Lutero y los 500 años de la Reforma

Columna
OpinionGlobal, 07.11.2017
Isabel Undurraga M., historiadora (PUC) y columnista OG

En estos días se están conmemorando los 500 años de un hecho trascendental en la historia de Occidente: la Reforma de la Iglesia iniciada en 1517 por el monje de nacionalidad alemana, perteneciente a la Orden religiosa de los Agustinos, Martín Lutero o Martin Luther. El Occidente, hasta ese momento monolítico en materia religiosa y en todos los aspectos de la vida, se va a ver sorpresivamente interpelado, trastocado y, finalmente, escindido para siempre en dos facciones irreconciliables. Lo que hasta esa fecha y por muchos siglos se conocía como "la Iglesia" a secas, deberá añadir ahora a dicho nombre lo de “católica” o, más coloquialmente, de "Roma". Esto último, para diferenciarla de las varias Iglesias que surgirían a consecuencia de la Reforma.

Para dimensionar el auténtico cataclismo que significó el movimiento iniciado por Lutero, es necesario considerar que ni él, ni la Iglesia y tampoco la sociedad se imaginaron la hondura y significado que tendría a futuro su pensamiento. La Iglesia creyó, en un comienzo, que el asunto no era más que una rabieta del monje y que las aguas volverían a su cauce después de citarlo a conversar y que se llegaría finalmente a un acuerdo. Para ella, era impensable que alguien fuese a poner en entredicho su inmenso y, hasta ese momento, incontestable poder. Desgraciadamente para las cosas no tendrían ese final.

Pero ¿quién era Lutero, cuál su origen familiar? ¿Qué formación intelectual tenía al año 1517? ¿Por qué llevó a cabo lo que hizo y qué pretendía con ello?  Algunos datos biográficos suyos nos indican que nació en Eislaben (Sajonia- Alemania), en 1483, en una familia profundamente religiosa y perteneciente a la burguesía de dicha ciudad; es decir, lo opuesto a lo que durante muchísimo tiempo le endosó la Iglesia Católica: que provenía de una familia muy humilde y socialmente resentida. Muy por el contrario, en su casa nunca hubo privaciones, pero su padre trabajó muy duro para darle a su familia un muy buen pasar. Al momento de su nacimiento, a finales del 1400, ya estaba en marcha el Renacimiento, por lo que hay que considerar al agustino como un hombre de un mundo en transición: lentamente iba quedando atrás la Edad Media con toda su carga de supersticiones y religiosidad estricta y formal y centrada en Dios, a la vez que despuntaba un mundo absolutamente nuevo que se abría a horizontes insospechados con el hombre como eje central.

Acorde con la preocupación preferente de su padre, tuvo una esmerada educación cuando niño y adolescente, terminando sus estudios superiores en la Facultad de Derecho de la prestigiosa Universidad de Erfurt. Por lo que al ingresar a la Orden agustiniana en 1505, traía un excelente bagaje cultural. En 1507 es ordenado sacerdote y dos años más tarde se le concede la cátedra de Filosofía Moral en la Universidad de Wittenberg. Lutero fue siempre muy religioso y con grandes inquietudes espirituales. Sin embargo, le generaban rechazo la gran cantidad de creencias establecidas por la Iglesia, rayanas en la superchería, como lo era la veneración de las reliquias supuestamente sagradas y el asunto de las indulgencias, todo lo cual él trataba de resolver con el estudio y lectura permanente de las Escrituras. En esto llevaba ventaja, ya que al ser parte de una orden religiosa tenía a su alcance la Biblia sin restricciones, lo que no ocurría con la inmensa masa de creyentes que la ignoraba completamente, al estar redactada en latín, necesitando del clero para su conocimiento e interpretación.

Lo de las indulgencias amerita un párrafo aparte. Indulgencia significa perdón. Y la Iglesia desde muchos siglos antes de Lutero, otorgaba a los fieles que lo solicitaban el perdón de todos sus pecados y la certeza de alcanzar el cielo a cambio de que llevaran a cabo alguna obra piadosa. Pero a fines del siglo XV todo ello experimenta un cambio radical: el perdón ahora hay que comprarlo con dinero "constante y sonante". La salvación comienza a tener su precio en metálico, precio que por lo demás era bastante alto, lo que impedía que la mayor parte de los creyentes accedieran a esa modalidad, ya que vivían ajustadamente el día a día. Hay que recordar que la situación de Europa en lo económico y social era de una precariedad extrema. Incluso se “perfeccionó” el sistema, al añadir la Iglesia la venta de indulgencias para quienes ya habían fallecido, las que tuvieron un éxito fulminante pues sus parientes pensaban que con su compra les darían el empujón definitivo para que alcanzaran la salvación eterna por si aún no la habían logrado.

¿A qué se debió este cambio?  A que ahora la Iglesia necesitaba imperiosamente más, muchísimo  más, dinero para costear la licenciosa y desatada vida que llevaba el clero en Roma, con todos los Papas de la época dando el ejemplo. Además, algunos de ellos, requerían financiar pintores, escultores y arquitectos. Ya que había que obtener el “poderoso caballero” donde lo hubiere y puestos a vender lo que se pudiera a todo evento, el Papa León X Medici (hijo de Lorenzo "el Magnífico", quien movió sus hilos para que su retoño comenzara su andadura eclesiástica a los 13 años en que fue nombrado cardenal y como Pontífice, a los 37, momento en que se va a enfrentar con Lutero) confeccionó la Taxa Camarae, en la que se establecen las tarifas a pagar por los pecadores, las que una vez desembolsadas les permitirían quedar libre de polvo y paja. A continuación, el listado:

  1. El eclesiástico que incurriere en pecado carnal, ya sea con monjas, ya con primas, sobrinas o ahijadas suyas, ya, en fin, con otra mujer cualquiera, será absuelto, mediante el pago de 67 libras y 12 sueldos.
  2. Si el eclesiástico, además del pecado de fornicación, pidiese ser absuelto del pecado contra natura o de bestialidad, debe pagar 219 libras y 15 sueldos. Más si sólo hubiese cometido pecado contra natura con niños o con bestias y no con mujer, solamente pagará 131 libras y 15 sueldos.
  3. El sacerdote que desflorase a una virgen, pagará 2 libras y 8 sueldos.
  4. La religiosa que quisiera alcanzar la dignidad de abadesa después de haberse entregado a uno o más hombres simultánea o sucesivamente, ya dentro, ya fuera de su convento, pagará 131 libras y 15 sueldos.
  5. Los sacerdotes que quisieran vivir en concubinato con sus parientes, pagarán 76 libras y 1 sueldo.
  6. Para todo pecado de lujuria cometido por un laico, la absolución costará 27 libras y 1 sueldo; para los incestos se añadirán en conciencia, 4 libras.
  7. La mujer adúltera que pida absolución para estar libre de todo proceso y tener amplias dispensas para proseguir sus relaciones ilícitas, pagará al Papa 87 libras y 3 sueldos. En caso igual, el marido pagará igual suma; si hubiesen cometido incestos con sus hijos añadirán en conciencia 6 libras.
  8. La absolución y la seguridad de no ser perseguidos por los crímenes de rapiña, robo o incendio, costará a las culpables 131 libras y 7 sueldos.
  9. La absolución del simple asesinato cometido en la persona de un laico se fija en 15 libras, 4 sueldos y 3 dineros.
  10. Si el asesino hubiese dado muerte a dos o más hombres en un mismo día, pagará como si hubiese asesinado a uno solo.
  11. El marido que diese malos tratos a su mujer pagará en las cajas de la Cancillería 3 libras y 4 sueldos; si la matase, pagará 17 libras y 15 sueldos, y si la hubiese muerto para casarse con otra, pagará además, 32 libras y  9 sueldos. Los que hubieren auxiliado al marido a cometer el crimen serán absueltos mediante el pago de 2 libras por cabeza.
  12. El que ahogase a un hijo suyo, pagará 17 libras y 15 sueldos (o sea 2 libras más que por matar a un desconocido) y si lo mataren el padre y la madre con mutuo consentimiento, pagarán 27 libras y 1 sueldo por la absolución.
  13. La mujer que destruyese a su propio hijo llevándolo en sus entrañas y el padre que hubiese contribuido a la perpetración del crimen, pagarán 17 libras y 15 sueldos cada uno. El que facilitare el aborto de una criatura que no fuere su hijo, pagará 1 libra menos.
  14. Por el asesinato de un hermano, una hermana, una madre o un padre, se pagarán 17 libras y 5 sueldos.
  15. El que matase a un obispo o prelado de jerarquía superior, pagará 131 libras, 14 sueldos y 6 dineros.
  16. Si el matador hubiese dado muerte a muchos sacerdotes en varias ocasiones, pagará 137 libras y 6 sueldos, por el primer asesinato y la mitad por los siguientes.
  17. El obispo o abad que cometiese homicidio por emboscada, por accidente o por necesidad, pagará, para alcanzar la absolución, 179 libras y 14 sueldos.
  18. El que por anticipado quisiera comprar la absolución de todo homicidio accidental que pudiera cometer en lo venidero, pagará 168 libras y 15 sueldos.
  19. El hereje que se convirtiese pagará por su absolución 269 libras. El hijo de hereje quemado o ahorcado o ajusticiado en otra forma cualquiera no podrá rehabilitarse sino mediante el pago de 218 libras, 16 sueldos y 9 dineros.
  20. El eclesiástico que no pudiendo pagar sus deudas quisiera librarse de ser procesado por sus acreedores, entregará al Pontífice 17 libras, 8 sueldos y 6 dineros y le será perdonada la deuda.
  21. La licencia para poner puestos de venta de varios géneros bajo el pórtico de las iglesias será concedida mediante el pago de 45 libras, 19 sueldos y 3 dineros.
  22. El delito de contrabando y defraudación de los derechos del Príncipe costará 87 libras y 3 dineros.
  23. La ciudad que quisiera alcanzar para sus habitantes o bien para sus sacerdotes, frailes o monjas, licencia para comer carne y lacticinios en las épocas en que está prohibido, pagará 781 libras y 10 sueldos.
  24. El monasterio que quisiere variar de regla y vivir con menor abstinencia que la que le estaba prescrita, pagará 146 libras y 5 sueldos.
  25. El fraile que por su mejor conveniencia o gusto quisiere pasar la vida en una ermita con una mujer, entregará al tesoro pontificio 45 libras y 19 sueldos.
  26. El apóstata vagabundo que quisiere vivir sin trabas, pagará igual cantidad por la absolución.
  27. Igual cantidad pagarán los religiosos, así seculares como regulares, que quisieran viajar en trajes de laico.
  28. El hijo bastardo de un cura que quiera ser preferido para desempeñar el curato de su padre, pagará 27 libras y 1 sueldo.
  29. El bastardo que quisiere recibir órdenes sagradas y gozar beneficios, pagará 15 libras, 18 sueldos y 6 dineros.
  30. El hijo de padres desconocidos que quiera entrar en las órdenes, pagará al tesoro pontificio 27 librasy 1 sueldo.
  31. Los laicos contrahechos o deformes que quieran recibir órdenes sagradas y poseer beneficios, pagarán a la Cancillería apostólica 58 libras y 2 sueldos.
  32. Igual suma pagará el tuerto del ojo derecho; mas el tuerto del ojo izquierdo pagará al Papa 10 libras y7 sueldos. Los bizcos pagaran 45 libras, 3 sueldos.
  33. Los eunucos que quisieran entrar en las órdenes pagarán la cantidad de 310 libras y 15 sueldos.
  34. El que por simonía quisiera adquirir uno o muchos beneficios se dirigirá a los tesoreros del Papa, que le venderán ese derecho a un precio moderado.
  35. El que por haber quebrantado un juramento quisiere evitar toda persecución y librarse de toda otra infamia, pagará al Papa 131 libras y 15 sueldos. Además entregará 3 libras para cada tino de los que habrán garantizado.          

La atenta lectura de la Taxa Camarae evita el tener que describir la situación de la Iglesia y la sociedad en esa época y, especialmente, permite hacerse una idea cabal del estado en que se encontraba el Papado. Con eso y con mucho más, es con lo que se encontraría Lutero cuando obtiene el permiso para peregrinar a Roma en 1516, acompañado de otro monje de apellido Lang. Su intención era, in situ, despejar las dudas y rechazos que le asaltaban y planteárselos a quien correspondiese, además de cumplir con todos los obligados formalismos de quienes llegaban a Roma: visita las siete iglesias previamente indicadas, subir y bajar la Escala Santa y venerar sólo con su contemplación, una interminable colección de reliquias, entre otros. Durante su estadía de un mes en Roma, Lutero hizo eso y bastante más. Pero lo grave es que quedó escandalizado con el espectáculo de sodomía e impudicia que ofrecía la ciudad sede de la Iglesia y ella misma. Con su compañero inició el largo regreso a Wittenberg a donde llegó a comienzos de 1517 retomando sus actividades docentes, pero convertido en un ser diferente del que había partido el año anterior. Y después de algunos meses de profundo estudio e introspección, el agustino procede a redactar un documento plasmado en 95 tesis. La intención del autor era presentarlo para su análisis y discusión a profesores, clero e intelectuales. Y para que llegase a conocimiento de ellos, puso las hojas que contenían sus planteamientos en las puertas de la capilla del castillo de Wittenberg, el 31 de octubre. Veían así la luz, las famosas "95 Tesis". ¿Por qué la ubicación? Porque era el único lugar público en toda ciudad de la época, que permitía una amplia publicidad.

¿Por qué el formato? Porque era la manera al uso para las discusiones intelectuales.  ¿La intención del monje agustino? Ya se dijo más arriba: analizarlas y discutirlas con los pares que tuvieran interés en ellas. Le envió una copia a dos arzobispos, varios clérigos de renombre y a todos los príncipes alemanes. A continuación van  las ideas principales que se desprenden de él:

  • Dios no se fija en si nuestras acciones son buenas o malas. Lo único válido es el entendimiento personal con Él a través del estudio y lectura de la Biblia. En modo alguno se necesitan intermediarios (léase sacerdotes).
  • La confesión personal y ante un sacerdote es reemplazada por una confesión pública de toda la congregación de fieles. Únicamente la fe y no sus obras, salvará al hombre.
  • Solo hay dos sacramentos: bautismo y comunión.
  • No se acepta la supremacía del Papa en Roma. Lutero va a coincidir en ésto con la Iglesia Ortodoxa.
  • Se elimina el celibato eclesiástico. El mismo Lutero va a contraer matrimonio con la ex monja Catalina von Baer con la que tendrá cinco hijos. Al respecto hay que recordar que dicha norma no existió como tal en los primeros siglos de la Iglesia. Y que tampoco figura ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento. De hecho, los Apóstoles estaban todos mayormente casados y los primeros Papas también.
  • Se elimina el culto a la Virgen María y a los santos. Esto explica la austeridad del interior de las iglesias del culto protestante, donde no hay la profusión de imágenes, reliquias, cirios y ornamentos de los templos católicos y ortodoxos.

La inquietud surge casi automática: ¿Qué reacción tuvo la Iglesia ante la irrupción de Lutero?  Ninguna. Ella andaba “a su aire”, preocupada de asuntos absolutamente terrenales. No tenía tiempo ni interés para revisar las ideas que salieran de la mente de frailes que le debían obediencia ciega. Así, Roma dejó pasar tres preciosos años para enfrentarlo, hasta que el Papa León X lo excomulgó recién en 1521. Si lo que se pretendía era cortar en seco al el monje agustino, resultó un vano intento: la doctrina luterana ya se había ido propagando como una mancha de aceite por toda Alemania y el norte de Europa, donde la hicieron suya desde los campesinos resentidos del clero privilegiado y venal, hasta los poderosos príncipes alemanes. Estos últimos desafiaban desde hacía tiempo la hegemonía del Sacro Imperio Romano (en esos días gobernado por Carlos V), integrado por pueblos y razas muy diferentes entre sí.

Finalmente, triunfaron en su empeño, apoyando la gran mayoría de ellos a Lutero y terminando por adoptar el "protestantismo" como la religión oficial en sus dominios. Como último recurso para atraer al descarriado al redil, Roma le encomendó al Emperador que lo citase, cosa que éste hizo convocando a Lutero a la Dieta (Asamblea)de la ciudad de Worms. El que Carlos V fuese el comandado por la Iglesia para la convocatoria, se explica por el maridaje público y notorio entre las dos entidades: ambos se necesitaban para mantener el statu quo. La unión del trono con el altar, por lo demás, se pierde en la noche de los tiempos……. Volviendo a Worms, las acusaciones iban y venían  y nadie retrocedía ni un milímetro. En un momento, los partidarios de Lutero presentes protestaron airadamente y esa actitud suya llevó a que la doctrina que se discutía allí tomara el nombre de Protestantismo. El encuentro finalizó en un sonado fracaso y las partes siguieron cada una por su lado.

Para terminar, vale decir que la influencia de Lutero fue muy profunda y fue más allá del ámbito puramente religioso. Por ejemplo, él quería darle mayor importancia al canto en la misa. La iniciativa fue ampliamente aceptada y contribuyó al desarrollo de la música coral en Alemania, siendo Juan Sebastián Bach uno de sus más destacados exponentes con la composición de sus cantatas.

Y, como todo suele tener dos ángulos, no se puede obviar el hecho de que Lutero tuvo que presenciar la implementación de su doctrina en algunos lugares, en términos de un extremismo increíble. Nos referimos puntualmente al régimen teocrático que estableció el protestante Calvino en Ginebra, Suiza, ciudad que mantiene hasta hoy una marcada impronta calvinista.

De lo  que no alcanzó a ser testigo, fueron las cruentas Guerras de Religión que enfrentaron a católicos y protestantes en Europa a fines del siglo XVI y a la implementación de la Inquisición, organismo creado por la Iglesia Católica para velar por la pureza de su doctrina y perseguir a quien no la acatase.

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