Teatinos 180, ¿un presente griego?

Columna
El Líbero, 12.01.2018
Jorge Canelas U., embajador (r) y director de CEPERI

A pocos días de que se dé a conocer la conformación del gabinete ministerial de un nuevo gobierno, suelen desatarse todo tipo de rumores, apuestas y especulaciones en torno a los nombres que podrían estar entre “los elegidos”. Hay distintas nóminas, partiendo por la de “los posibles”, para luego pasar a “los probables” y rematar con “los fijos” Como en el fútbol, cada cual tiene su “alineación ideal”, elaborada de acuerdo con las informaciones más o menos fundamentadas que proporcionan los medios, a lo cual se agregan los infaltables “datos de fuentes cercanas” y cosas por el estilo. Pero todo esto no pasa más allá de ser un ejercicio puramente especulativo, un deporte nacional que se practica cada cuatro años.

Por lo anterior, no nos sumaremos al coro de chismes y rumores que, con seguridad, arreciará mientras más se acerque la fecha del anuncio. Estamos entre quienes esperan con un fundado optimismo la nominación de los ministros, y con buenas razones, partiendo por el simple hecho de que la base de comparación —con los promedios dejados por el gobierno saliente— de por sí hace que las expectativas de una mayor eficiencia y capacidad estén razonablemente cubiertas por el gabinete entrante. Las diferencias entre los equipos programáticos y de conducción política de los contendores en la segunda vuelta dan una idea de la capacidad desarrollada por el Presidente electo para formar y liderar grupos de calidad.

No nos preocuparemos del nombre, entonces, sino de las tareas que deberá enfrentar quien llegue a Teatinos 180, nuestra Cancillería. A diferencia de lo que sucede con otros ministerios, como el de Salud, por ejemplo, donde siempre será altamente probable que lo dirija un médico (o por lo menos una persona con “estudios de medicina”, como hubo un caso), o el de Hacienda (que con toda seguridad será dirigido por un competente economista), en Chile se ha dado casi como una regla que la designación de ministro de RREE recaiga en profesionales de diversas áreas, excepto la diplomacia. En toda su historia, Chile sólo ha tenido dos cancilleres provenientes de la carrera diplomática (los abogados son quienes siguen teniendo mayor probabilidad de llegar al cargo). Pero la historia reciente indica que no pueden descartarse los economistas o los profesores de inglés, entre otras profesiones.

Sea quien sea el próximo canciller, deberá hacerse cargo de pesadas responsabilidades, algunas de las cuales presentan complejidades poco usuales, como enfrentar dos fallos de la Corte Internacional de Justicia sobre litigios en curso, por la demanda marítima boliviana contra Chile y por el reclamo que nuestro país presentó contra Bolivia por las aguas del río Silala. El primer caso ya está avanzado, pero aún falta por preparar y conducir debidamente la importante instancia de los alegatos orales.

Los desafíos regionales no serán menos importantes para el futuro canciller, pues América Latina pasa por cambios y definiciones que entre 2018 y 2019 podrían modificar sustancialmente el mapa político de la región. Hay situaciones críticas como la de Venezuela, pero también hay otras en desarrollo, como será la evolución de una potencial crisis institucional que se incuba en Bolivia y la incertidumbre política de la cual aún no sale Brasil. Todo esto pondrá a prueba la capacidad de nuestra diplomacia para articular acuerdos, sellar alianzas y ejercer acciones colectivas en nuestro sistema vecinal y para-vecinal. La creciente complejidad que puede alcanzar la situación internacional obliga a pensar en la necesidad de fortalecer la institucionalidad interna, así como en profundizar la coordinación inter-agencial que mantiene el Ministerio de Relaciones Exteriores con las instituciones encargadas de la seguridad y la defensa.

Entre los desafíos internacionales en materia de seguridad no se puede soslayar el incremento exponencial del narcotráfico, que presiona y tensiona las zonas fronterizas del norte de nuestro país; y tampoco será posible continuar eludiendo el fenómeno de la inmigración, que ya está llegando a niveles críticos, con potencial de transformarse en inmanejable.

Todo lo anterior —y refiriéndonos solamente al entorno vecinal y regional— refleja cómo se han acumulado situaciones internacionales de alta complejidad que no serán de fácil manejo, lo que hará que la labor del próximo canciller sea notoriamente distinta a de sus antecesores recientes. De partida, ninguno antes debió enfrentar al mismo tiempo dos fallos de la Corte Internacional de Justicia. En un escenario global crispado, con embates de proteccionismo comercial, focos de terrorismo y otras amenazas emergentes, quien se haga cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores bien podría estar recibiendo un poco grato “presente griego”.

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