Por lealtad ¿qué esperan?

Columna
El Comercio (Ecuador), 07.11.2017
Francisco Carrión M., embajador (r) y ex viceministro de RREE ecuatoriano

La lealtad, para efectos de estas reflexiones, no es más que la fidelidad, gratitud y compromiso que tiene una persona hacia un líder y un grupo afín. Hacia un gobernante con el cual ha coincidido y coincide en sus ideas y acciones en un momento dado y que debe guardarle esos sentimientos de manera honesta y consecuente no solamente cuando tiene poder sino cuando ya no lo tiene en razón de la firmeza con la que comparte sus ideales.

Ahora que Alianza País se ha partido en dos, el valor de la lealtad adquiere una relevancia primordial a considerar respecto de sus líderes y de sus dirigentes. La división de AP es evidente y parece definitiva. Por un lado, un proyecto de una década encabezado por Rafael Correa con evidentes rasgos autoritarios, corruptos, contradictorios y desgastados que busca sobrevivir y; por otro, una distinta propuesta que aún no llega a los seis meses, liderada por Lenín Moreno, caracterizada por el diálogo, la búsqueda de consensos y, al menos, lo que parece una buena voluntad de corregir los errores de su antecesor y unir al país sumando adherentes de otros sectores cada día.

Al primero le siguieron una mayoría de cuadros salidos de la nada –ministros, subsecretarios, gerentes de empresas públicas, embajadores y demás- que disfrutaron grotescamente del poder y algunos se apropiaron ilegalmente de los gigantescos recursos públicos de que dispusieron.

Al segundo, sorpresiva y paradójicamente, le han seguido parte de los mismos cuadros que estuvieron con el primero y se encuentran ahora en primera línea, cuestionando abiertamente a Correa olvidándose que crecieron y se forjaron políticamente y colaboraron con él sin chistar.

Me cuesta entender cómo aquellos que se arrimaron entusiastas a Correa y le alabaron con fervor, que nunca le cuestionaron, que aceptaron “ser sumisas”, que apoyaron sus más desatinadas decisiones en DD.HH., educación, justicia, seguridad social, economía y demás, no sean coherentes con lo que creyeron y no se retiren de las funciones que ocupan en el nuevo gobierno, cuyo jefe está en virulenta confrontación con su antiguo líder –al extremo de que no pierde la esperanza de ver a su contrincante en la cárcel-. ¿Qué pasará por su mente? ¿Dormirán tranquilos? ¿Qué les dirá su conciencia? ¿Tendrán remordimientos? ¿Es tan persuasivo el poder?

Parece que sí, caso contrario ya habrían renunciado. Por la lealtad se mide en mucho al ser humano en sus valores. No sé qué esperan aquellos que sirvieron hasta hace muy poco al amo que vive en Bruselas para hacerse a un lado y no servir al enemigo, al que llama “traidor”, que hoy habita en Carondelet. ¡Y que no me digan que es por el proyecto! El de Moreno es distinto.

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