Victoria de la diplomacia sobre el militarismo en la península coreana

Columna
Infobae, 29.04.2018 
Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE argentino

La península coreana tiene la posibilidad de transformarse en una zona libre de armas nucleares. La reciente cumbre entre el norte y el sur así lo anuncia al reiterar el objetivo de la desnuclearización completa de todo el territorio. Una perspectiva que parecía imposible hace un año y que hoy se abre como una alternativa que habría que estimular, que merece el apoyo de toda la comunidad internacional. Con cauto optimismo se podría decir que las condiciones diplomáticas para su concreción están sobre la mesa, y la próxima reunión entre el presidente de Estados Unidos y el líder norcoreano, de mantenerse las actuales circunstancias, podría sellar las bases para un acuerdo que cese el estado de beligerancia y se proceda a la completa eliminación de las armas nucleares en la región.

El éxito de la vocación diplomática sobre el militarismo es ya de por sí motivo de celebración. Es de esperar que la retórica acompañe los textos futuros de ese acuerdo que necesariamente involucrará compromisos jurídicamente vinculantes para la destrucción del arsenal nuclear existente, el retiro de armas nucleares de terceros Estados, el cese definitivo de los ensayos de armas nucleares, limitaciones para la producción de material fisionable y, entre otras cuestiones, límites definidos a los desarrollos misilísticos. Un paquete de cuestiones muy sensibles que requerirá de un proceso diplomático y técnico de inspecciones, destrucción, verificación y control de particular complejidad dadas las características del régimen de Pyongyang y de décadas de desconfianza mutua.

Es la primera vez en la historia que se da la posibilidad de revertir la existencia de armas nucleares operativas en una zona geográfica determinada. Hasta ahora los ejercicios de desnuclearización conocidos, por ejemplo, el retiro de las armas nucleares en algunas de las ex repúblicas de la antigua Unión Soviética, se habían desarrollado en el contexto de la aceptación que Rusia asumía el control total del arsenal nuclear soviético y que quienes la habían poseído en su territorio aceptaban entregarlas a Moscú e incorporarse al Tratado de la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP). Las armas nucleares de Corea del Norte, a diferencia de esos casos, son desarrollos tecnológicos autónomos que se encuentran bajo su control y, consecuentemente, necesitará de un proceso diplomático intrusivo y creíble de destrucción o reconversión.

Naciones Unidas se encuentra en condiciones objetivas de asistir en ese delicado propósito. Los antecedentes de las comisiones especiales del Consejo de Seguridad de ONU para Irak podrían ser un ejemplo. Tanto la Comisión Especial de las Naciones Unidas (UNSCOM, por sus siglas en inglés) como la Comisión de las Naciones Unidas de Vigilancia, Verificación e Inspección (UNMOVIC, por sus siglas en inglés) para la eliminación de las armas de destrucción masiva mostraron una eficacia técnica que merece ser aprovechada. Asimismo, sería deseable que el ejercicio que se perseguirá cuente con aval y control multilateral. También será clave que Pyongyang acepte a futuro comportarse conforme al TNP y el régimen de salvaguardias del Organismo Internacional de Energía Atómica y ratifique el tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares (CTBT, por sus siglas en inglés).

Los desafíos del proceso diplomático de la futura desnuclearización de la península de Corea son muchos y se juegan en distintas bandas. Existen además los factores de poder y rivalidad que involucran a las principales potencias militares. También cuestiones sensibles que hacen a las particularidades de la existencia y la supervivencia de los dos Estados más allá de anuncios de eventual reunificación. La temática económica y demandas de compensación serían previsibles que estén en la futura agenda. Ese punto puede ser clave en el ritmo y el resultado final de las negociaciones.

Es de esperar que la diplomacia siga siendo el eje en la búsqueda de armonía en las diferencias. Por el momento la voluntad política parece estar del lado positivo. Ahora falta que ese ánimo y disposición se traduzca en un acuerdo que cimente un proceso multilateral creíble y eficaz que asegure finalmente la paz y la seguridad en la península de Corea.

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