interesa ni la integración vecinal ni la cooperación regional para que ambos países logren el desarrollo. Salvo que se negociase un proyecto de desarrollo conjunto, Chile no le debe nada a Bolivia ni está obligado a cederle territorio.

2. Una Cancillería demasiado politizada y poco profesional:

El otro problema no menor es que nuestro país no sólo requiere de una política exterior adecuada sino también un ministerio de RREE moderno y eficiente. Pero los problemas de la Cancillería chilena son diversos y se remontan desde larga data. En general, se ha postergado la reforma (modernización) de estado chileno y, en particular, el servicio exterior chileno ha estado sometido a un alto grado de politización. Veamos cuáles son las razones:

2.1 Cuando hablamos de profesionalización, aclaremos que no estamos hablando solo de preparar mejor a los funcionarios de carrera (ya son profesionales al ingreso y luego son capacitados en la Academia Diplomática) sino de poner fin a la creciente injerencia política externa que se ejerce sobre el servicio exterior. Durante la dictadura de Pinochet, se militarizaron los altos cargos de la Cancillería y gran parte de las jefaturas de misiones diplomáticas, aplicándose en consecuencia una política fuertemente ideológica propia de la guerra fría. Con el retorno de la democracia, se retomó el tradicional pragmatismo de la diplomacia chilena, pero en materia de nombramientos los sucesivos gobiernos de coalición cayeron en la mala práctica del "cuoteo político", debilitando de paso a la carrera funcionaria. En vista de los cambios políticos radicales del país (Allende-Pinochet-Concertación), los gobiernos de turno desconfiaron de los diplomáticos preexistentes en la Cancillería y prefirieron asesorarse por cuadros políticos afines no profesionales.

2.2 La influencia externa de carácter político-partidista en el ministerio de RREE fue aumentando con los años debido a dos factores fundamentales: uno, fue la "jibarización" del aparato estatal a raíz de las privatizaciones de empresas públicas que puso más presión sobre el gobierno para los nombramientos de embajadores políticos (ex ministros, parlamentarios no reelectos o dirigentes sin ocupación); y dos -como reacción al consiguiente taponamiento de la carrera funcionaria- los diplomáticos han preferido abandonar los intereses corporativos optando por la militancia partidista. Hoy, se pueden distinguir dos grupos de interés predominantes en la Cancillería: los "operadores", un conjunto de académicos del PS y PPD que se han movido entre la docencia y los cargos jerárquicos del ministerio; y los "funcionarios militantes", en su mayoría PPD y DC y que como cualquier clique se han dedicado a copar posiciones claves como embajadas, gabinetes y cargos de la administración del servicio.

2.3 En democracia, la repartija de los nombramientos políticos en los cuadros superiores de la Cancillería y en las embajadas se exacerbaron, sobre todo con los dos mandatos de la presidenta Bachellet, afectando -a la postre- las experiencias de liderazgo que requieren los profesionales y menguando sus capacidades para la toma de decisiones. Para muestra, un botón: en el equipo para la defensa chilena ante la demanda boliviana en La Haya, no hay un solo diplomático de carrera (son todos abogados externos y "operadores").

2.4 La Cancillería es un servicio altamente jerarquizado, poco flexible y donde escasea la delegación de funciones. La toma de decisiones se concentra en la punta de la pirámide y los ministros de RREE, unos más y otros menos, tienden a una gestión demasiado personalista (hasta "clientelista"), porque persiguen objetivos políticos inmediatos y no descansan en el servicio exterior para la formulación de una estrategia de largo plazo. Las razones de consumo interno son evidentes y con claros perjuicios para la continuidad diplomática. Una excepción a esta regla es el peso desmedido que parece haber tomado en la diplomacia chilena actual el PC chileno. De lo contrario, no se entiende el comportamiento de ciertos embajadores, el nombramiento de representantes gremiales, deportistas, y operadores políticos como agregados, el abandono de nuestra política de derechos humanos y de defensa de la democracia, el poco interés por la Alianza del Pacífico, la obsesión por el demacrado Mercosur, y nuestra creciente afinidad con el populismo regional de los Cuba, Venezuela, ALBA y Unasur.

2.5 Para colmo de males, desde hace años que no se le asignan a la Cancillería chilena los recursos suficientes para sea un plus para el desarrollo del país. Sobran funcionarios administrativos (aumento general de contrataciones del sector público), pero faltan diplomáticos, aunque igual todos reciben sueldos muy bajos; más del 50% del presupuesto del ministerio se destina solo a remuneraciones; las embajadas son entidades prácticamente inactivas, porque no cuentan con los mínimos recursos operacionales, el estado chileno no desarrolla una política cultural en el exterior (no hay prioridad ni recursos), etc. Si el ministerio de RREE disponía en 1990 del 0,92% del presupuesto nacional, hoy solo cuenta con el 0,52%, a pesar de que han aumentado las embajadas (Europa Central y África) y las responsabilidades de Chile en el exterior.

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