La guerra cultural, otro frente de la invasión a Ucrania

Columna
El Líbero, 27.04.2023
Cristian Garay, historiador
Hasta abril de 2023 Unesco cifraba en 250 los sitios dañados desde febrero desde 2022, 108 edificios religiosos destruidos, 21 museos, 90 edificios de interés artístico e histórico, 19 monumentos y 12 bibliotecas

El patrimonio inmemorial de un pueblo es signo de su identidad y dinámicas. La supresión de esa identidad es uno de los rasgos caracterizadores de un genocidio, junto a otros como el traslado de mujeres y niños impidiendo su procreación y la negación de su lengua. Por ello la Convención de la Haya de 1954 prohibió los ataques militares y saqueos de museos y lugares culturales.

Y uno de los objetivos planteados de la guerra en lo cultural es la rusificación de Ucrania, algo que en absoluto es nuevo.

El historiador Alexander Watson escribió en 2019 La Fortaleza. Przemysl, la ciudad que desafío a Rusia en la Primera Guerra Mundial (Madrid, 2023). Describe durante una breve ocupación en 1914 que concluyó en la derrota ante los muros de Przemysl, parte entonces del Imperio Austrohúngaro, donde se quiso remodelar a “Galitzia a imagen de Rusia” (p.112). En efecto, el Gran Duque Nikolai encargó al general Yanu Shkevich arrestar al arzobispo Greco-latino Andrei Sheptitskyi.

Él y su comitiva fueron internados hacia Rusia, como también abogados, doctores, sacerdotes y académicos. La élite local era sustituida por funcionarios, clero y maestros encargados desde Rusia. El gobernador designado, el general Bobrinski recibió amplias facultades “para devolver a los ucranianos de Galitzia a su estado ruso primordial”. Las nuevas autoridades se propusieron reformar religión e idioma, prohibiendo cursos de otras lenguas del Imperio, especialmente el ucraniano, e imponiendo una normalización del ruso.

Se llegó a decir que, para el pueblo ucraniano se “requería más de una generación y la escolarización sería el arma clave” (p. 113). La adhesión en Rusia a la Iglesia ucraniana, que reconoció al Papa en 1596, se castigaba con la deportación a Siberia, de modo que la persecución anticatólica en este territorio ocupado fue la norma, al tiempo que los judíos eran perseguidos con saña. Todo lo cual terminó con la derrota ante ciudadanos y militares de la ciudad rebelde en nombre del Emperador Habsburgo.

El periodo soviético tampoco fue mejor. Ucrania recibió un duro castigo, primero que nada, en la ejecución de Holodomor que segó la vida de millones de ucranianos, generando una hambruna especifica en castigo por sus tentaciones de nacionalistas y anarquistas como ha descrito Anne Applebaum, Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania. Esto se proyectó en la persecución de expresiones “burguesas” y nacionalistas, persiguiéndose expresiones vanguardistas y no oficiales. Tanto es así que en marzo de 2023 se inauguró la muestra “En el ojo del huracán: Vanguardia de Ucrania 1900-1930” de 70 pinturas de las vanguardias ucranianas 1910-1930 en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Ellas fueron salvadas de la represión estalinista, y ahora fueron trasladadas a España con la finalidad de dar a conocer y preservar su contenido.

La muestra fue trasladada en doce tensas horas desde Ucrania a Polonia (Cecilia Urrutia, “La Vanguardia ucraniana del siglo XX” (El Mercurio, 12.03.2023, E8). Así se conocen obras de Davyd Burliuk, Sonia Delaunay, Alexandra Ester, y Mikhailo Botchuck, este último ejecutado en esos aciagos años 30. Muchos fueron borrados de los registros oficiales y no pudieron ser reivindicados hasta después de 1990.

Un reportaje de Telemundo- NBC News, escrito por Yasmine Salam y Dan de Luce, del 6 de abril de 2023 describía el saqueo del Museo Kherson. Su directora Alina Dotsenko, denunciaba que 11.000 piezas de arte durante cinco días fueron trasladadas a Crimea bajo control ruso al «Museo Central de Taurida” en Simferopol. A su director, Andriy Malgin, lo entrevistó Radio Free Europe y finalmente reconoció que gran parte de la colección del museo de arte de Kherson se encuentra allí. Malgin, consciente de que esto es ser cómplice de un crimen de guerra, dijo que las obras de arte estaban almacenadas para protegerlas.

"No son nuestras pinturas. Entendemos esto muy bien. No hay intentos de nuestra parte de declarar que permanecerán con nosotros o los exhibiremos. Simplemente los almacenamos"

“Cómo es el robo de arte en la Ucrania ocupada”, Perfil, abril de 2023.

Lo mismo ocurrió con el de Melitopol. Tesoros escitas fueron sustraídos.

“El robo -decía el reportaje- incluye preciosas joyas de oro escita que datan del siglo IV a. C., monedas antiguas y miles de pinturas de museos y colecciones privadas, dijeron los investigadores. Algunos sitios de arte y cultura han sido gravemente dañados y destruidos, incluidas iglesias cristianas ortodoxas centenarias, bibliotecas y pinturas de una de las artistas más queridas de Ucrania, Maria Prymachenko, cuya obra fue aclamada por Pablo Picasso como un ‘milagro artístico"

(Telemundo- NBC News, “’Just the way the Nazis did’: Evidence suggests Russians are stealing art from Ukraine on a World War II scale”, April 6, 2o23).

Hasta abril de 2023 Unesco cifraba en 250 los sitios dañados desde febrero desde 2022, 108 edificios religiosos destruido, 21 museos, 90 edificios de interés artístico e histórico, 19 monumentos y 12 bibliotecas. En inminencia de mayores pérdidas, Unesco declaró en enero de 2023 Patrimonio de la Humanidad a Odessa.

Y no sólo está la cuestión nacionalista. Esto se puede contextualizar así:

“Durante esa etapa, los archivos de Kiev, a diferencia de los de Moscú, se han vuelto accesibles y fáciles de consultar; el porcentaje de material no confidencial de Ucrania es uno de los más altos de Europa. Los fondos proporcionados por su Gobierno han animado a los especialistas a publicar recopilaciones de documentos que han hecho que la investigación avance aún más”

Anne Applebaum, Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania, Madrid, Debate, 2019, p. 22).

Por eso la escritora ucraniana Victoria Amelina, que se dedica a recopilar antecedentes para la ONG Truth Hounds, comentó la importancia de esta destrucción:

“En la [biblioteca] de Chernihiv se guardaba, por ejemplo, información confidencial de la NKVD y del KGB sobre las represiones en la era soviética, documentos que ahora se han perdido”.

“El otro parte de guerra: la devastadora destrucción (y expolio) del arte ucraniano”, El Confidencial, Irene Hdez. Velasco, 16/03/2023).

En Melitopol la periodista española Irene Hernández Velasco precisó:

“Las autoridades municipales ucranianas han denunciado, a través de su cuenta en Telegram, que el ejército ruso se ha apoderado allí de unas 2.0000 piezas de arte y las ha trasladado a la república de Donetsk, territorio que Rusia se anexionó en septiembre de 2022. Entre los bienes saqueados hay cuadros de Ivan Aivazovsky, varios íconos antiguos, un evangelio impreso en 1811, numerosas medallas”, y sobre todo “obras de Arkhip Kuindzhi, un gran pintor ucraniano de origen griego que han sido robadas por los rusos. Se trata de una pérdida gigantesca”.

En suma, el estándar cultural ruso es parte de la norma conocida frente a los ucranianos -su desaparición- aspecto que admite desgraciadamente una analogía con tiempos pasados y peores en todas las dimensiones.

No hay comentarios

Agregar comentario