Lech Walesa en Chile

Opinión
El Mercurio, 15.03.2016
Alejandro Sanm Francisco, historiador y profesor e investigador (PUC)

Juan Pablo II, en Centesimus Annus (1991), incluyó un capítulo especial titulado "El año 1989". Esto tenía la mayor importancia considerando los sucesos recientes, que habían llevado a la caída del Muro de Berlín y al fin de la Guerra Fría.

En esta encíclica fundamental, el Papa destacaba diversos "factores de la caída de los regímenes opresores", precisando que "el factor decisivo que ha puesto en marcha los cambios es sin duda alguna la violación de los derechos del trabajador". A continuación menciona el caso de Polonia y las grandes revueltas realizadas en el mundo sindical: "Son las muchedumbres de los trabajadores las que desautorizan la ideología, que pretende ser su voz". En su análisis, el Sumo Pontífice no hablaba como un tercero desinteresado, sino como un hombre que había tenido una vida en su Polonia natal, había sufrido con las experiencias del nazismo y el comunismo, a las que denominaba las "ideologías del mal" en su libro "Memoria e identidad" (2005).

Por eso, siendo ya Papa a partir de 1978, le correspondió conocer de cerca la organización y labor del sindicato Solidaridad, que dirigió Lech Walesa desde 1980 y que desempeñó un papel crucial en la ampliación de la libertad y en el fin de los regímenes al este de la Cortina de Hierro. Todo partió con una huelga en el astillero Lenin de Gdansk, nombre que resultaba toda una paradoja, en una historia que el líder sindical narra de primera mano en "Un camino de esperanza".

Solidaridad encabezó lo que se denomina "la revolución polaca", contada con inteligencia y admiración por el historiador Timothy Garton Ash, quien explica la importancia de haber organizado a grupos de trabajadores al margen del Partido, que se sumó a una lucha de "la sociedad" contra "el poder" que sería decisiva en los años 80, factor crucial en la dialéctica de los regímenes totalitarios. Se vivía el momento polaco, considerando la llegada del cardenal Karol Wojtila a la Santa Sede, la fundación de Solidaridad y también el Premio Nobel de Literatura de 1980 a Czeslaw Milosz, cuyos magistrales libros "El poder cambia de manos" (1952) y "El pensamiento cautivo" (1953) narraron con sabiduría y dramatismo la instalación del comunismo en su querida Polonia.

La situación inicial de Walesa y su organización fue difícil, con persecución, amenazas, cárcel e intentos de destruir el proyecto, que podía tener consecuencias imprevisibles para los regímenes comunistas. En su visita a Polonia y tras reunirse con los líderes de Solidaridad, Juan Pablo II señaló: "La creación del sindicato libre es un acontecimiento de gran importancia". El dirigente sindical recordaba la importancia de este respaldo: "El Santo Padre era nuestro sostén, nos dio nuevas esperanzas, nos transmitió valores para la creación de Solidaridad: ante todo, una actitud solidaria. Y eso fue lo que más tarde posibilitó otros triunfos".

Para el éxito del proyecto, Walesa logró mostrar lo que estaba haciendo ante las cámaras de televisión: "Estas son todas las profesiones. Son millones de personas. Y les estamos hablando a ustedes, el resto del mundo: no queremos el comunismo, nunca lo quisimos", y logró algo que parecía imposible. Comenzó la propaganda "y ya no podían evitar hablar de nosotros. Si nos hubieran matado, habría quedado registrado en todo el mundo".

En la década de 1980 era habitual escuchar hablar de Walesa y Solidaridad. Más todavía cuando recibió el Premio Nobel de la Paz en 1983, ocasión en la que Ronald Reagan pidió al gobierno de Polonia abrir un proceso de reconciliación nacional, mientras Moscú calificaba ridículamente a Walesa como un cadáver político. Lejos de eso, siguió siendo una figura fundamental de la vía polaca a la libertad y fue el primer gobernante de su país tras la caída de los socialismos reales. Fue "Walesa, la esperanza de un pueblo", como lo retrata el cineasta Andrzej Wajda en su película sobre el líder sindical.

Una vez le preguntaron si el comunismo hubiera terminado igualmente de no haber existido Solidaridad. Su respuesta fue sencilla y clara: "Sí, pero hubiera durado 50 años más y el final habría sido sangriento. Nosotros lo hicimos más rápido y sin sangre". Esta semana Lech Walesa visita Chile, uno de los héroes vivientes del dramático siglo XX, a quien le correspondió encabezar una verdadera revolución, realizada por la vía pacífica y cuyas consecuencias cambiaron la historia.

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