Un lugar en la historia

Columna
Correo del Sur, 11.01.2017
Alberto Zelada Castedo, abogado (U. de San Francisco Xavier) y profesor Derecho Internacional (UASB)

Después de ocho años como presidente de los Estados Unidos, Barack Obama retornará a la vida privada sin dejar de ser, al mismo tiempo, una personalidad pública demandada por centros académicos y otras organizaciones interesados en cosechar frutos de su experiencia. Con seguridad pasará a la historia como el primer presidente de origen afroamericano. Sin embargo, no pocas de las realizaciones de su gobierno le otorgarán también su lugar en la historia contemporánea del país.

Existen varios puntos de vista sobre el “legado” de Obama. Por ejemplo, en un comunicado de la Casa Blanca publicado ayer en el boletín de la Voz de América, se destacan los siguientes logros de su presidencia: 1) La caída de la tasa de desempleo desde 7.8% hace ocho años hasta 4.6% en este momento, 2) La reducción del número de personas sin seguro de salud del 16% en 2010 al 8.9% en 2016, 3) La reducción de las tropas estadounidenses en Irak y Afganistán, 4) La adopción de las leyes de igualdad en el matrimonio en todo el país, y 5) La eliminación de Osama Bin Laden. Esta enumeración no resulta, por supuesto, exhaustiva, pues deja de lado otros no menos importantes logros.

Que el presidente tuvo, en todo momento, clara conciencia de su rol frente a la historia, no cabe ninguna duda. “Estamos en este planeta –dijo en 2014 en una entrevista para la revista The New Yorker– durante un tiempo bastante breve” y, por consiguiente, “no podemos rehacer enteramente el mundo durante el breve período de tiempo que tenemos”. A pesar de esto, subrayó, “nuestras decisiones importan”.

Para Manuel Castells, autorizado conocedor de la realidad estadounidense y reconocido introductor a la mejor comprensión de la llamada “era del conocimiento”, Barack Obama es el “presidente más progresista que ha tenido Estados Unidos desde John F. Kennedy”. Sus políticas han “mejorado al mundo y a su país”. Por esta circunstancia, es paradójico que tras él haya sido elegido Donald Trump, mucho más “si recordamos que Obama también fue un candidato apoyado por la gente contra el establishment”.

Otro reconocido observador, Marc Bassets, de El País de Madrid, piensa que Obama puede exhibir, como mínimo, dos éxitos en política nacional y tres en política internacional. En el plano interno se destacan, en primer lugar, el “plan de estímulo fiscal, el conjunto de inversiones y rebajas de impuestos” adoptados por el Congreso en 2009 y, en segundo lugar, la “reforma sanitaria” conocida como Obamacare que ha dado cobertura a más de 20 millones de personas de las 50 que no la tenían. En el plano de la política exterior y de la seguridad se destacan la muerte de Osama Bin Laden, la sustancial reducción de la presencia militar estadounidense en Irak y Afganistán, la reapertura de las relaciones diplomáticas con Cuba y el acuerdo con Irán para frenar su programa nuclear. Por estas y otras realizaciones, Obama bien puede ser considerado tanto un “realista” como un “idealista” o, en otro sentido, un “pragmático pero con una visión universal”.

Como realizaciones características de la presidencia de Obama, tienen que ver con la economía, varios indicadores, al término de la gestión presidencial, son elocuentes. Hace ocho años el índice Dow Jones de la Bolsa de Valores de Nueva York luchaba para mantenerse en un nivel de 8.000 puntos, mientras que a fines de 2016 alcanzaba un histórico nivel de 20.000 puntos. También hasta 2016, el producto interno bruto sumó 16,7 billones de dólares, un 12% más que en 2008. A lo largo de este período, la tasa de crecimiento económico alcanzó, en algunos momentos, cifras superiores al 3.4%. Al inicio del período presidencial, la población ocupada era de 133,7 millones de personas y, muy poco después, la tasa de desocupación superó el 10%. En este momento, esta misma tasa está por debajo del 5%. Por último, el déficit público descendió en un 60% gracias al efecto combinado de mayores ingresos y menores gastos. La deuda pública, en cambio, subió de 10,6 billones a 19,9 billones de dólares.

El legado de Barack Obama está integrado, también, por asuntos o cuestiones pendientes, no resueltas o, en algunos casos, resueltas parcialmente. Una es la relativa a la prisión de Guantánamo, que el presidente prometió cerrar. Otra a la nueva legislación sobre migración y a la situación de los indocumentados. Otra a las todavía difíciles relaciones interraciales, en especial entre negros y blancos. Una última al ajuste de la presencia de los Estados Unidos en un nuevo orden internacional cargado de nuevos desafíos e incertidumbres.

Para David Greenber, profesor de historia en la Universidad Rutgers, el sitio de Obama en la historia de los Estados Unidos está todavía en discusión. No hay que olvidar, subraya, que “la reputación cambia como cambian los acontecimientos, las condiciones y el criterio con los que se juzga a los líderes”. Sus admiradores y detractores discutirán sobre si su presidencia ha sido un éxito o un fracaso. Pero, “cuál de esos juicios prevalecerá dependerá de acontecimientos imposibles de prever”.

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