Las guerras civiles

Opinión
ABC, 01.08.2017
Gabriel Albiac

¿Asesora Podemos el golpe de Estado de Maduro en Venezuela? Tengo mis dudas. Las eminencias populistas andan demasiado ocupadas en reivindicar el honor de sus abuelos contra el relato de Hermann Tertsch: reinventarse la ideologizada matanza vecinal a la cual damos solemne nombre de guerra civil, parece acunar sus dulces sueños épicos. La historia real no les concierne.

Haber tenido un padre militar de carrera y fiel a la República me salvó de ese tipo de infantilismos bobos. Supe la guerra de primera mano, por voz de uno de quienes la perdieron, fueron condenados a muerte y salvaron la vida de insólito milagro. Ni guerra legendaria ni romántica. Desalmada sólo: los militares de verdad, fuera cual fuera el bando en el que combatieron, describen esos tres años como los del salvajismo. No hubo brutalidad que no fuera hecha. En un lado como en el otro. Revestirlo de leyenda dorada, es peor que inmoral. Es ignorante.

Puede que esa leyenda esté llevando a Podemos a ansiar una repetición latinoamericana de la amada carnicería. Si es así, resulta probable que hayan encarrilado bien al no muy neuronal Maduro. Ni siquiera la nulidad universal de Zapatero parece dispuesta a seguir a su asesorado caraqueño en tal enormidad.

¿En qué consiste la operación política del presidente venezolano? En resolver una estancada coyuntura de doble poder. Maduro es presidente electo. Frente a él, el igualmente electo Parlamento se opone a su apuesta de transformar Venezuela en una narco-Cuba. El resultado es un bloqueo del Estado, que Maduro ha buscado quebrar despojando al Legislativo de funciones. El Señor Presidente pasa ahora a la siguiente fase: si los representantes del pueblo no se pliegan a tus dictados, cambia de representantes. O, mejor, cambia de pueblo.

Si aún le quedan asesores que hayan leído dos libros -pero parece que ésos andan muy ocupados en linchar a Tertsch aquí en Madrid-, a Maduro le pueden haber soplado el ejemplo de la Commune (o sea, la Municipalidad) de París entre agosto de 1792 y el golpe de Thermidor, dos años luego. En el Diccionario crítico de la revolución francesa de Furet y Ozouf, Patrice Gueniffey caracteriza bien la fuerza de aquella municipalidad convertida en poder alternativo al de la Convención Nacional. «Llevada al poder por las armas, la Comuna supo explotar ese capital de terror», consumado en las ejecuciones masivas de presos en septiembre. Dos años de doble poder descompusieron todo. Y asentaron las condiciones para el golpe que, en 1794, enterraría el primer ciclo de la revolución. Napoleón velaba armas. Y soñaba Imperio.

Nadie en Venezuela se engaña. Se avecina el homicida juego de los golpes militares. Y el riesgo de una guerra dibuja su maldición ineluctable. En una tierra cuya cúpula militar es falange pretoriana hoy del narcotráfico. Y cuya Guardia Nacional nuclea la inteligencia cubana. Puede que el petróleo haya sido la paradójica maldición de Venezuela. Los nuevos amos cambiaron de mercancía: dudosa ganancia.

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