Una nueva apuesta peruana

Columna
La República, 04.12.2016
Ricardo Luna, Canciller del Perú

En el complejo y turbulento mundo actual es imprescindible que los países generen mayores espacios de diálogo para desarrollar sus potencialidades. El Perú no es ajeno a esta realidad. Su política exterior, por ello, apunta precisamente a ampliar y fortalecer los lazos de intercambio, asociación y cooperación con los distintos países del mundo y, en particular, con sus vecinos.

Entre Perú y Chile confluyen hoy una serie de factores favorables para dinamizar y potenciar la agenda común, configurándose una oportunidad sin precedentes para dar una nueva dinámica a la relación bilateral con una visión de futuro.

Entre esos elementos están el comercio y las inversiones recíprocas, multiplicados y fortalecidos en los últimos años, sin que fueran afectados por las desavenencias por las que atravesaron las relaciones entre los gobiernos. Asimismo, debe advertirse el positivo y creciente ritmo que caracteriza la relación fronteriza en los ámbitos económico, social y cultural.

El cambio de gobierno en el Perú ha permitido una renovada proyección internacional de nuestro país con una perspectiva moderna y cooperativa. Por las características de nuestro desarrollo se requiere de mayores niveles de integración con otros países de la región para que dicha proyección sea efectiva, dentro del cauce de una política de estado.

El gobierno peruano tiene la convicción que los vínculos con Chile deben ser impulsados sobre la base de la transparencia. Es sobre esta premisa que ambos países hemos iniciado un proceso de revitalización, gradual y convergente, de la relación bilateral, con el propósito de avanzar hacia mayores niveles de integración.

En este marco, se ha diseñado un programa de trabajo a partir de la identificación de los principales asuntos de la agenda bilateral y la reactivación de los mecanismos conjuntos -últimamente suspendidos- que confluirán en el recientemente creado Gabinete Binacional Ministerial. Esta última instancia,   liderada por los Presidentes de ambos países, ubica a las  máximas autoridades políticas del Perú y Chile en una posición conducente para el impulso y el fortalecimiento de la relación bilateral con metas prioritarias claras, figura que se añade a los mecanismos similares existentes con Bolivia, Colombia y Ecuador. La lógica de la subordinación del manejo de la agenda bilateral a la celebración del gabinete binacional es que la convergencia política debe reflejar el ritmo cumulativo de confianza mutua que hasta ahora ha estado dispersa y condicionada por efectos imprevistos pero residuales en esta etapa posterior a la delimitación definitiva de nuestras fronteras.

La nueva dinámica de la agenda compartida se verá reflejada en el corto plazo con una mayor promoción comercial y cultural entre Tacna y Arica, la concreción del sistema de control integrado entre los complejos fronterizos de Santa Rosa y Chacalluta, la evaluación de las posibilidades de interconexión eléctrica y del mejoramiento de la red ferroviaria, el establecimiento de nuevos locales consulares en Tacna y en Arica, y la creación de un mecanismo de interacción activa de la sociedad civil de ambos países.

La relación peruano-chilena está cambiando de rumbo gracias a una visión más moderna y de futuro, en la cual la participación de los actores estatales y civiles será fundamental para alcanzar el objetivo de lograr mayores y mejores niveles de entendimiento.

La visita oficial que ha realizado el Presidente Pedro Pablo Kuczynski a Chile ha tenido como propósito, precisamente, avanzar en la agenda pendiente para establecer el camino hacia la integración. Es el inicio de un proceso cuidadoso de confianza mutua, personal e institucional, que coloca a las relaciones entre el Perú y Chile en un nivel inédito. Las oportunidades perdidas del pasado se reemplazan ahora por visiones que, sin prescindir de sensibilidad histórica, apuestan por un destino de unidad y coincidencia ante un mundo globalizado y convulso en una etapa crítica de redefinición.

Tiempos nuevos se dan en función del azar y las circunstancias, en una relación fluida entre ambas. Asumir el riesgo de innovar en política exterior puede y debe construir condiciones favorables en un mundo errático. Ese riesgo calculado es nuestro mejor instrumento para prevenir que el azar genere consecuencias inesperadas.

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