Los temas olvidados de la agenda internacional

Columna
El Líbero, 23.02.2018
Jorge Canelas, cientista político, embajador (r) y director de CEPERI

La Historia ha demostrado, de manera reiterada, que los problemas internacionales que no se abordan adecuada y oportunamente sólo se agravan, acrecentando sus efectos nocivos con el correr del tiempo. En algunos casos transcurren décadas sin que siquiera sean percibidos como problemas por la mayoría (normalmente poco enterada de esos asuntos), hasta que emergen repentinamente, muchas veces transformados en crisis. En el caso de Chile, debido a diversas circunstancias, nuestro país es crecientemente vulnerable ante situaciones que pueden transformarse en problemas inmanejables por no haberlas abordado en su momento con la debida determinación.

En el análisis de lo que llamamos “los temas olvidados” de nuestra agenda internacional, nos encontramos con una amplia variedad de asuntos, que van desde los problemas que surgen por errores que se ocultan para evadir responsabilidades, hasta aquellos que se consideran efectos indeseados de la inevitable globalización. Nos ocuparemos, esta vez, de éstos últimos, por tratarse de temas que, si bien pudieron tener en su momento explicaciones para no haberlos aquilatado como potencialmente críticos, la evidencia actualmente disponible no admite justificación alguna para no tomar acciones concretas respecto de ellos.

Por una parte, están los casos del narcotráfico, el lavado de dinero y la trata y tráfico de personas, actividades que caen bajo la acción del crimen transnacional organizado, así como de la delincuencia común a nivel nacional. El narcotráfico se viene perfilando como un tema de creciente gravedad desde hace más de tres décadas y el nivel de importancia que le ha dado la comunidad internacional es un hecho evidente. Pero su lugar en el ranking de prioridades de nuestra gestión exterior no da cuenta de la urgencia que debiera tener. Sobre sus efectos devastadores se advirtió muy tempranamente, pero ello no fue acompañado de inversiones en recursos materiales y equipos de trabajo conjunto permanentes entre todos los actores institucionales involucrados. El área de cultivo de coca se ha expandido ilimitadamente en ciertas zonas de la región, ante la mirada impávida de los países vecinales y para-vecinales, lo que ha tenido consecuencias que sobrepasan las capacidades nacionales para hacerle frente, por sus efectos en niños y jóvenes, así como en sectores vulnerables en los cuales el narcotráfico ha adquirido una posición dominante.

Cosa similar ha ocurrido con el tráfico de personas, actividad que se ha transformado en una verdadera industria, al amparo de la caótica situación causada por el descontrolado flujo migratorio de los últimos años. La inmigración irregular, que en los países desarrollados ya es un problema prioritario hace largo tiempo, aún carece en Chile de un diagnóstico claro y menos aún de una estrategia para abordarlo. Esta situación ya está haciendo crisis, debido a la carencia de una política adecuada para hacer frente a la situación actual. A modo de ejemplo, Canadá, país de más de 36 millones de habitantes, admite 300 mil inmigrantes al año. En Chile no existen estadísticas actualizadas, sin embargo, la cifra de visas otorgadas en Chile en el último año (a lo que se debe sumar los inmigrantes en situación irregular) haría que el número de inmigrantes que ingresan iguale al que admite Canadá, tomando en consideración la relación población total/número de inmigrantes admitidos por año. Con la diferencia que ese país destina un presupuesto cercano a los mil millones de dólares al proceso de selección, instalación y red de asistencia para los inmigrantes. En Chile, en cambio, no existen recursos para establecer esa red social de apoyo a las familias inmigrantes en situación vulnerable.

Los dos ejemplos antes mencionados dan una idea de cómo hemos convivido con problemas internacionales sin resolverlos, hasta que terminan adquiriendo características críticas, mientras nos ocupamos de otros asuntos que tienen efectos marginales o incluso nulos sobre nuestra realidad. Por ejemplo, hay temas a los cuales les hemos dedicado décadas de tratamiento prioritario, a pesar de ser asuntos que no pueden estar más lejos de nuestras necesidades y prioridades. Los casos más conocidos corresponden a dos diplomáticos que se especializaron en la proscripción de las armas nucleares uno, y el espacio ultraterrestre, el otro. Ambos dedicaron décadas a esos dos asuntos sin más resultados que permitirles frecuentes viajes y formar parte de grupos de estudio, paneles de expertos y comisiones multilaterales de diverso nivel, pero tan lejanos de la realidad del chileno medio como el “seguro contra el extravío en Alaska asociado a la tarjeta Masterplop”, mencionado en la rutina de un conocido humorista nacional. Mucho más productivo y beneficioso habría sido dedicar ese tiempo y esfuerzo a programas e iniciativas internacionales de utilidad efectiva para nuestro país, como la lucha contra el narcotráfico y/o al tráfico de personas: Pero claro, siempre es más glamoroso viajar a Viena o Nueva York a debatir sobre el peligro nuclear o el espacio ultraterrestre, que recorrer la frontera norte a cuatro mil metros de altura para coordinar acciones que eviten amenazas reales, como el ingreso de drogas o el accionar de bandas dedicadas a la trata y tráfico de personas, asuntos que inciden directamente en el incremento de la delincuencia y la acción de mafias internacionales en nuestro territorio. Por eso hablamos de los “temas olvidados”.

Debemos poner fin a la postergación y al olvido de asuntos que no desaparecen por sí solos y respecto de los cuales no se puede “tapar el sol con un dedo”. Entre otros “temas olvidados” hay uno de características particularmente preocupantes, como amenaza de creciente importancia internacional. Esa es la amenaza del terrorismo, fenómeno frente al cual Chile presenta un flanco de extrema debilidad y que se debe abordar con la mayor urgencia y máxima seriedad, lo que exigirá una convocatoria transversal, partiendo por crear un sistema nacional de inteligencia moderno y una legislación acorde con la gravedad de la amenaza terrorista, de la cual no hay país del mundo que se sienta libre (sólo el terrorismo yihadista mató el año pasado a casi 14 mil personas). Una vez que nos dediquemos seriamente a resolver los problemas planteados por esos “temas olvidados”, podríamos hablar seriamente de logros en el terreno internacional.

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