La Tercera Guerra  Mundial

Columna
OpinionGlobal, 11.06.2017
Isabel Undurraga Matta, historiadora(PUC) y columnista(OG)

Como todo, los  hechos y conceptos no son inamovibles en el devenir de la Historia. Uno de los más trascendentales por las consecuencias que conlleva es el de la guerra. Desde que el hombre aparece sobre la faz  de la tierra no ha dejado de guerrear nunca por las razones más discímiles, aunque sobresale sin duda y por muy lejos, el por motivos religiosos: está en el inicio de prácticamente todos los conflictos, aunque a poco andar van surgiendo otras razones que nada tienen que ver con creencias, plegarias y dioses. Lo primero que hace el ser humano al dejar el nomadismo es construir una defensa en su entorno para aislarse del OTRO: ese otro que puede apoderarse de su territorio, sus cosechas, animales domesticados y todo lo que haya logrado hacer con su inventiva. Y si entre los contendores ha surgido ya alguna creencia religiosa de distinto signo, la cosa se complica notoriamente y va subiendo peligrosamente de tono.

En tiempos remotos, los enfrentamientos comenzaron con los elementos rudimentarios con que se contaba: primero habrá sido el cuerpo a cuerpo, para ir evolucionando con piedras, elementos corto punzantes, aldeas fortificadas con fosos aislantes, sitios prolongados, aceite hirviente lanzado desde las alturas, hasta llegar hoy, a un armamento cada vez más y más sofisticado. Sin duda que la Muralla China (tan turística hoy día) es un excelente ejemplo. Pero todo eso quedó muy atrás en la memoria humana, lo cual se entiende perfectamente ya que los testimonios escritos de esos tiempos son prácticamente inexistentes. Y lo que no queda escrito suele  llevárselo el viento y muchas veces la memoria. Desde Grecia  y Roma en adelante, la cosa cambia y el hombre puede ir apreciando que los enfrentamientos son cada vez más sangrientos, largos, con orígenes diversos y que se van organizando con mayor precisión. Es muy poco lo que se deja al azar. Todo va quedando registrado y uno se asombra de cómo la mente humana va evolucionando: ésta no descansa nunca, a veces para bien, otras para no tanto y muchas, para caer enel mal más abyecto.

Si observamos actualmente un mapamundi, es muy difícil encontrar un lugar en el mundo que no esté enfrentado en una conflagración. El problema que tenemos hoy es que se nos ha ido  quedando en la retina la guerra llamémosla “tradicional”, eso sí con los sucesivos avances técnicos y humanos que mencionamos más arriba: soldados voluntarios primero, caballería, ballestas, arcos, fusiles, armaduras, armamento pesado, cañones, bombas, ejércitos regulares con conscripción obligatoria, sin darle la suficiente y tenebrosa importancia de que actualmente se ha llegado a lo máximo en armamento y hombres calificados que puedan dirigir todo ello. Y lo más grave es que todos los países están tan armados como lo estaban los países europeos antes del estallido de la Primera Guerra Mundial (1914). Obviamente, cada uno en la medida de sus posibilidades sociales y económicas.

El problema surge hoy, con la amenaza cierta de utilizar ese armamento que se sigue produciendo y vendiendo en cantidades exhorbitantes y listo para ser usado. Tenemos casos concretos como es el de Siria, donde el problema lleva ya seis años con el nombre de ”fantasía” de guerra civiles el que se están enfrentando con esas armas los propios sirios entre sí y con otros que nada tienen que ver con dicha nacionalidad.

En este preciso instante, hay un impase gravísimo en el Golfo Pérsico y con pocas vías de solución inmediata. Estemos atentos a ello. Va siendo hora que dejemos bien atrás en la memoria, ejércitos con vistosos uniformes, armas pesadas, trincheras, binoculares, mesas repletas de mapas, etc. Eso ya fue y no volverá nunca más.  Ahora comenzar una guerra es más simple e infinitamente más barata: un vehículo mediano arrolla en la calle a una multitud desprevenida que va a sus ocupaciones, un grupo irrumpe en una sala de conciertos y dispara a matar a cientos de asistentes, un individuo corriente le clava un puñal a uno o más guardias que custodian sitios turísticos. El enemigo ahora no lleva uniforme y su nacionalidad es irrelevante. Sin olvidar con lo que se inició todo esto: en solo unos minutos otro grupo abordo de dos aviones sembró el terror  tumbando rascacielos en la ciudad ícono de Occidente. Se desata el caos total y el miedo ya no es privativo de unos pocos. Atención a esto: no es un problema de números de enemigos. El atacante ahora no lleva uniforme y su nacionalidad es variada. Y mucho menos es un problema de dinero.

¿Dónde está, dónde vive el enemigo? ¿Cuál es la motivación? ¿Cuándo, dónde será el próximo golpe? ¿Quién es el o los cabecillas con los que se pudiera entenderse en forma racional para detener esta locura que tiene el factor sorpresa como lo esencial?

Podrá estimarse que lo aquí expuesto es tan solo una tesis y como tal puede ser discutida, negada, aceptada o desechada. Pero lo positivo de las tesis es que dan para pensarlas y conversarlas. Creo que sin darnos cuenta hasta ahora, estamos entrando en la Tercera Guerra Mundial, la que será diametralmente distinta a las que el mundo ha conocido y sufrido hasta ahora.

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