De Canadá a Corea del Sur: Nuevas estrategias del Indo-Pacífico

Comentario
AthenaLab, 06.01.2023
Juan Pablo Toro, director ejecutivo (AthenaLab)

Cuando prácticamente se cerraba el 2022, dos países dieron a conocer sus esperadas estrategias hacia el Indo-Pacífico, y lo hicieron como respuesta a una geopolítica más desafiante. Siguiendo el camino de un número creciente de potencias, naciones y bloques que han adoptado este concepto, Canadá y Corea del Sur emitieron sus respectivos documentos, que dan cuenta de su posicionamiento hacia una región prioritaria para sus intereses, puesto que ahí se juegan el futuro.

Además de validar sus proyecciones geográficas naturales, resaltar su condición de democracias abiertas y comprometerse con las instituciones internacionales, ambos países ponen mucho énfasis en la importancia de la “estabilidad” del Indo-Pacífico y la pérdida de esta, producto del desafío a las normas internacionales por acciones unilaterales.

Pero ahí donde Ottawa es muy enfática en responsabilizar a China, Seúl mantiene una gran cautela hacia Beijing, y esto se explica no solo por su relación histórica, sino por la necesidad de contar con un interlocutor influyente con la siempre peligrosa Corea del Norte. Luego, afloran las diferencias y matices.

 

‘Un país del Pacífico’

La estrategia de Canadá considera que la influencia creciente del Indo-Pacífico representa un “cambio global” de tipo generacional, por lo cual requiere respuesta integral para asegurar los intereses nacionales en este nuevo contexto.

Crucial en ese enfoque resulta la aproximación que se tendrá hacia China, “una potencia disruptiva global”, que trata de moldear un orden internacional más permisivo con sus objetivos y valores; sobre todo, por medio de acciones unilaterales en el Mar del Sur de China o prácticas de coerción económica.

Por este motivo, Canadá advierte que no dudará en enfrentar a China cuando existan discrepancias en temas como el respeto a los derechos humanos o la interferencia en política interna, pero sí va a cooperar cuando se presenten coincidencias; por ejemplo, en el combate al cambio climático.

Entre las medidas que se adoptarán para la defensa de sus intereses, Ottawa se plantea reforzar sus alianzas ya existentes con países como Estados Unidos y profundizar relaciones con Australia, Japón, India y Corea del Sur, entre otros. En todo el documento se hace mucho énfasis en el rol de los valores comunes entre las democracias liberales y la necesidad de mejorar la resistencia de las cadenas de suministros entre ellas.

En la visión del Indo-Pacífico de Canadá no hay mención a los países latinoamericanos de la costa pacífica, más allá de la referencia indirecta a quienes son miembros de la APEC o el TPP. Curiosamente, a Chile sí se lo menciona por su nombre cuando se destaca el Acuerdo de Economía Digital, firmado también por Singapur y Nueva Zelanda.

Lo importante es que Canadá está asumiendo una postura más asertiva, luego que los socios más estrechos ya lo hicieran, en gran parte por el deterioro de su relación con la China de Xi Jinping; ciertamente, esto aumentará su presencia militar y diplomática en la zona. Como país abierto al mundo, y aquí las oportunidades, hay una intención manifiesta de buscar nuevos socios y es ahí donde se podrían profundizar las relaciones; especialmente, en ámbitos como el marítimo y la explotación de minerales clave para la transición energética, como el litio.

 

‘Global pivot state’                     

La estrategia de Corea del Sur, por su parte, abraza los conceptos “libre” y “abierto”, ambos ya incorporados en la mayoría de este tipo de documentos, pero agrega el adjetivo “pacífico”, algo entendible para un país que vive con un vecino amenazante.

En el caso de Seúl, se trata de un verdadero “giro copernicano”, ya que este país siempre trata de mantener un delicado equilibrio en sus relaciones con Estados Unidos —esencial para su defensa— y con China —principal socio comercial—, clave para mantener a raya a Kim Jong-un.

Aunque el documento advierte que existe una pérdida de estabilidad, un aumento de la incertidumbre en seguridad y un retroceso democrático en la región, no apunta a nadie en particular como responsable, como sí lo han hecho otros países. De hecho, China es considerado con un “socio clave”, con el cual se espera una “relación más madura” basada en intereses y beneficios mutuos, y respeto de las normas y reglas internacionales.

De ahí que Beijing no haya salido a criticar frontalmente a Seúl por su nuevo posicionamiento, aunque Estados Unidos sí celebró la publicación de este documento. Porque el solo hecho de decir “Indo-Pacífico” hoy es sinónimo de apego a las reglas internacionales de comportamiento, apertura económica y, en el mejor de los casos, una vida democrática. Además, la elaboración de la estrategia fue anunciada durante la visita del presidente Joe Biden, gesto más que simbólico.

Lo que parece haber cambiado en el cálculo de Corea del Sur es la actitud más asertiva de Beijing en el Mar del Sur de China —donde ha ocupado islas y arrecifes en disputa con sus vecinos— y la cuarta crisis del estrecho de Taiwán. De estallar esos conflictos, las líneas marítimas y aéreas comerciales se verán seriamente comprometidas; sobre todo para una potencia exportadora de bienes industriales e importadora de energía. A su vez, las disrupciones globales en las cadenas de suministros por el COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania han añadido otra cuota de incertidumbre.

Como líneas de esfuerzo, Seúl propone incrementar la cooperación trilateral con Estados Unidos y Japón, lo cual es muy lógico, pero además supone superar la tradicional desconfianza con Tokio surgida de una historia traumática de ocupación. También hay una apuesta clave por profundizar su presencia en el Sudeste Asiático y con naciones afines; es decir, que compartan intereses y valores comunes. En todo el texto se rechazan los cambios unilaterales del statu quo a través de la fuerza.

Lo más novedoso es la idea de hacerse cargo de la nueva “altura estratégica” de Corea del Sur y de lo que el mundo espera de ella. Autodefinido ahora como un “Estado global pivot”, este país declara estar dispuesto a ocupar toda clase de herramientas para aumentar su posicionamiento internacional, desde su tecnología para fabricar reactores nucleares (esenciales para una rápida descarbonización) hasta la música K-pop y las series de televisión.

Por último, hay una referencia explícita a Latinoamérica, región que se describe como un socio mayor y donde hay relaciones amistosas. A Chile se lo menciona por su nombre, en la calidad de miembro de la Alianza del Pacífico.

 

Conclusiones

Canadá y Corea del Sur se suman a la larga lista de países —como Australia, Nueva Zelanda, India, Indonesia, Japón, Reino Unido y los 27 de la Unión Europea (liderados por Francia)— que han adoptado el concepto de Indo-Pacífico, que es tanto un lugar definido por la confluencia de dos océanos como una visión donde la prosperidad surge de la apertura comercial y el apego a los códigos internacionales de comportamiento.

La actualización de las posturas de Seúl y Canadá nos habla, en el fondo, de una geopolítica más desafiante, donde ambos países se ven en la obligación de diseñar nuevos caminos y alinear recursos para garantizar su prosperidad, lo que requiere tomar definiciones, sobre socios y rivales.

Es cada vez más evidente que, con la notable excepción de Japón y Francia, los países que adoptan el concepto de Indo-Pacífico no ven a las naciones latinoamericanas con costa pacífica como parte del gran marco estratégico. Por lo mismo, estados como Chile tendrán que salir a demostrar que sí lo son, en cuanto a que su prosperidad depende de la estabilidad de la región. Una forma de partir es superar el obsoleto concepto de Asia-Pacífico, reemplazarlo y de ahí diseñar una estrategia propia. Modelos ya hay bastante y de países afines, tanto en intereses como valores.

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