‘Una crisis necesaria’

Entrevista [Eduardo Ponce Vivanco, embajador peruano]
Cosas (Perú), 11.11.2015
Mariella Balbi
  • El embajador tiene más de cuarenta y siete años de servicio diplomático en el Perú.

El embajador Eduardo Ponce Vivanco constata que la relación entre Chile y el Perú no deja de ser infantil pese al fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Indica, además, que los límites internacionales no pueden ser precisados por la creación de un distrito o de una región, tal como ocurre entre dos países que, por lo demás, mantienen una intensa relación económica, migratoria y turística.

Se ha llegado a un punto en el que Chile no reconoce ni acepta la ley, promulgada por el presidente Humala, que crea el distrito La Yarada-Los Palos en la zona fronteriza. ¿Qué significado tiene esto?

El distrito recién creado coincide con lo que llaman triángulo terrestre. Mi opinión es que por la vía interna (distritos) no se deben abordar los límites internacionales. Y eso es algo que tanto Chile como el Perú hacen como deporte recreativo.

¿Ambos países están en lo mismo?

Sí. Anteriormente, durante el gobierno de Alan García, Chile creó la región Arica y Parinacota. Y, ahora, el Perú crea este distrito que, si bien es un acto de soberanía interna, no hacía necesario que la norma se refiriera al límite internacional. Al crear Chile la región Arica y Parinacota en 2007, que eran provincias de Tarapacá, se armó un lío como este, y el Perú supo identificar una norma constitucional chilena que obligaba, para esa legislación, que el Tribunal Constitucional chileno interviniera. Llevaron este asunto al TC chileno, que eliminó uno de los incisos de la norma que se refería al tema de la frontera. Bachelet y García conversaron, y asunto superado. Si en la delimitación del distrito o el departamento está geográficamente el límite internacional, eso no puede ser alterado y menos aún demarcado, como indican las disposiciones internas.

Las notas de protesta de un país y otro parecen volantes. ¿No es demasiado?

Es ridículo; estamos en una guerra de notas y de declaraciones. La situación se asemeja a los peores momentos de nuestra relación con Ecuador. Y ello ocurre entre dos países cuyo principio y cuya práctica internacional es el respeto a los tratados. Es uno de los callejones sin salida típicos, donde uno repite lo que dice el otro. La extensión de territorio no es lo importante; lo que está de por medio no es la cantidad de territorio sino la vigencia del límite del Tratado de 1929.

Chile realizó la operación militar Huracán 2015. ¿Fue una provocación?

Siempre la hacen. Pero es un desatino realizarla en estas circunstancias. Pudieron postergarla. Para Chile es negativo: está en la Corte de La Haya por Bolivia. Hasta Angela Merkel pide el diálogo entre Chile y Bolivia. El canciller de Bolivia llegó a Chile sin decirle nada a la Cancillería; un buen día apareció en un estadio y el gobierno se enteró por la prensa.

Chile protesta porque no se ha cumplido con el aviso de la presencia de militares peruanos a cien metros de la frontera. El Perú dice que no estuvieron...

Eso es algo que nadie conoce a ciencia cierta. A pesar de que hay fotografías, con un poco de Photoshop se pueden presentar muchas cosas. Desde hace décadas hay una cartilla entre los países donde se indica que, si una de las partes se acerca a más de cien metros de la línea fronteriza, debe avisar a la contraparte.

El Perú lo ha negado.

Chile ha dicho que sí; ha sacado su foto, etc. Es cuestión de que los ejércitos de ambos países se reúnan discretamente, chequeen...En los peores momentos de crisis internacional, las Fuerzas Armadas mantienen contacto por criterios de inteligencia. Procedería que solamente entre ellos verificaran esto. Insisto que debe ser discretamente y no por la vía no reservada, sino secreta. Entre inteligencias se entienden en todo momento.

 “Debemos solicitarle a la Corte de La Haya que aclare el fallo frente a la interpretación de Chile, que es a todas luces equivocada”, recomienda el embajador Eduardo Ponce Vivanco.

El ministro del Interior de Chile dijo que “la suma de imprudencias puede convertirse en intolerable”. ¿Es una amenaza?

Así parece. Es una amenaza en un lenguaje que pretende ser inocuo, pero no lo es. No es una frase oportuna en el momento que vivimos.

Tampoco es oportuno que el canciller chileno, Heraldo Muñoz, diga que “no seremos tímidos en resguardar nuestra soberanía”.

Tampoco es una frase feliz.

¿A qué juega Chile?

En estas situaciones se produce la lógica del espejo. Cada uno responde con la misma moneda, con el mismo modelo y con el tono con el que le contestó el otro. La dinámica que se da es la de un crescendo. Cada uno es más estridente. En temas territoriales, la lógica no funciona. Puede tratarse de una extensión enorme o de cuatro hectáreas o un centímetro cuadrado. Los gobiernos pierden la razón y, con ellos, los políticos y escuderos que están alrededor. Cada uno trata de ser más vocinglero.

¿Podemos llegar a algo más estridente aún?

Sería indigno por parte de los dos países. No creo que esto ocurra. Llegará el momento en el que, pasado el clímax, ya no habrá dónde más escalar y, visto lo absurdo de la situación, las aguas comenzarán a amansarse y se podrán trabajar las diferencias políticas por la vía diplomática.

De momento, se han suspendido todas las actividades conjuntas, la reunión de vicecancilleres y alcaldes...

Lo que corresponde en este momento es una cura de silencio, un examen de conciencia, de introspección y valorar lo bueno y lo malo. La relación entre el Perú y Chile significa bastante para los dos países. Amainemos estos sentimientos de nacionalismos exagerados de las dos partes. Los europeos tienen millones de muertos y viven juntos; y el Japón recibió dos bombas atómicas de Estados Unidos hace setenta años y hoy son grandes aliados. No creo que peruanos y chilenos tengamos que tomar otra ruta.

Se dice que hay una utilización política de Michelle Bachelet por la situación complicada que vive su gobierno...

Es un juego de espejos: en ambos países se dice lo mismo. Cada uno alude a la práctica del otro, se dejan de lado las buenas prácticas diplomáticas y los tratados internacionales se valoran menos que la política interna.

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