Mala pinta

Columna
El Confidencial, 22.07.2019
Jorge Dezcállar de Mazarredo, Embajador de España
  • Trump no quiere otra guerra en Oriente Medio, cuando lo que desea es salir de ese avispero en el que su país lleva años enzarzado sin ningún éxito notable

La crisis con Irán está subiendo de tono y además se está extendiendo y eso solo beneficia a los más intransigentes de ambos bandos. Tras el derribo de un dron estadounidense que Irán afirma que violó su espacio aéreo, los EEUU han respondido con el envío al Golfo Pérsico de barcos y tropas y tras abatir, a su vez, un dron iraní.

Luego un petrolero iraní ha sido detenido por los británicos en aguas españolas, junto a Gibraltar, acusado de llevar petróleo de contrabando para Siria (sobre la que pesa un embargo del Consejo de Seguridad de la ONU), e Irán le ha devuelto el cumplido deteniendo y llevando al puerto de Bandar Abbas un petrolero de bandera británica al que acusa de navegar a contramano por el Estrecho de Ormuz, de haber apagado el GPS y de haber provocado un encontronazo con un pesquero.

Las noticias son contradictorias en cuanto al lugar de este último apresamiento, que los iraníes afirman que se hizo en sus aguas y los británicos en las de Omán. La última noticia habla de la condena a penas diversas (incluida la de muerte) a una presunta red de espías de la CIA que se habría descubierto en Irán.

No son buenas noticias porque las consecuencias, si esto se descontrola, las pagaremos todos en la factura del petróleo y en las bajadas de las bolsas y del comercio internacional.

Obama había logrado tranquilizar este frente gracias al acuerdo, trabajosamente logrado, entre la República Islámica y la Comunidad Internacional representada por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, más Alemania y la Unión Europea, por el que se limitaban durante un tiempo las posibilidades de que Irán se dotara del arma nuclear (un riesgo existencial para Israel) y de que se iniciara una carrera de armamento en Oriente Medio, que es una zona donde ya sobra.

Pero como decimos en castellano, dos no bailan si uno no quiere y lo mismo creen los angloparlantes cuando dicen que para bailar el tango hacen falta dos. Lo conocen pero no lo aplican porque desde que llegó Donald Trump a la Casa Blanca se dedicó a dinamitar unilateralmente el acuerdo por considerarlo muy malo, porque no impide que Irán se haga un día con la bomba y porque, además, ha contribuido a llenar los bolsillos de los iraníes y eso les permite hacer 'maldades' en otros lugares como Irak, Siria, Yemen o Líbano y dotarse de misiles poderosos.

Como consecuencia, Trump denunció unilateralmente el acuerdo sin que de nada sirvieran las inspecciones de la Agencia para la Energía Nuclear, que no paraba de afirmar que Irán cumplía con sus compromisos o los ruegos de los demás firmantes.

El año transcurrido desde que los EEUU denunciaron el acuerdo ha servido no solo para demostrar la paciencia de Teherán, como ellos dicen, sino la absoluta inoperancia de Europa en la esfera internacional.

Una fuerte cuesta arriba le espera a Josep Borrell para hacerse respetar en el mundo una vez que le confirme el Parlamento Europeo. Porque no nos toman en serio y con mucha razón porque, sin ir más lejos, no hemos logrado en este año transcurrido poner en marcha un mecanismo eficaz para contrarrestar las sanciones que Washington impone a Irán... y a todos los demás que no las acaten.

Ha quedado claro que son los EEUU los que dominan el sistema financiero, los fletes, los seguros, SWIFT y lo que haga falta. La impotencia europea es patética y nuestra oposición a Washington en este asunto no hace más que desnudarla ante el mundo.

Lo malo es que esto no acaba aquí y nadie sabe cómo va a hacerlo. Trump no quiere otra guerra en Oriente Medio, cuando lo que desea es salir de ese avispero en el que su país lleva años enzarzado sin ningún éxito notable, salvo la liberación de Kuwait de las garras de Saddam Hussein.

En esto, Donald Trump es más moderado que sus asesores Pompeyo y Bolton, que no ocultan sus ganas de cambiar por la fuerza, si es preciso, la antipática teocracia de los ayatolás.

Los iraníes, que no están locos, tampoco quieren una guerra porque saben que tienen todos los billetes para perderla y por eso calibran con mucho cuidado sus respuestas, de forma que permitan sacar pecho a los más radicales en su seno, pero con buen cuidado de no hacer nada irreversible que obligue a una respuesta fuerte de la otra parte.

En mi opinión, la detención de un petrolero británico es un error, como lo es el progresivo enriquecimiento de uranio por encima de los límites autorizados, porque tenderá a acercar a los europeos a las tesis norteamericanas.

Y la división entre Washington y Bruselas es una gran baza de Teherán. Pero lo peor es que ahora todos pueden desenfundar mientras miran a los ojos con el ceño fruncido y desde la seguridad de la barrera los israelíes, sauditas y emiratíes jalean al 'cowboy' yanqui que -no lo olvidemos- tiene elecciones pronto cuya consideración será sin duda prioritaria en cuanto decida hacer a partir de ahora.

Los de gatillo fácil son muy peligrosos porque es cierto que pueden golpear primero pero a veces, si son novatos, con las prisas se les engancha el revólver y se acaban pegando un tiro en su propio pie. No sería la primera vez. Y lo peor es que ese primer tiro, que seguramente nadie desea de verdad, puede dispararse incluso por la falsa percepción de que el otro va a desenfundar. Y, si eso ocurre, perderemos todos.

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