Los cables secretos del caso Honecker

Reportaje
La Tercera, 15.05.2016
Pedro Schwarze
  • Con la muerte en Santiago de Margot Honecker, la semana pasada, se pone fin a un capítulo en la historia reciente que se inició con el ingreso del ex gobernante germano oriental a la embajada chilena en Moscú en 1991, y donde se entremezclan la reunificación alemana, el fin de la URSS y el proceso democratizador chileno

El cable número 302 enviado desde la embajada chilena en Moscú a la Cancillería en Santiago, el 29 de julio de 1992, es la conclusión de uno de los casos diplomáticos más complejos que tuvo que enfrentar Chile tras la recuperación de la democracia: la controvertida permanencia en esa legación chilena, durante más de siete meses, del ex gobernante germano oriental Erich Honecker (1976-1989), en medio de fuertes presiones de los gobiernos alemán y ruso.

“Informo a usted que siendo las 18.32 minutos, hora de Moscú, el señor Honecker abandonó voluntariamente esta embajada en compañía del embajador (James) Holger y del tercer secretario (Jorge) O’Ryan a bordo del automóvil oficial de esta embajada”, escribió el entonces primer secretario de la embajada chilena, José Miguel Cruz, a quien le correspondió llevar adelante buena parte de ese caso. Honecker fue entonces conducido al aeropuerto Vnukovo y de ahí viajó hasta Berlín para enfrentar un juicio por las muertes de quienes fallecieron intentando cruzar hacia Alemania Occidental.

Cruz agregó en ese mismo cable diplomático que “la señora Margot Honecker expresó su deseo de permanecer esta noche en esa sede, comunicarse telefónicamente con sus abogados y poder viajar a Chile” (donde ya vivían su hija, Sonja, y sus dos nietos). Y en un cable adicional (el 303), envió una única sentencia: “El embajador Holger dice: ‘Misión cumplida’”.

Los archivos de la Cancillería chilena guardan esas comunicaciones con la embajada en Moscú como testimonio de un período histórico y complejo, donde se entremezclaban la reunificación alemana, el fin de la Unión Soviética y el proceso democratizador chileno. La última página de parte de ese capítulo se escribió el pasado viernes 6 de mayo, con el fallecimiento de Margot Honecker en Santiago, donde residió precisamente desde ese julio de 1992.

El ingreso del matrimonio Honecker a la embajada chilena en Moscú se produjo el 11 de diciembre de 1991. Erich y Margot Honecker se habían trasladado hasta la entonces capital soviética en marzo de ese año, para escapar del acoso de los fiscales y de la policía alemana (de la Alemania reunificada, tras la absorción de la República Democrática Alemana -RDA- por parte de la República Federal Alemana -RFA-) que pretendían arrestar y someter a juicio al ex gobernante comunista. A Honecker se le extrajeron la vesícula y un pólipo en el intestino grueso a fines de 1989 y fue operado de un cáncer en el riñón derecho en 1990. Su estado de salud no era del todo estable, por lo que sus defensores argumentaban razones humanitarias para darle asilo o acogida.

No hay ningún cable en el archivo que informe de la instalación de los Honecker en la legación diplomática en esa fecha. El día que se produce el ingreso de los ex jerarcas germano orientales, el embajador chileno, el histórico líder socialista Clodomiro Almeyda, estaba en Chile (no regresó a Moscú hasta el 20 de enero de 1992) y, aparentemente, quien invita a cenar al matrimonio Honecker y luego informa al primer secretario Cruz que ellos se quedarán en la embajada es la esposa de Almeyda, Irma Cáceres.

Recién al día siguiente, desde la Cancillería se ordenó en un cable, bajo la categoría “secreto”, que “Honecker podrá permanecer en calidad de huésped en esa misión” y que se “deberá gestionar su traslado a alguna otra república de la antigua unión”. Sin embargo, cualquier gestión para desembarazarse de Honecker se frustóa con la decisión de las autoridades rusas -lideradas por Boris Yeltsin y que ya pujan con el gobierno soviético por controlar el país- de negarle la visa de salida al matrimonio.

José Miguel Cruz se quejó de la “excepcional presión periodística nacional e internacional” sobre la embajada, algo que se repetirá durante los próximos siete meses, y se mantiene inalterable la decisión de las autoridades chilenas de que ni los diplomáticos nacionales (salvo excepciones) ni los “huéspedes” tengan contacto con la prensa.

El 17 de diciembre, Cruz se reunió con el canciller ruso (no soviético) Andrey Kozirev para hablar del caso Honecker, y ante la consulta del chileno si ante una presión decidida de los alemanes “el gobierno ruso consideraría el uso de la fuerza para sacar a Honecker, (Kozirev) respondió encogiéndose de hombros: ‘No nos adelantemos’”. A diferencia de los soviéticos, los rusos reconocen que necesitan de la ayuda alemana, por lo que no tienen “el menor interés en contrariar el deseo de los alemanes”.

Cruz deslizó una mirada crítica en sus cables hacia Honecker, que incluye una buena carga de desconfianza. Así, tras la entrevista con Kozirev, consignó que “tengo la impresión de que el gobierno ruso piensa que el señor Honecker se encuentra bastante enfermo, lo que en opinión del suscrito no es efectivo”. Un día después, Cruz envió otro cable para agregar que el canciller ruso dijo que su gobierno no le tiene “ninguna simpatía” a Honecker, por tratarse del “único dinosaurio comunista”.

En un cable posterior, el primer secretario sostuvo que “en la Rusia de hoy (...) Honecker les resulta una figura detestable, que debe ser entregado a la justicia y debe pagar por los crímenes cometidos”. Incluso, aseguró que para “la gente de pueblo” le “resulta incomprensible que un país como Chile, que ha renacido a la democracia tras un largo período autoritario, acoja y proteja a un personaje que representa la antítesis de lo que ellos desean ahora para su país”.

La parte rusa fue variando su posición sobre el caso del ex gobernante de la RDA. Primero aseguró que se trataba de un caso bilateral entre Chile y Alemania (aunque le negó la visa de salida), pero después asumió una actitud, aunque subterránea, evidentemente partidaria de la entrega de Honecker a la justicia alemana, algo que terminó con el decreto de expulsión de su territorio.

Las gestiones diplomáticas en torno a este caso involucraban las reuniones y consultas -algunas de las cuales están reflejadas en los cables- de distintos diplomáticos latinoamericanos, europeos e incluso de Corea del Norte. Desde un comienzo, el régimen que entonces lideraba Kim Il Sung había ofrecido a Honecker brindarle tratamiento médico, lo que se reiteró por la visita del embajador norcoreano y que la misma Margot Honecker alentó con algunos llamados telefónicos. De la misma forma, el embajador alemán en Moscú ejerció una fuerte presión e incluso pidió un encuentro con Honecker, algo que el “huésped” desechó.

El 21 de diciembre, Cruz hizo una gestión para entrevistarse con Boris Yeltsin, y entre otras cosas que consideró conversar con el Presidente ruso era que la única posible solución “que tenemos a mano” del caso Honecker es que éste viaje a Corea del Norte. A continuación, en el cable secreto, Cruz sostuvo que “no es posible descartar la posibilidad de que grupos exaltados contrarios a Honecker asalten nuestra sede”. Además, hizo un diagnóstico de la situación del ex gobernante germano oriental, que al ser comparado con declaraciones anteriores pareciera ser una magnificación con el objetivo de apelar al sentimiento humanitario de Yeltsin y que autorice su salida. “Honecker se encuentra en estado de salud francamente delicado, afectado por una fuerte depresión, y tenemos la convicción de que, en el caso de que se pretendan forzar las cosas, Honecker adoptaría la determinación de suicidarse”, destacó Cruz.

El 24 de diciembre, la víspera de la desintegración de la Unión Soviética, y cuando la permanencia de los Honecker empezó a extenderse más de lo estimado, un cable sostuvo que “junto con satisfacer sus pedidos específicos de tipo doméstico, nos hemos  preocupado de procurarles material de lectura y esparcimiento. Diariamente reciben la prensa alemana y soviética”.

Dos días después, Cruz escribió que Honecker se muestra agradecido de la “hospitalidad” y el primer secretario percibe que la “inquietud y estado emocional” del huésped “se han despejado”, al igual que “sus temores de que nuestra intención era desembarazarnos lo más pronto posible de su presencia”, lo que contribuyó a desarrollar una “relación personal más fluida y tranquila”.

Ese mismo día, Erich Honecker mantuvo una conversación con José Miguel Cruz, en la que el ex gobernante aseguró ser un “perseguido político”, por lo que su caso debería ser tratado a la luz de la Convención de Ginebra, que en ningún momento violó las leyes de su país y que “no tiene dudas de que el tribunal (alemán) que conozca su causa carecería por completo de la más elemental objetividad y actuaría sin respetar el derecho interno alemán ni su condición de refugiado”.

Una de las claves para aplicar las razones humanitarias al caso de Honecker era la situación de la salud del ex jerarca comunista. Por eso, el ex gobernante fue sometido a una revisión médica en la embajada el 11 de febrero de 1992. Un examen por medio de ultrasonidos apuntó a un posible cáncer en el hígado, pero se recomendó someterlo a exámenes en un hospital.

La presión sobre el gobierno chileno, especialmente de parte de las autoridades rusas, pero también de parte de Alemania, para que Honecker fuese trasladado  a un centro hospitalario y se realizara esos exámenes, se hizo intensa en las semanas siguientes, algo a lo que el líder comunista se negaba inicialmente, por temor a que se tratara de una treta y fuera enviado a Alemania. “Continúa hasta el momento la negativa cerrada del señor Honecker a hospitalizarse fuera de la embajada, pretextando, amén de otras razones, su falta de confianza en la palabra de la parte rusa”, escribió Clodomiro Almeyda el 19 de febrero de 1992.

Finalmente, el 24 de febrero, con garantías por escrito de parte del gobierno ruso de que Honecker es considerado como huésped del gobierno de Chile, el ex hombre fuerte de la RDA fue ingresado en el hospital Botkin. El cable de Almeyda detalla que lo acompañó su esposa, Margot, y el consejero José Miguel Cruz, y que fue instalado en un “departamento privado, en el cuarto piso, el cual fue despejado completamente, de modo de brindar mayor comodidad al paciente”.

Honecker permaneció internado hasta el 3 de marzo, cuando se entregó un informe que incluye las conclusiones de un panel médico. Ahí se establece que se detectan algunos problemas como arterioesclerosis generalizada, enfermedad isquémica del corazón, quistes simples en los riñones, pero en suma no establece la presencia de un tumor cancerígeno. Sin embargo, Almeyda parece sospechar de algo. En el cable que sigue al reporte médico, detalló que “en la parte inicial del informe aparece asistiendo al concilium el profesor M.I. Kechtker, cardiólogo, cuya firma no figura entre los que suscriben el informe entregado”.

Dos días después se informó que llegó la cuenta del hospital Botkin: US$ 4.369. “Agradezco a usted disponer envío de dichos fondos”, comunicó el embajador.

Los Honecker intentaron jugar sus propias cartas. Erich Honecker consideró escribirle una carta a Yeltsin para que lo dejara viajar a Corea del Norte “por razones humanitarias” y enviarle una misiva a Patricio Aylwin para que intercediera ante el presidente ruso. Además, Margot Honecker renovó sus contactos con el embajador norcoreano.

El flujo de los cables desde la embajada chilena en Moscú y Santiago sobre este caso bajó considerablemente en abril. Algo que coincidió con la llegada de James Holger, el embajador especialmente designado por el Presidente Patricio Aylwin para que abordara el caso Honecker y negociara con alemanes y rusos. Y con la aparición de Holger se comenzó a producir, lentamente, la salida de Almeyda como embajador en la capital rusa. Las comunicaciones de Holger con Santiago no están incluidas en las carpetas de la Cancillería sobre Rusia, por lo que puede que se haya contactado directamente por teléfono con Aylwin o el canciller Enrique Silva Cimma o estén incluidos en un acápite separado.

A partir de entonces, las negociaciones las comenzó a llevar James Holger, y ante el informe positivo de la salud de Honecker, el gobierno alemán de Helmut Kohl redobló su presión. Pero las autoridades chilenas no cedieron y destacaron que para que pudiese concretarse la entrega de Honecker a Alemania debía existir una acusación formal. Algo que se produce el 3 de junio. La suerte pareció echada y la salida de Honecker era cuestión de tiempo.

El 22 de julio, Alemania pidió a Rusia que expulsara a Honecker. Moscú acogió esa solicitud al día siguiente y la Cancillería rusa le comunicó a Holger el cambio de situación. Un día después, el embajador chileno llevó al ministerio ruso una “apelación”, la cual fue rechazada el día 27. El 28 Holger regresó a la Cancillería, donde entregó una autorización firmada para el ingreso a la embajada de fuerzas de seguridad rusas.

El miércoles 29 de julio de 1992, Honecker salió de la embajada chilena en Moscú rumbo a Berlín. Su esposa viajó a Chile al día siguiente. En agosto, el hospital de la clínica de la cárcel de Moabit (donde Honecker estuvo recluido a la espera de su juicio) emitió un informe en el que aseguró que el tumor en el riñón había crecido a tal tamaño que era imposible que no se hubiese detectado en marzo. Las sospechas eran ciertas. El informe del hospital Botkin, al menos, fue adulterado.

El 12 de noviembre de 1992 se inició el juicio contra Erich Honecker; el 3 de diciembre el acusado rechazó la competencia del tribunal y el 12 de enero de 1993 la corte ordenó la liberación incondicional. Un día después, partió a Chile, donde se reunió con su esposa, con su hija y nietos. Murió el 29 de mayo de 1994.

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