Miedo y desconfianza

Columna
La Tercera, 05.01.2017
Álvaro Matus, periodista

Todo indica que el acontecimiento cultural de este año será el centenario de la Revolución Rusa. Las universidades ya están organizando encuentros dedicados a revisar lo que fue la Unión Soviética y su enorme influencia a lo largo y ancho del planeta. Las editoriales no se han quedado atrás. A fines del año pasado, Debate publicó La Revolución Rusa, una suerte de clásico de Richard Pipes que no se encontraba traducido al español, mientras que en inglés hay varios títulos que están dando que hablar, entre los que destacan Caught in the Revolution de Helen Rappaport y Lenin on the Train de Catherine Merridale.

En realidad, es probable que por sus alcances históricos, sociológicos y políticos, la vida en la URSS haya sido el tema de los últimos 25 años. Al rescate editorial de Vasili Grossman o al Premio Nobel de Svetlana Aleksiévich, se suma la edición permanente de novelas, testimonios y trabajos históricos que, en muchos casos, trascienden las fronteras rusas.

Para hacerse una idea: Joseph Brodsky en su ensayo “Pieza de coleccionista” invita a imaginarse lo que era el hall del Hotel Nacional de Madrid durante la Guerra Civil. Junto a Malraux, Orwell y Hemingway estaban Kim Philby y Ramón Mercader. A este último, Padura le siguió los pasos en La Habana para convertirlo en protagonista de El hombre que amaba a los perros y de Philby, bueno, de Philby se ha hecho de todo. Fue el topo mayor. Un espía inglés que se ganó la confianza del líder de la CIA y trabajó para los soviéticos durante décadas. “El sueño de un escritor de novelas baratas hecho realidad”, escribe Brodsky en ese ensayo maravilloso que comienza interrogándose por qué la URSS sacó una estampilla con el rostro de Philby apenas dos años después de su muerte, y que termina analizando la política exterior soviética en Medio Oriente. ¿Por qué los países árabes no se convirtieron al comunismo, a pesar de todas las armas y el dinero que la URSS les pasó? La respuesta de Brodsky apunta a lo esencial, y es propia de un poeta: “La cultura del Libro no tolerará nunca otro libro, especialmente si está escrito por un judío”.

Uno de los mejores testimonios que se han publicado sobre la URSS es de Nadiezhda Mandelstam, viuda de Osip Mandelstam, para muchos el mayor poeta ruso del siglo XX. Contra toda esperanza arranca con el allanamiento a la casa y la primera detención de su marido, en 1934, luego de conocerse un poema contra Stalin que Mandelstam había recitado en círculos muy reducidos. El fin se produce cuatro años después, cuando Mandelstam muere en un campo de tránsito hacia Siberia, destruido sicológicamente por las alucinaciones auditivas, los ataques de miedo, la manía persecutoria. Entre medio está el exilio y el terror, pero sobre todo la desconfianza. Los aparatos de seguridad instalaron a un delator en cada puesto de trabajo, en cada vecindario, en cada familia. La desconfianza -y su hermana la mentira- privaron de vínculos verdaderos a generaciones completas y, a la larga, fueron el principal sustento del comunismo soviético.

No hay comentarios

Agregar comentario