Recuerdos del Che (2 arts)

Gary Prado y el Che

Columna
Los Tiempos, 24.07.2016
Carlos D. Mesa Gisbert, historiador y ex presidente de Bolivia

“¡Asesino del Che!”. La frase lapidaria pretende resumir y descalificar de un plumazo la complejidad de un periodo y una persona, claves de nuestra historia contemporánea.

El 8 de octubre de 1967, el Che libró su último combate en la quebrada del Yuro (Churo). Era una inmolación. Ya desfalleciente y sin opción alguna, estaba acompañado de unos pocos guerrilleros en desbandada. El entonces capitán Gary Prado Salmón comandaba la compañía que lo enfrentó y lo derrotó. Prado capturó al jefe guerrillero y a sus camaradas, Guevara estaba vivo pero herido. Lo  trasladó a La Higuera y, como correspondía a su rango militar y a la subordinación a sus superiores, lo entregó vivo a los responsables de la División que tenía bajo su responsabilidad las operaciones en la zona. Guevara fue ejecutado al día siguiente por el suboficial Mario Terán.

Empecemos por decir que la total responsabilidad de la muerte de Ernesto Guevara les corresponde a quienes tomaron la decisión: el Presidente, René Barrientos Ortuño; el Comandante de las Fuerzas Armadas, general Alfredo Ovando Candia, y el Jefe de Estado Mayor General, general Juan José Torres Gonzáles.

Sobre los hechos, hay consideraciones que hacer en torno a la acción del Ejército de Bolivia y, en particular, a la del Capitán Prado. Las Fuerzas Armadas cumplieron su obligación constitucional (no es ocioso recordar que Barrientos era en ese momento Presidente constitucional, elegido con el 67% de los votos en 1966) de defender el territorio y la soberanía nacional ante la presencia de un grupo armado, integrado por extranjeros y bolivianos, cuyo objetivo era la toma del poder y el control político y militar del país. Completaron exitosamente su objetivo y derrotaron a la guerrilla del Che. El sangriento corolario de esa operación fue la decisión política de matar al Che sobre la premisa de que mantenerlo con vida complicaba el manejo internacional de la cuestión, dada la relevancia mundial de Guevara.

El capitán Prado, como oficial de nuestro ejército, cumplió su deber al enfrentar y capturar a una de las figuras más importantes de América Latina en el siglo XX. Su actuación no sólo merece respeto sino admiración. En cualquier país sería considerado como un héroe nacional.

Quienes creyeron que el Che representaba los más altos valores revolucionarios y encarnaba la idealizada imagen del hombre nuevo, tienen derecho, tanto dentro como fuera de Bolivia, de considerar que la acción del Gobierno de Barrientos y la de nuestras FFAA, con el asesoramiento militar de EEUU y la participación directa de la CIA, debe ser acremente censurada. Ni qué decir de la decisión de los tres generales de la cúpula político-militar del país de ejecutar fríamente a un prisionero herido.

La pregunta ante este dilema es muy simple, ¿qué haría hoy un Presidente boliviano ante la presencia de un contingente guerrillero cuyo objetivo es la toma del poder por las armas? ¿Consideraría sus móviles ideológicos y la mayor o menor justeza de sus demandas para decidir si se enfrenta ese contingente o no? Para un oficial de las FFAA, ¿el respeto por el enemigo y su causa, lo eximen de su obligación de soldado de combatirlo y derrotarlo?

Es tiempo de terminar con la retórica fácil a casi medio siglo de un hecho que nos marcó a todos y colocar las cosas en su exacto lugar. El Gobierno y el Ejército hicieron lo que tenían que hacer y derrotaron a la guerrilla, que era su objetivo y su obligación. El Che fue asesinado y esa decisión que puede explicarse es injustificable, pero aún recordando que admiré profundamente a Ernesto Guevara y, como el  adolescente que era entonces, me conmovió hondamente su muerte (vivíamos tiempos en que la teología de la liberación hacia una cierta identificación del Che con Cristo), debo distinguir mis ideas personales de la razón de Estado. Censuro el asesinato, por supuesto; pero reconozco que el Ejército de Bolivia —como diría Marzana— cumplió con su deber.

Gary Prado, por ello, merece todo mi respeto, pero no sólo por lo que hizo en 1967, sino porque fue un destacado oficial institucionalista que se enfrentó a la dictadura de Banzer y que promovió el retorno a la democracia. Prado, junto a otros jóvenes oficiales, formó parte del Gobierno del general David Padilla, que derrocó a Juan Pereda con un sólo objetivo que cumplió, convocar inmediatamente a elecciones (que se realizaron en junio de 1979) y entregar el poder a un Presidente civil. El 8 de agosto le colocó en el pecho la medalla presidencial a Walter Guevara Arce.

Pero el general Prado ha tenido también tiempo para la labor intelectual. Ha escrito dos libros imprescindibles. El primero, “La Guerrilla Inmolada” que es el mejor libro desde la perspectiva militar boliviana sobre la aventura del Che. Equilibrado, respetuoso y muy claro, permite entender el fracaso del “condottiero del siglo XX” en Bolivia. El segundo, “Poder y Fuerzas Armadas” es un lúcido trabajo sobre el rol y la estructura de las FFAA en la segunda mitad del siglo XX. Muchas de sus reflexiones tienen plena actualidad hoy.

Gary Prado es, no me cabe la menor duda, un ser humano digno, un militar de honor y un ciudadano al que el país le debe mucho.

El Che y Gary Prado Salmón

Columna
La Razón, 26.07.2016
Yuri F. Tórrez, cientista político, sociólogo y comunicador social boliviano

Aquel 8 de octubre de 1967 en la Quebrada del Yuro fue el último combate guerrillero de Ernesto Che Guevara. Quedó herido de bala en la pierna izquierda y junto a su compañero Willi fue apresado por el sargento Bernardino Huanca. Posteriormente, el capitán de los rangers bolivianos, Gary Prado Salmón, lo identificó, le ató las manos a la espalda y mandó un radiograma a Vallegrande informando la captura del mítico guerrillero argentino-cubano.

Desde aquel momento, la muerte del Che y la vida de Gary Prado se enlazaron inexorablemente, alcanzando incluso dimensiones fantasmagóricas. En 1981, Prado Salmón quedó paralítico debido a una herida en la columna por un disparo que devino de una mala manipulación de armas protagonizada por uno de sus camaradas. La fábula popular habló entonces de la “maldición del Che”.

Hace unos días, aquella simbiosis retornó en la agenda mediática, a raíz de un tuit del presidente Evo Morales, en el que acusa al general retirado de ser el “asesino del Che”. Ese tuit vino a propósito del juicio que Prado Salmón enfrenta por supuestos vínculos con el húngaro-croata Eduardo Rózsa, acribillado en un operativo policial al interior de un hotel cruceño, al parecer para desmantelar el grupo irregular que comandaba. Al grupo de Rózsa se le acusa de delitos de terrorismo y alzamiento armado, que buscaban “separar” Santa Cruz de Bolivia. Entre las pruebas de la acusación contra el militar están unas fotografías donde aparece junto a Rózsa. El implicado niega tal acusación, arguyendo que esas imágenes son parte de una entrevista periodística que le hizo el húngaro-croata a propósito de la captura del Che.

Últimamente la malograda salud con la que Prado Salmón enfrenta las constantes audiencias propició que varios personajes, entre ellos ex oficialistas, pidan una amnistía para él. El Presidente respondió con un tuit que generó aspaviento mediático: “Jerjes del socialismo, Chato guerrillero y Sánchez Berzaín el zorro defienden a Gary Prado Gral. de dictadura, asesino del Che y separatista” (sic). Muchos periodistas y opositores tomaron literalmente la acusación del Mandatario. Desde Miami, Carlos Sánchez Berzaín, indignado por haber sido asociado con ex oficialistas, se solidarizó con el militar.

Efectivamente Gary Prado no fue quien apretó el gatillo para asesinar al Che. Mas aún, si así hubiese sido, no constituiría un delito, porque lo habría hecho en cumplimiento de órdenes de la cúpula militar encabezada por René Barrientos. El propio Gary Prado en uno de sus libros escribió: “El Juicio a (Regis) Debray ya se estaba convirtiendo en una molestia (para el Gobierno), por sus repercusiones internacionales, las que serían definitivamente peores si se procesaba al jefe de la guerrilla”. De allí la razón para determinar su muerte. Entonces, tomar literalmente lo que escribió el Presidente tiene un apetito político.

Más bien, a dos años de conmemorarse los 50 años de la presencia de la guerrilla guevarista en Bolivia, el tuit presidencial abre un debate añejo en torno al “asesinato” del Che. No es casual que Sánchez Berzaín, en su mensaje de solidaridad con Prado, reprodujo aquel argumento chauvinista esgrimido por el gobierno barrientista y los sectores conservadores respecto a que “el Che era un extranjero que vino a matar bolivianos”. En esta trama, sin duda Gary Prado es un beneficiario de las repercusiones de la presencia de la guerrilla guevarista en Bolivia, así sea como maldición. Al parecer el Che, como si se tratase de un espectro hamletiano, sigue atormentando a sus captores.

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