Oportunidades que crea el derrumbe de la izquierda en América Latina

Columna
PanAm Post, 29.07.2018
Victor H. Becerra, secretario general de México Libertario
¿Una gran zona de libre comercio?

Frente a nuestros ojos, podría estarse configurando un proceso de implicaciones muy importantes, decisivas para nuestro futuro, sin apenas advertirlo.

Se trata de la intención de los dos bloques comerciales dominantes de la región (la Alianza del Pacífico y el Mercosur), de buscar una mayor integración y crear, en un futuro, una gran zona de libre comercio en la región (tras el fracaso del ALCA en 2005), lo que implicaría la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas entre los países miembros.

Así se anunció en la reciente XIII Cumbre de la Alianza, efectuada del 21 al 24 de julio pasado. Al respecto, recordemos que la Alianza del Pacífico se conformó en 2011 y, gradualmente, se ha venido consolidando como el bloque comercial más dinámico y abierto de la región, al cual se han integrado 52 países como observadores y cuatro naciones (Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Singapur) que están en negociaciones para formar parte de un nuevo esquema de estados asociados. En conjunto, la Alianza es la octava economía del mundo, absorbe el 41 por ciento de toda la inversión que llega a la región y es el quinto receptor de inversión externa directa a nivel global. Conforma un mercado de 220 millones de personas y constituye el 36% del PIB de América Latina y el 57 por ciento del comercio total de la región, habiendo desgravado un 92 por ciento de los productos comercializados entre los países miembros.

Frente a un contexto internacional marcado por el proteccionismo, la exclusión y un unilateralismo basado solo en el poder, la intención de relanzar la integración latinoamericana y dinamizar el multilateralismo interegional con Mercosur, junto con la zona Asia-Pacífico, puede ser el mejor eje estratégico para enfrentar este desafiante escenario mundial.

Una posible integración de ambos bloques concentraría el 90 por ciento del PIB de la región y de los flujos de inversión externa directa, y representaría un mercado de más de 500 millones de consumidores. Esa integración ayudaría a diversificar la estructura productiva y exportadora de la región, y a crear más eficientes economías de escala, a fin de aprovechar el explosivo crecimiento de las clases medias en Asia.

El camino hasta ese horizonte aún será arduo. Como señaló en la Cumbre el presidente uruguayo, Tabaré Vázquez: “No son bloques idénticos pero tampoco excluyentes”. Ambos bloques tendrán mucho por hacer y concluir en los próximos años, antes de plantearse dar pasos decisivos en la dirección planteada. Mas la intención política, por ahora, está dada, como indica la importancia simbólica que tuvo este primer encuentro de los presidentes de ambos bloques, que nunca antes había ocurrido.

Sin embargo, no debe perderse de vista que todo es intención, por ahora. Y todo puede cambiar, mañana. Al respecto, reparemos que faltaron dos de los cuatro presidentes del Mercosur, y que de los seis asistentes a la Cumbre, tres están a punto de dejar el poder en los próximos meses. Así que mucho dependerá de las políticas que decidan impulsar los presidentes que entrarán a ocupar su cargo próximamente, sobre todo en México y Brasil. En el caso particular de México, el desaire de Andrés Manuel López Obrador al no asistir a la Cumbre, a pesar de haber confirmado su asistencia, deja serias dudas sobre su real compromiso con el libre comercio y con la Alianza, aunque quizá todo pudo deberse a la posible presión de su base política para no reunirse con Michel Temer, el presidente brasileño.

La posible creación, a futuro, de una gran zona de libre comercio en América Latina sería un gran acontecimiento, si llega a concretarse, que redundaría en una mejora continuada de las capacidades productivas y económicas de nuestros países y sus sociedades. Al respecto, reparemos que todos los procesos de mejoras en productividad y bienestar del mundo fueron generados en épocas de libre competencia y comercio. Nunca en tiempos de proteccionismo, orientado solo a garantizar la demanda a quien no es competitivo. En América Latina necesitamos comercio y competencia para mejorar. Y la oportunidad está en el horizonte.

Finalmente, reparemos que esto es posible ahora gracias, en buena medida, al derrumbe de la izquierda populista en la región. Gobiernos como los de Correa en Ecuador, Lula y Dilma en Brasil, Chávez y Maduro en Venezuela o Evo en Bolivia eran activos enemigos del libre comercio y establecieron una agenda ideológica en el Mercosur y en otros organismos. Su derrota política, su desprestigio internacional y/o su debacle económica abrieron esta oportunidad, como lo ejemplifica la crítica situación hoy de la Unasur (la Unión de Naciones Suramericanas, creada por impulso de Chávez y Lula), que se debate entre la defección de sus miembros, la vacancia de su cuerpo directivo y el penoso desalojo de su sede central. Hoy la posibilidad de la integración latinoamericana pasa por la aceptación de la diversidad y la racionalidad económica, no por la uniformidad ideológica ni la politización de las relaciones.

Ojalá aprovechemos este impasse para avanzar; no sabemos cuánto puede durar. Algún día la izquierda populista regresará, porque la gente muchas veces olvida el pasado y se mueve al impulso del escándalo de moda, porque quiere novedades, aunque sea para desmejorar, porque mañana puede decir: Mejor Maduro que la decepción de lo que tenemos. Allí está el caso de México: los mexicanos olvidamos nuestro penoso pasado con el viejo PRI y al elegir a López Obrador, decidimos libre y alegremente darle una nueva oportunidad a las arcaicas prácticas, lógica y cultura de ese partido, bajo un nuevo nombre.

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