Chile versus Argentina, ¿cómo manejar nuestras relaciones transandinas?

Columna
El Mostrador, 24.03.2023
Richard Kouyoumdjian Inglis, vicepresidente de AthenaLab y exvicealmericante

Las relaciones con los países vecinos nunca son fáciles, es cosa de mirar las relaciones del Reino Unido con Francia o Irlanda, o las de Alemania con Francia, o de los Estados Unidos de Norteamérica con México y así muchos casos más, las que pasan por ciclos positivos y negativos, requieren de atención independiente de que no haya complementariedad económica, más aún cuando los límites no están bien definidos o son materia de disputas entre vecinos.

Chile y Argentina no escapan de lo anterior, y peor aún, ante la ausencia de lazos económicos relevantes, lo único que nos une es una frontera extremadamente larga que ha sido y sigue siendo materia de disputas, las que en tiempos recientes además llegan al Mar de la Zona Austral y la Antártica. Ya no tenemos lazos históricos que nos mantengan unidos, como son los que se dieron cuando ambos combatimos por la independencia de Suramérica en la primera parte del siglo XIX, ya que concluido el proceso libertador la realidad de vecinos con problemas se hizo presente y nos acompaña hasta el día de hoy.

El que no tengamos complementariedades económicas no quiere decir que no le debamos prestar atención a nuestra relación, más bien lo contrario, ya que ante muy poco que nos una, excepto las similitudes ideológicas de los gobiernos de Fernandez y Boric, más atención le debemos prestar porque no habrá nada que haga que la relación sea más amistosa y esa larga frontera, más los problemas que se presentan al sur del Beagle estarán haciéndose presentes en forma permanente.

Debido a lo anterior, es correcto que la relación con Argentina sea una prioridad de este y los gobiernos que le sigan, pero no debemos caer en el error de creer que será una relación de amigos, más bien solo de vecinos en donde se debe permanentemente administrar conflictos, aspiraciones, problemas limítrofes y diferencias de opinión, no olvidando que lo que nos debe guiar en esta relación es el interés nacional, y por sobre todo, no olvidar los comportamientos pasados de nuestro vecino, el cual en más de una oportunidad ha incumplido el mandamiento: ”No codiciaras los bienes ajenos.”

Las acciones de Chile en materia de relaciones con la Argentina deben regirse por lo que es mejor para nosotros, y si eso implica buscar una mejor integración regional, que así sea, pero teniendo claro que puede que no arroje nada positivo y solo más problemas, como fue el caso del gas argentino en los gobiernos de Frei Ruiz-Tagle y Lagos.

Otro gran tema es qué hacer con el Reino Unido, país que reclama territorios antárticos chilenos y argentinos. Nuevamente debemos hacer lo que sea lo correcto desde la perspectiva del interés y la soberanía nacional, no olvidando si, que el Reino Unido es un socio estratégico nuestro en temas de defensa, lo que no exime de tener diferencias de opinión como fue el caso de la Antártica al poco tiempo de terminar la segunda guerra mundial, por lo que temas actuales como la negación de uso de puertos nacionales al HMS Forth, que salió a la luz por la filtración de audio de nuestra Cancillería, debe pasar el examen de si esa acción es positiva o negativa desde la perspectiva del ya mencionado interés nacional. ¿Al negar la recalada a puertos chilenos que ganamos? Lo mismo aplica al apoyo que anualmente damos a la Argentina en el comité de las Naciones Unidas para la descolonización para que las Falklands pasen a ser Las Malvinas, pasando a llevar la decisión soberana de sus actuales habitantes.

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