Las causas reales de las guerras comerciales

Columna
El Tiempo, 20.08.2018
Aurelio Suárez Montoya, analista conómico y columnista colombiano

La razón última de todas las crisis reales sigue siendo la pobreza y el consumo restringido de las masas” (Carlos Marx, ‘El capital’). Las distintas escuelas reconocen los choques económicos, pero difieren en su solución, y las guerras comerciales aparecen como una de ellas, mediante disposiciones mercantiles hostiles, aumentadas desde el ascenso de Trump, pero implantadas desde 2008.

Según Global Trade Alert, entre 2009 y 2018 se han registrado 10.984 medidas contra el comercio, de las cuales 1.513 han sido impuestas por Estados Unidos; 1.986, por los llamados Brics; 527, por Rusia y 279, por China; 2.500 han sido aplicadas por las mayores economías de la Unión Europea y 351, por el Reino Unido. Las más recurrentes han sido las elevadas tarifas a las importaciones, medidas ‘antidumping’ y créditos estales de apoyo. Estas se han aplicado, principalmente, en productos y materias básicas de hierro y acero, metalmecánica y vehículos automotores.

Estas restricciones buscan salvaguardar los mercados internos para impedir el acceso de los competidores, máxime en una globalización cuya demanda se está contrayendo. Veamos. En cuanto a los automotores, mientras que en 2015 las ventas globales fueron de 77,25 millones de unidades, 6 por ciento más que en 2014, para 2018 serán 81 millones, un crecimiento de solo 3 por ciento con respecto al 2017. Igual sucede con los teléfonos celulares: el consumo creciente del 28 por ciento entre 2013 y 2014 cayó al 2,7 por ciento entre 2015 y 2016, a 1.536 millones de unidades frente a 1.495 millones del año anterior.

En otros casos, como la venta de viviendas nuevas en Estados Unidos, los niveles actuales son como los de la década de los noventa del siglo pasado. La transacción de viviendas existentes en Norteamérica en 2018 será de 5,5 millones, mientras que en 2005 fue de más de 7. También se desaceleró el comercio de tabletas, ‘laptops’ y computadores de escritorio; estos últimos experimentaron una caída libre entre 2014 y 2018, al pasar de 133 millones de unidades a 95 millones. Estos renglones marcan dramáticas perspectivas hacia 2022.

A esta contracción de la demanda se suman los cuantiosísimos volúmenes de dinero que buscan remuneración en la economía. Si bien la producción mundial de bienes y servicios en el 2018 será de 85 billones de dólares, la deuda general de gobiernos, hogares, empresas financieras y no financieras suma 247 billones. Y si las acciones bursátiles valen casi 75 billones de dólares y los derivados financieros (seguros, reaseguros, operaciones a futuro) llegan a 550 billones, puede aseverarse que existen 10 dólares de dinero por cada uno que se produce. De ahí que la especulación monopolista financiera termine siendo la principal fuente presente de ganancia en los índices a futuro del dólar o el petróleo y en acciones como las de firmas inscritas en Nasdaq y S&P 500.

¿Guarda relación el bajón en los circuitos comerciales con la frase inicial de Marx? Claro. Al observarse la volatilidad en el ingreso promedio nominal mundial por habitante en los últimos 50 años, que hoy es de 11.727 dólares y superado solo en 60 países de 195, resultan evidentes los límites que acotan la demanda potencial. Por ejemplo, en Colombia se sitúa en 6.272 dólares –en el puesto 87–, cayendo desde 8.067 en 2013.

El bajo ingreso global viene de la inicua concentración de la riqueza a escala planetaria. El reporte correspondiente al 2017 del Credit Suisse confirma que el 0,7 por ciento de la población mundial, con más de un millón de dólares de patrimonio, se adueña del 45,9 por ciento de la riqueza global con prioridad en activos financieros. Y aunque los segmentos intermedios, 30 por ciento del total, acumulan el 51,4 por ciento, la gran mayoría de la población de la Tierra, casi 70 por ciento con menos de diez mil dólares, solo percibe el 2,7 por ciento. Un cálculo del coeficiente de Gini sobre estos datos del economista Luis Luna arrojó un impresionante 0,91. Sumando los datos de Piketty sobre la creciente desigualdad en el ingreso en economías desarrolladas, el grave cuadro queda completo.

Estos hechos explican la caída de la tasa de ganancia corporativa y el bajo valor esperado a futuro de la productividad en economías como la de Estados Unidos. Por ahora, el planeta trascurre por la fase de las guerras comerciales. Luego podrían venir las monetarias y (¿por qué no?) las militares: “No hay neoliberalismo sin violencia”, dijo Francisco Mosquera. Hay causas reales, no es mera cuestión de temperamentos.

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