Un mundo sin los Estados Unidos

Columna
El Líbero, 22.01.2018
Juan Salazar Sparks, embajador (r) y director ejecutivo de CEPERI

Opera Mundi

Donald Trump, el Presidente más irracional en la historia moderna de los Estados Unidos, no sólo está polarizando a los norteamericanos y arruinando la democracia de su país, que lo llevan al aislamiento (nacionalismo, racismo y xenofobia), sino que ha abrazado todas las causas internacionales negativas (antiglobalización, anti cambio climático, iliberalismo, proteccionismo).

Por un lado, las decisiones del Presidente en política exterior amenazan con atizar varios conflictos mundiales o regionales, especialmente con China, Rusia, en el Medio Oriente, el Golfo Pérsico o la península de Corea. Y, por el otro, comienza a vislumbrarse un nuevo sistema internacional con actores hegemónicos globales distintos y sin el rol estabilizador de los EEUU.

 

¿Quién es Trump?

Donald Trump es un hombre de negocios volcado a la política, impulsivo, desmesurado, salvaje y duro. Odia los circunloquios y las presentaciones le aburren; su gusto por la TV lo lleva todo al plano mediático. Como un showman consumado, tiene gran autoestima y es muy ególatra. Se trata de un Presidente que ha convertido su mandato en un espectáculo global. No duda, no calla, no transige, pero es igualmente inestable y errático. Y cuando percibe una amenaza se pone violento, porque para él la mejor defensa es el ataque.

Lamentablemente, como Presidente ha agudizado todas las aristas que él demostrara en el negocio inmobiliario y en su vida farandulera. Con incontinencia verbal, irreflexión, groserías y hasta insultos, el multimillonario sigue en campaña y, por ello, su conducta presidencial genera perplejidad. El gran problema es que ahora, desde la Casa Blanca, él está haciendo temblar al mundo (“Mi botón nuclear es mayor que el tuyo”, le dijo a Kim Jong un).

Muchos se preguntan cuáles son sus verdaderas condiciones. Hay quienes lo consideran un ignorante, otros lo tratan como “niño grande”, y no faltan quienes creen que es un payaso. La realidad pareciera ser que, con tan poca concentración, Trump sólo ve el mundo en blanco y negro. Así y todo, detrás del Presidente no hay una ideología concreta, un plan estratégico, ni tampoco un propósito oculto. Tampoco es un genio de la distracción o de la persuasión. En apariencia, no pretende el poder por el poder, ni amenaza con transformarse en un dictador. A simple vista, es un viejo mezquino que se clava frente al televisor para ver su propio show, ignorando a sus críticos y deleitándose con sus seguidores.

 

El juicio final de los norteamericanos

Este tipo de dirigente político puede producir mucho daño a su país. Por eso, habrá que ver cómo reaccionan los ciudadanos. En la búsqueda incesante por conocer y entender a Donald Trump los norteamericanos se reparten hoy entre un 40% de aprobación popular (incluyendo una base dura de votantes a los que van dirigidos los mensajes sobre aislacionismo y migración) y un 60% restante de opositores variopintos (incluyendo los grandes medios y la clase política). La gran incógnita es saber si Trump conseguirá terminar su gobierno, pudiendo distinguirse entre la posibilidad de ser un Presidente de solo un mandato (tipo Jimmy Carter), o bien, que ante una crisis determinada sea sometido a un impeachment (o una situación a la Nixon).

Cabe hacer notar que la clave estará en el apoyo final del Partido Republicano. Si bien éste ha estado perdiendo las últimas elecciones estaduales y parlamentarias, todavía no se quiebra internamente con respecto de Trump y, por lo tanto, no tendría viabilidad un juicio político. Con todo, ha aumentado el debate sobre la posible incapacidad mental de Trump entre los parlamentarios estadounidenses, algunos de los cuales lo denuncian por incompetencia, por ser “nada fiable” y por el peligro de llevar al mundo a “una tercera guerra mundial”.

Si Trump fuese juzgado, asumiría el vicepresidente Mike Pence, un conservador de bajo perfil, pero con mejores conexiones con las empresas, el Congreso y el establishment.

Con un Presidente que se maneja a través de tuits y un Ejecutivo funcionando sin liderazgo (varios asesores cuestionados, vacancias en distintos niveles del gobierno y un Departamento de Estado que está siendo abiertamente desmantelado), por ahora el único control en la Casa Blanca es el “triunvirato militar” constituido por el Jefe de Gabinete y ex general de los Marines, John Kelly, el Secretario de Defensa general retirado Jim Mattis, y el Asesor de Seguridad Nacional y ex teniente general H.R. McMaster, quienes procuran manejar las cuestiones más agudas de seguridad internacional (Corea del Norte, Afganistán, Siria), mientras el Presidente se dedica a la agenda interna.

 

Nihilismo y aislamiento

Howard LaFranchi

Donald Trump se ha constituido en una suerte de agente provocador dispuesto a alterar el orden mundial. Diversas políticas y acciones suyas han desestabilizado los equilibrios de poder en el mundo, socavando de paso el tradicional liderazgo estadounidense en el sistema internacional. Ello, por dos razones principales: el creciente aislamiento de los EEUU, o bien, porque otras superpotencias están llenando su vacío (China y Rusia).

A vía de ejemplo, al reconocer a Jerusalén como capital de Israel e instruir que se traslade allí la embajada estadounidense Trump no sólo ha roto el consenso internacional sobre la materia, sino que ha torcido la postura tradicional de Estados Unidos respecto del asunto más sensible y explosivo del conflicto israelí-palestino. Con ello, trasunta una alianza tripartita entre Arabia Saudita, Israel y EEUU, regada con contratos millonarios de armas y que apunta hacia Irán.

Trump ha apoyado asimismo de forma entusiasta el bloqueo de saudís, egipcios o emiratís a Qatar, uno de los patrones de los Hermanos Musulmanes y uno de los pocos países árabes sunitas dispuestos a entenderse con el Irán persa y chiíta, sin darse cuenta de que está alimentando un serio conflicto entre las monarquías del Golfo con la participación de Irán, Rusia, Siria, Hizbulá y Turquía.

Además, Trump ha enfriado la relación con los europeos, porque no se entiende a nivel personal con Ángela Merkel, a la vez que ha renunciado al liderazgo multilateral tras salirse del Acuerdo de París sobre el cambio climático, de la Unesco, del pacto mundial sobre la inmigración, o del TPP y los grandes acuerdos de libre comercio.

La conclusión lógica es que el nihilismo imperante en Washington se traduzca, ya no en el “América primerosino en el América sola.

 

Un sistema internacional más peligroso

Lo que reflejan las crecientes divisiones internas ante el populismo estadounidense y el gradual aislamiento internacional de Washington es un declive general de los EEUU, un proceso acelerado de crisis de legitimidad de la hegemonía norteamericana en el mundo.

Confiarse en un presunto pragmatismo del hombre de negocios es engañoso. Aislarse del mundo no es ser realista. Al contrario, es ser ingenuo. El verdadero realismo político norteamericano sería promover la liberalización comercial, ser proactivo con la agenda multilateral, respaldar a la Unión Europea (no así a sus gobiernos iliberales), y buscar algún entendimiento con China y Rusia para contener el fundamentalismo islámico y el terrorismo en cualquiera de sus formas.

La falta de una política exterior coherente confirmaría que los EEUU ha perdido la capacidad de liderar un mundo complejo y multipolar. Washington dejaría el campo libre a un Partido Comunista chino militante en Asia-Pacífico, África y América Latina. Igualmente, una Rusia iliberal podría afirmarse en el Medio Oriente y en Asia Central. Y ambas posibilidades son una mala apuesta para países medianos y pequeños como Chile, que dependen del derecho, la institucionalidad y la gobernanza internacionales.

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