Los otros aviones desde Moscú

Columna
El Nacional, 14.12.2018
Oscar Hernández Bernalette, embajador (r), profesor (UCV) y columnista venezolano

Cuando llegué a Grenada a mediados de los años ochenta, y después de la invasión de Estados Unidos, tenía una gran curiosidad por visitar el abandonado aeropuerto de Pearls en el norte de la isla. Desatendido después de la inauguración de una de las mejores pistas de aterrizaje del Caribe, la de Point Salines, fue construido por los cubanos y concluido por los americanos, y hoy lleva, irónicamente, el nombre Maurice Bishop, el líder socialista asesinado por sus propios camaradas debido a rivalidades ideológicas.

Mi interés en la visita era tener la oportunidad de ver dos aviones abandonados, muestra de la presencia cubana y soviética durante la Guerra Fría. Para mi sorpresa, los aviones, en algún momento señalados por Ronald Reagan como muestra de la amenaza comunista para el hemisferio, no eran más que dos armazones de inútiles Antonov: uno de ellos, biplano, con un gigante motor en su fuselaje que parecía una versión ampliada de una Cessna 172, y que para nada mostraba representar ningún peligro, que no fuera para los astutos pilotos y pasajeros que se atrevieran a volar esos aparatos en los que solo los capitanes cubanos osaban surcar los cielos del Caribe. El segundo, igual de decepcionante, un turboprop de dos motores usado para transportar a los cubanos que, sin sueldo ni esperanzas, se quemaron las espaldas mientras construían un aeropuerto que les dio la excusa a los estadounidenses para confirmar que el objetivo estratégico de ese aeropuerto era contar con una escala para abastecimiento y transportar tropas cubanas a África o amenazar la seguridad de Estados Unidos con un nueva punta de lanza para los soviéticos en el extremo sur del Caribe y a apenas 80 millas de Venezuela.

Por estos lares, y 30 años después, nos llega la visita no de cortesía sino amenazadora de 2 aviones rusos justo después de la ida de Maduro a Moscú. Intimida su presencia y nos recuerda provocaciones del pasado; su propósito no es otro que dejar un mensaje de solidaridad y apoyo a quienes gobiernan a Venezuela. Así como se equivocaron en Grenada, me da la impresión de que esta vez vuelven a errar desde Moscú. Me parece peligroso abrir un expediente que tiene como guion la superada Guerra Fría. No estamos en los años ochenta, Venezuela no es Cuba, ni Rusia es la Unión Soviética; además, la Rusia capitalista defiende los intereses de un gobierno socialista bastante lejos de su área de influencia.

Por lo demás, si bien esta visita, sin duda solicitada ante una supuesta invasión de Estados Unidos, pudiera ser una respuesta lógica en una región de influencia, sin embargo, en esta oportunidad, por el contrario, se puede convertir en una mala inversión de los rusos en América Latina. El mensaje desde Moscú es pésimo y, más que abrir sinergias, sin duda, cierra oportunidades de negocios. Pero, como todo en política internacional, hay que juzgar si al final del camino lo que se cree que suma termina restando.

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