Referendos

Columna
La Opinión de Málaga, 08.10.2018
Jorge Dezcállar de Mazarredo, Embajador de España

No es que sea contrario a los referendos pero es que se hacen mal, no se informa bien a los ciudadanos, se manipulan y así pasa luego lo que pasa. Los separatistas catalanes organizaron uno hace un año y lo ganaron porque solo votaron ellos, dejando claro que los independentistas querían la independencia porque los demás catalanes (mayoría) no se molestaron en acercarse a las urnas chinas que se habían escondido en iglesias. No hacía ninguna falta hacerlo pero engañaron, hicieron trampas, aquello no fue un referéndum sino una charlotada a la que un error del Gobierno, que diría Talleyrand, dio la épica que deseaban los convocantes. Un año después proliferan en Cataluña las plazas del 1 de Octubre en recuerdo de aquella jornada heroica. Van de victoria en victoria hasta la derrota final y tampoco en esto son diferentes. Anteriormente no se ganaron otros referendos sobre la independencia de Escocia o de Quebec que no se parecían en nada al 1-O porque se hicieron de acuerdo con la ley y fueron democráticos.

En cambio, nuestra Constitución que fue aprobada en un referéndum serio por el 91,81% de los españoles es hoy rechazada por algunos con una frivolidad asombrosa. Conviene recordar que en Barcelona la apoyó el 91%, en Girona el 85,49%, en Tarragona el 91,7% y el Lleida el 91,9%%. Es curioso que hoy la rechacen los mismos que ensalzan el esperpento del 1-O. La política arrincona a la democracia.

En 1981, los militares uruguayos hicieron un referéndum sobre la continuidad de la dictadura militar. Los uruguayos, que tienen una de las mayores tradiciones democráticas del mundo, aprovecharon para decirles que NO, que lo que estaban deseando era perderlos de vista. Aquellos militares y sus valedores de la dictadura argentina de Videla no se explicaban que la gente no les quisiera, tan alejados estaban de la realidad. Pero hay que reconocer en su honor que organizaron un referéndum con garantías. Y lo perdieron. Los militares respetaron el resultado y poco tiempo después la democracia regresaba al Uruguay. También Pinochet perdió en 1988 en referéndum que convocó para perpetuarse en la presidencia de Chile al amparo de la Constitución no democrática que había hecho aprobar ocho años antes. Ahí los referendos tenían sentido porque no había parlamentos libres.

El gobierno de Colombia convocó un referéndum para preguntar a la población si les parecía bien el acuerdo negociado tras cincuenta de guerra con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). No era necesario hacerlo. Los colombianos lo rechazaron y el presidente Santos siguió adelante tras introducir algunos cambios en su texto, que ha quedado debilitado. Hoy los guerrilleros desmovilizados tratan de integrarse en la vida civil e incluso participan en el Parlamento (no consiguieron superar el umbral mínimo de escaños que les garantiza temporalmente el Acuerdo de Paz) mientras otros, desilusionados con las dificultades de su nueva vida, regresan a la clandestinidad y al negocio de la cocaína.

El referéndum del brexit ha sido una monumental metedura de pata de los británicos. Para tapar fisuras en su partido, el primer ministro David Cameron ha dividido al país en dos mitades enfrentadas hasta el punto de que unos, en un extremo, prefieren salir de Europa sin acuerdo si es preciso, a pesar de los enormes inconvenientes que eso tendría, mientras que otros quieren un segundo referéndum que les permita echar marcha atrás y seguir en la UE. Hoy el Reino Unido muestra una fractura social muy profunda que tiene que ver con la geografía, la educación, el nivel de ingresos, y la misma edad. Y ni siquiera ha sido un referéndum fiable porque se han demostrado injerencias rusas para influir en el resultado. Esperemos que se logre un entendimiento in extremis que permita un divorcio amigable y que evite enormes trastornos para todos (comercio, visados, turismo, residencia, aviones...). Pero de momento los británicos ya saben que votaron engañados.

Igual que les ha pasado a los macedonios, o como se llamen ahora, que ni ellos lo saben. FYROM (siglas en inglés para designar a la Antigua República Yugoslava de Macedonia) mantiene un contencioso de muchos años con Grecia sobre el nombre. Macedonia es para Grecia la patria de Alejandro Magno, un territorio irredento y aunque no ha tenido más remedio que aceptar su independencia, no quiere que también se lleve el nombre. En FYROM hicieron un referéndum el domingo pasado para proponer a la ciudadanía el nombre de ´Macedonia del Norte´, logrado tras dura negociación con Grecia. Era un paso importante porque le abriría la vía para pedir la adhesión a la Unión Europea y a la OTAN y eso es algo que no gustaba nada a Moscú, que según indicios habría difundido información engañosa asustando a la gente con objeto de que votaran ´No´. Lo que se llama desinformación. No lo ha conseguido porque el SÍ ha ganado, pero los ciudadanos han quedado tan desconcertados que más de la mitad de los censados se quedaron en casa, algo sorprendente en una consulta tan importante. Todavía discuten si el resultado vale o no.

Por eso creo que los referendos hay que hacerlos con garantías, prepararlos muy bien informando con claridad a la ciudadanía, y aún así son fácilmente manipulables y pueden trastocar el resultado de asuntos que son tratados con mayor rigor en los parlamentos. Que para eso pagamos a quiénes allí nos representan. ¡Que trabajen!

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