Venezuela: abismo económico y político

Columna 
Infobae, 17.12.2017 
Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE argentino
Es difícil ser optimista, ya que el proceso de Santo Domingo no garantiza continuidad, resultados o imparcialidad. Sin embargo, es un primer esfuerzo diplomático destacable y que merece apoyo internacional

Venezuela se encuentra al borde de una crisis humanitaria de proporciones trágicas. Los números económicos para el 2018, pese al mejor precio del barril de petróleo, muestran perspectivas alarmantes. Las proyecciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial coinciden en pronosticar una inflación que superará 2000% para el año y una disminución del producto interno que oscilará en el 10 por ciento. Esos datos que sintetizan el desequilibrio de todas las variables económicas y sociales preanuncian que Venezuela vivirá un período de características similares a las que enfrentó Cuba tras el colapso de la Unión Soviética. De 1990 a 1993 el PBI cubano se contrajo en un 36 por ciento.

En este contexto, con o sin default, la economía venezolana, cruzando el umbral de la hiperinflación, ingresa en las tinieblas. El clima político es igualmente delicado, con una profundización de las características autoritarias del régimen. Nicolás Maduro, cuya reelección parece no enfrentar candidatos de envergadura, ha señalado que los partidos de la oposición que no hayan participado en las municipales no podrán hacerlo en las elecciones presidenciales previstas para fines del 2018. La fractura de la mesa de la Unidad Democrática ha sido el mayor éxito de la maquinaria del oficialismo al haber desactivado, uno por uno, a los rivales que podrían reunificar y potenciar la energía opositora.

Henrique Capriles ha sido inhabilitado por la Contraloría General por un período de 15 años. Leopoldo López cumple una condena de 13 años. Antonio Ledezma y María Corina Machado, por citar otros candidatos potenciales, también enfrentan grandes amenazas de inhabilitación. Decenas de liderazgos regionales y municipales han sido desmantelados, como es el caso de los ex alcaldes Daniel Ceballos y Enzo Sacarino, despojados de sus cargos y encarcelados.

En ese marco, habrá que ver si la ventana de diálogo diplomático iniciado en República Dominicana, con el auspicio del presidente Danilo Medina y el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, es capaz de disminuir las consecuencias de la deriva totalitaria en la que se encuentra Venezuela. Los cancilleres de México y Chile, invitados por la oposición, junto con los de Bolivia, Nicaragua y San Vicente y las Granadinas, cercanos a Caracas, tendrán la oportunidad, tras escuchar a las partes, de eventualmente elaborar una propuesta de agenda democrática creíble. Esa hoja de ruta debería incluir elecciones libres y transparentes con un nuevo Consejo Electoral, liberación de todos los presos políticos, restitución de las facultades de la Asamblea Nacional y, como contrapartida, la suspensión de las sanciones económicas y comerciales internacionales.

Es difícil ser optimista, ya que el proceso de Santo Domingo no garantiza continuidad, resultados o imparcialidad. Sin embargo, es un primer esfuerzo diplomático destacable y que merece apoyo internacional. Fortalecer este esquema diplomático embrionario puede ser central en particular para tratar que el 2018 no sea un año de desbordes y pérdidas de vidas. Venezuela ya sufrió demasiado en el 2017, con más de 150 personas fallecidas en manifestaciones, barricadas, bloqueos y saqueos.

Sería desilusionante que la premisa de diálogo promovida en República Dominicana fuera utilizada como cortina de humo para perpetuar y legitimar el poder autoritario que sufre Venezuela. Esa ha sido la primera conclusión contenida en el informe del secretario general de la Organización de Estados Americanos. Esperemos que no sea así.

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