Luis Almagro, el improbable héroe de nuestros tiempos

Columna
PanAm Post, 24.03.2017
Hana Fischer, escritora, investigadora y columnista uruguaya

Luis Almagro, actual secretario de la OEA (la gente)

En la tradición clásica, el héroe era un individuo con fallas de carácter que se enfrentaba a fuerzas superiores. Y, a pesar de saber que posiblemente perdiera, no desistía de su empeño. Lo que tornaba admirable su conducta no eran los resultados obtenidos, sino su actitud ante la injusticia. Su valor era ético.

Por esa razón Don Quijote es un modelo. Lo es, porque impulsa a realizar las acciones más nobles, haciendo pasar a segundo plano consideraciones de otro tipo, como por ejemplo las probabilidades de salir victorioso. Contrariamente a lo que se suele indicar, Miguel de Cervantes no creó a un “antihéore”, sino a un héroe clásico.

Al luchar contra los “molinos de viento”, Don Quijote demuestra que el fracaso de hoy –aunque deje herido y maltrecho al paladín- despierta la conciencia general acerca de lo que está mal en una sociedad. Ese es el primer paso para que otros se unan a su causa y corrijan la situación.

En forma análoga Luis Almagro- actual secretario general de la OEA- da la impresión de ser lo más antihéroe que se pueda pedir. Es un alto funcionario de un organismo internacional. Instituciones desprestigiadas porque se han convertido en medios para que políticos fracasados y exgobernantes obtengan con poco esfuerzo suculentos sueldos libres de impuestos. Son personajes de traje y corbata que viven a expensas de los contribuyentes y aportan poco. Incluso, se los podría definir como “parásitos” de lujo.

Tampoco la historia personal previa de Almagro permitía intuir en qué se transformaría. Fue excanciller de Uruguay durante la presidencia de José Mujica. Desde ese puesto defendió todas las  causas de su “jefe”, apoyando sin escrúpulos a los gobiernos semidictatoriales de los países integrantes del ALBA (Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua entre otros).

Dada su “excelente” labor como canciller, Mujica lo apadrinó para que obtuviera el más alto cargo dentro de la OEA. En ese apoyo estaba implícita la convicción, que desde allí seguiría defendiendo las mismas causas.

Por consiguiente, la vigorosa conducta de Almagro denunciando a la dictadura venezolana, tomó por sorpresa a propios y extraños.

Entre sus acciones, se destaca que en mayo de 2016 tomó la inusual decisión de activar la Carta Democrática Interamericana, para tratar a nivel hemisférico la situación venezolana.

En el documento que envió a los mandatarios de los países miembros convocando una sesión urgente del Consejo Permanente, Almagro puntualizó que “en la defensa de la democracia debemos evitar dobles estándares y aplicar los mecanismos, como el de la Carta Democrática Interamericana, en todos los casos donde se constaten situaciones de deterioro en el respeto de los elementos esenciales de la democracia representativa y de los componentes fundamentales del ejercicio de la democracia”. Asimismo, enfatizó que tanto la democracia como los derechos humanos están por encima de las tiendas políticas, porque si los perdemos, es la sociedad entera la que sufre.

La documentación rigurosa de las violaciones de los derechos humanos por parte de Hugo Chávez y Nicolás Maduro (existencia de presos políticos, realización de torturas sistemáticas, privaciones materiales y humanitarias de los venezolanos), despertó la ira de los gobernantes cómplices, principalmente la de Mujica.

A raíz de su actuación, fueron muchísimas las presiones que recibió Almagro. Las principales fueron:

Mujica le envió una carta donde le comunica que rompe relaciones con él. Expresa que lamenta “el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible, por eso ahora formalmente te digo adiós y me despido”.

A nivel nacional, fue repudiado por sus ex compañeros del gobernante Frente Amplio y los opositores lo miraron con desconfianza. La soledad es el precio que está pagando por su accionar.

Por su parte Maduro -siguiendo las enseñanzas de Chávez y Fidel Castro- recurrió al agravio y al insulto: Lo trató de “basura”, “traidor” y de ser “agente de la CIA”. Además, expresó que “la Carta Democrática la pueden hacer así, mira: ponerla en un tubito bien fino y darle mejor uso. Señor Almagro, métase su Carta Democrática por donde le quepa”.

Esta estrategia le dio resultado a Chávez con su antecesor, el chileno José Miguel Insulza –de triste memoria- quien ocupó el cargo de secretario general de la OEA entre 2005 y 2015.

Insulza comenzó su labor con cierto brío, al  denunciar en 2006 la arbitraria decisión de Chávez, de no querer renovarle la concesión al canal privado Radio Caracas Televisión.

La reacción de Chávez fue insultarlo:

Es un verdadero pendejo […]  debería renunciar a la secretaría de la OEA, el insulso doctor Insulza, por atreverse a jugar el papel de un virrey del imperio […] Perdió toda moral para estar al frente de la OEA, a menos que alguien  pretenda convertirla de nuevo en lo que una vez señaló Fidel Castro […] el ministerio de las colonias”.

Las palabras de Chávez hicieron carne en Insulza -quizás temiendo perder sus suculentos emolumentos- y a partir de entonces su actuación al frente de la OEA fue realmente “insulsa”. Entre sus acciones más hipócritas vale la pena mencionar lo ocurrido en 2013.

A principios de 2013, Insulza recibió una carta de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) venezolana –que en aquel entonces agrupaba a los partidos de la oposición- donde se solicitaba “la convocatoria inmediata a una sesión del Consejo Permanente de la OEA” y el derecho de palabra en la referida reunión “para poder brindar información que ayude a los Estados miembros a la apreciación colectiva de la situación” en el país.

Desde la oficina de Insulza se garantizó, que  “la Carta Democrática Interamericana está en la base de todo análisis que surja de esa observación”. Asimismo, “la permanente disposición de la OEA” para escuchar los planteamientos de la coalición opositora venezolana.

Sin embargo, por esos días estaba convocada una sesión ordinaria del Consejo Permanente pero el tema de la situación política en Venezuela, no figuró en agenda.

También el papa Francisco– aprovechando el prestigio de su investidura- ejerció presión, aceptando la petición de Maduro de que la Santa Sede mediara en el diálogo entre el gobierno y la oposición. La intervención del Papa sirvió de excusa para que los estados miembros de la OEA no asumieran compromisos de denuncia y presión internacional como pretendía Almagro.

Almagro alcanzó estatura de héroe, al no permitir que esas fuerzas poderosas le impidieran continuar con su lucha ética, en pro de la recuperación de la democracia republicana en Venezuela.

Recientemente recibió a los representantes de la oposición. Luego declaró que “Al régimen de Nicolás Maduro ya se le acabó la impunidad […] La impunidad que tenía el régimen para demonizar a la oposición, para demonizar a activistas de los derechos humanos, para llevar adelante sus prácticas de violaciones a los derechos políticos y de los derechos humanos, no existe más, porque los estamos marcando, y estamos poniendo ese tema en la agenda internacional, y estamos denunciándolo en los ámbitos que corresponden”.

Por consiguiente, el 14 de marzo presentó a todos los gobiernos de la OEA un informe de 75 páginas, donde se describe minuciosamente la trágica situación imperante en Venezuela.

Su heroica lucha va comenzando a fructificar. Son cada vez más los países y organizaciones internacionales que se están uniendo a su causa. Y nubarrones de sospecha se ciernen sobre aquellos gobernantes y partidos políticos que aún no lo hacen…

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