Víctimas de una tiranía estéril ¿e interminable?

Columna
Infolatam, 12.12.2016
J. Eduardo Ponce Vivanco
Castro provocó, calculadamente, una tremenda crisis humanitaria con más de 10 mil miembros de familias cubanas hacinadas que padecieron lo indecible.

Castro provocó, calculadamente, una tremenda crisis humanitaria con más de 10 mil miembros de familias cubanas hacinadas que padecieron lo indecible.

Un mes después de la victoria contra Batista,  Edward Murrow,  (famoso por su programa de TV en la CBS) entrevistó a Castro. Le preguntó, al final, si se cortaría la barba, y con Fidelito hijo sentado al costado, el Comandante respondió que se afeitaría “cuando cumplamos nuestra promesa de buen gobierno”. Fue una mentira profética. Un reconocimiento prematuro de la cincuentenaria esterilidad de su tiranía, que secuestró la libertad de su pueblo para que aguantara las privaciones de una pobreza igualitaria, sin libertad ni dignidad. Manipulación totalitaria, burocracia sanitaria, educación marxista, obediencia vigilada, y mucha represión.

En una benévola legitimación de esa dictadura muchos presidentes demócratas han considerado políticamente correcto honrar a Castro, expresando una tristeza que no sienten y presentando sus condolencias al pueblo cubano, mayoritariamente aliviado por la partida del dictador que lo ha oprimido por más de medio siglo.

Una muestra extrema del cinismo manipulador del castrismo fue la despiadada crisis humanitaria que provocó en la Embajada del Perú en La Habana. El ex Director del think tank Cubanálisis,  Armando Navarro Vega, lo ha investigado rigurosamente en su obra “Cuba, el socialismo y sus éxodos” (Palilibro, 2013).  En el capítulo “El éxodo interminable” relata cómo verificó la existencia de los planes Inca I e Inca II: el primero para que una multitud invadiera la Embajada peruana en La Habana, y el segundo con la preparación del éxodo de Mariel.  Estas revelaciones son novedosas, pero calzan con la información de la Cancillería peruana .

Remontémonos a 1971. Después de pasar casi un mes entero (¡!) con Allende en Chile, Castro visitó al General Velasco, líder del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada del Perú. Quiso fortalecer al marxista chileno en La Moneda y al dictador socialista en Lima. Por eso resintió tanto el golpe de Pinochet, y nunca perdonó la reorientación centrista del General Morales Bermúdez, que apartó al radical Velasco del poder y entregó a su diplomacia el manejo de la política exterior.

Gracias a un convenio bilateral de pesca las embarcaciones cubanas introducían agentes de inteligencia en el Perú,  hasta que dos de ellas fueron hundidas por misteriosas explosiones. Fidel las atribuyó a la Marina peruana y Lima denunció el acuerdo. En la Cumbre de los Países No Alineados en La Habana,  Castroconsiguió minimizar la participación del Perú en el Buró del Movimiento NOAL cuya presidencia asumió justo antes de su discurso en la Asamblea General de NNUU, en setiembre de 1979.

El creciente descontento de los cubanos confluía entonces con las condenas de la opinión pública de EEUU durante el gobierno del desconcertado Jimmy Carter. Para  humanizar su imagen Castro invitó a un periodista de la NBC (Jon Alpert) al avión en que retornaba a Cuba. Su entrevista  (setiembre de 1979) fue silenciada hasta que CNN la presentó en 2014.

El plan Inca II comenzó a ejecutarse con la partida del primer grupo de asilados en la Embajada peruana por Mariel.

El plan Inca II comenzó a ejecutarse con la partida del primer grupo de asilados en la Embajada peruana por Mariel.

Poco después Castro dio inicio al Plan Inca I para “ajustar cuentas” con los gobiernos del Perú y Venezuela.  En mayo y junio de 1979 dos buses  violentaron la sede venezolana con solicitantes de asilo – y heridos de bala.  El 16 de enero de 1980 ocurrieron incidentes similares en las dos embajadas.  Un camión embistió la venezolana (un muerto y un herido) y un bus rompió la alambrada de la misión peruana con  4 hombres, 3 mujeres y 5 niños. Sin autorización de su Cancillería, el Embajador los entregó a las Fuerzas Especiales del gobierno local. Pero Torre Tagle le ordenó rescatarlos de inmediato para darles protección diplomática. Una semana después lo retiró, encargando la Misión a un Primer Secretario.

El 1 de abril, otro bus violentó la Embajada y un custodio murió por el balazo de un compañero que rebotó contra un muro. La represalia castrista fue retirar la protección policial y anunciar que la Misión estaba abierta para quien quisiera asilarse “independientemente de cual sea su historial delictivo” (4.4.1980). Castro embarcó al Encargado de Negocios en un avión a Lima para que trasmitiera un recado insultante al Presidente Morales Bermudez. Fue relevado entonces por el Ministro de RREE, Embajador Arturo García  (cuyo Jefe de Gabinete era el actual Canciller Ricardo Luna) y la Embajada se encargó al Ministro Consejero Armando Lecaros y un equipo especial.

Castro provocó así, calculadamente,  una tremenda crisis humanitaria con más de 10 mil miembros de familias cubanas hacinadas que padecieron lo indecible. Cinco personas por metro cuadrado, sin servicios higiénicos y con la escasa alimentación que la Embajada podía ofrecerles, mientras Fidel se resistía a permitir la intervención de la Cruz Roja y hacía tirar víveres sobre las rejas para fomentar riñas entre los hambrientos.

Tras intensas gestiones, Perú logró que alrededor de diez países refugiaran a los asilados. El principal fue EEUU durante la ingenua administración Carter, con la que Castro buscaba enfrentarse para forzar un nuevo acuerdo migratorio. El plan Inca II comenzó a ejecutarse con la partida del primer grupo de asilados en la Embajada peruana por Mariel. Fueron los primeros del éxodo de 125,862 cubanos que abordaron las embarcaciones de Miami que los llevaron a los cayos. La marea humana se multiplicó cuando el gobierno anunció que podían irse todos los que calificó ominosamente como “lumpen”.

Los cubanos dejaron su patria en busca de la dignidad propia de los hombres libres. El éxito que muchos lograron en EEUU y otros países es una prueba lacerante de la “cincuentenaria esterilidad” de la tiranía castrista.

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