Suicidio de Alan García

Columna
La Tercera, 18.04.2019
Samuel Fernández Illanes, abogado (PUC), embajador (r) y profesor (U. Central)

El Ex Presidente del Perú, en dos oportunidades, Alan García, ha tomado la drástica decisión de quitarse la vida, antes de ser apresado, preventivamente, y justo cuando llegaban a su domicilio para encarcelarlo. Una decisión trágica, de uno de los políticos importantes del Perú, que ciertamente traerá múltiples repercusiones, no obstante que su Partido, el APRA, estuviere con escasa gravitación actual en la siempre cambiante política peruana. Sin embargo, una personalidad como la de Alan García, estaba lejos de haber desaparecido y menos transformarse en algo intrascendente. Ya lo había experimentado entre el primero y el segundo de sus mandatos, y nuevamente resurgía. Eran muchas las dotes que tenía, como gran orador, culto y sagaz, que sabía ubicarse en el momento justo y representar lo que, en ese momento, deseaba el electorado y posicionarse como figura presidenciable. Sus partidarios, con justa razón, lamentan su perdida y acusan, como lo venía haciendo el propio García, de ser víctima de una persecución feroz.

No obstante, hay que separar la decisión de suicidarse de las acusaciones de corrupción, apropiación ilícita, y lavado de activos, que llevaban adelante los tribunales peruanos desde hacía tiempo. Justo el día anterior, en una última entrevista de prensa televisada, el propio Alan García reclamaba que, luego de decenios, nunca le habían probado fehacientemente los crímenes imputados y que sólo se trataba de delaciones interesadas, sin fundamento, ni en la causa ni en los hechos, pues su situación económica y privada, había sido exhaustivamente revisada, y que no se había encontrado nada incriminatorio. De manera velada, expresaba que de suceder su apresamiento judicial, se cometería una injustica que le sería inaceptable. Ha sido lo que justamente decidió, no aceptando, al precio de su propia vida, el verse encarcelado y vejado en un juicio que posiblemente habría tardado años. El papel que reclamaba frente a la historia de su país, no le dejaba otra salida.

Por cierto, la misma historia será la que le juzgue y determine, legalmente y con todos los antecedentes necesarios, si es totalmente inocente, o las denuncias han tenido fundamento. Pero ello ya sin su presencia, que naturalmente, por la carga afectiva y emocional de su decisión, lo podrá situar para sus partidarios, como un verdadero mártir y una víctima inocente, de tan graves delitos, y de evidente persecución del actual Gobierno. Todo lo cual se manifiesta en un particular momento de la política peruana, con todos los Ex Presidentes de la República, mas algunos de sus familiares cercanos y colaboradores de sus administraciones, juzgados, en prisión, o acusados de corrupción, sea por la empresas transnacionales, o de  varias internas, siguiendo prácticas arraigadas largamente en el país. Una situación sumamente comprometedora para muchos políticos peruanos, encabezados por los Ex Presidentes.

El actual Gobierno del Presidente Vizcarra ha procurado cumplir a cabalidad, uno de sus objetivos más demandados por la población, que es el término de la corrupción generalizada y las sanciones ejemplares a sus culpables. De ello depende, en buena medida, el éxito o fracaso de la administración, entre muchos otros problemas que atender y dar solución. Luchar contra el desprestigio generalizado, y la enorme desconfianza imperante, sólo pueden enfrentarse con medidas claras y la aplicación severa de la justicia legal. Así lo han comprendido los Tribunales y Jueces, a quienes se les atribuye un manejo extremadamente rígido, con prisiones preventivas inmediatas, aún antes de terminar las indagatorias o el juzgamiento. Se argumenta que así a sucedido con Alan García, y de ahí su reacción extrema.

De igual manera, se puede considerar que el propio García dejó dudas de su completa inocencia, cuando entre sus dos gobiernos, estuvo largamente en Europa fuera del alcance de la justicia peruana, o no hace mucho, cuando intentó, fallidamente, asilarse en Uruguay, permaneciendo por un tiempo breve, como huésped de la Embajada en Lima. Uruguay no lo estimó procedente, por no calificar su persecución de exclusivamente política, y debió abandonar la sede.

Como a lo largo de su vida de trascendente político peruano, como ahora, luego de terminar con su vida, la figura de Alan García no dejará indiferente a nadie. Sólo los hechos y el tiempo, podrán dar el verdadero valor a sus acciones y a su obra, y juzgarlo con objetividad, frente a la ciudadanía peruana y a su memoria.

No hay comentarios

Agregar comentario