Macron, Taiwán y la multipolaridad

Columna
AthenaLab, 12.04.2023
Juan Pablo Toro, director ejecutivo

Un justificado revuelo provocó las recientes afirmaciones del presidente francés Emmanuel Macron, quien al regreso de su viaje a China advirtió que Europa “no debe verse envuelta en crisis que no son nuestras”, citando el caso de Taiwán como un asunto que no les compete.

Si la idea era explicar los alcances de la “autonomía estratégica” que pretende la Unión Europea (UE), el mandatario galo se arrogó la atribución de hablar en nombre del bloque, quizás motivado por la centralidad militar de Francia en el mismo.

No obstante, los mismos documentos comunitarios del bloque, como su Estrategia del Indo-Pacífico, contradicen su aproximación:

“El despliegue de fuerza y ​​el aumento de las tensiones en los puntos críticos regionales, como el Mar de China Meridional y Oriental y el Estrecho de Taiwán, pueden tener un impacto directo en la seguridad y la prosperidad europeas”.

La UE es una potencia comercial que depende de la apertura de las rutas marítimas para mantener los flujos de exportaciones/importaciones con los mercados asiáticos. Cualquier disrupción sería un golpe económico mayor y de ahí surge la decisión de reforzar la presencia naval europea en el área.

El timming tampoco pudo ser peor, puesto que mientras se daban a conocer sus declaraciones en el sitio de noticias Politico, China iniciaba tres días de ejercicios aeronavales en torno a Taiwán para ensayar un bloqueo, todo en represalia a la visita que le hizo la presidenta Tsai-wen al líder de la Cámara Baja de Estados Unidos, Kevin McCarthy.

Durante su visita, Macron intentó persuadir a su colega Xi Jinping para que no suministre armas a Rusia y ayude a convencer a Vladimir Putin para que busque una salida a la guerra que desató hace 13 meses al invadir a Ucrania. Si el presidente galo logró modificar la posición de facto de Xi respecto de su principal socio, con que tiene una “amistad sin límites”, está por verse, pero sería de las escasas personas en lograr este cambio de conducta de un líder alérgico a las críticas.

Ahora bien, si el precio era dejar la democracia taiwanesa a su suerte, es un costo demasiado alto, asumiendo que una eventual toma de control de la isla abriría las puertas al Ejército Popular de Liberación para materializar la visión de su jefe de una “Asia para los asiáticos”, donde China será el núcleo central.

Así como muchos ven a Grecia como la cuna de la democracia antigua, de Francia provienen algunos elementos centrales de la democracia moderna, como la división de poderes, la importancia de la opinión pública y los principios de “libertad, igualdad, fraternidad”.

Es cierto que existe una rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China, ante la cual los países intentan no dejarse arrastrar, con más o menos éxito, pero también hoy existe una fractura profunda y en expansión entre las democracias y autocracias. Restarle importancia en aras de una realpolitik puede tener su lógica, pero proviniendo de Francia suena más bien sorprendente. Porque Francia es una piedra angular de Occidente.

Muy distinto, por ejemplo, es el caso del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien se niega a armar a Ucrania, le pide que asuma la pérdida de Crimea y se abra algún tipo de mediación. Ahí más bien hay un intento de desmarcarse del mundo occidental y buscar sociedades con otros países del ahora llamado “Sur Global”, sea lo que signifique ese concepto.

Cuando se anteponen los valores es muy difícil hacer política exterior en un mundo multipolar donde hay distintas visiones sobre los modelos de sociedades y las condiciones que la rodean. Pero cuando las democracias titubean los líderes autoritarios avanzan, como se observa con el retroceso democrático que estamos viviendo en las últimas dos décadas. Por tanto, los valores también sirven para cimentar alianzas y tienen que ver con el respeto, o no, a las normas internacionales vigentes.

Qué hubiese pasado si Estados Unidos no se involucraba a la hora respaldar a Ucrania y dejaba a los europeos resolver por cuenta propia “otra” de sus guerras, por considerar que no era su asunto. Documentos filtrados del Pentágono indican que los bandos están extenuados y escasos de nuevos recursos para retomar impulso militar. Y puede que Macron lo sepa también y solo busque acortar el camino a una salida negociada.

La “autonomía estratégica” tampoco suena mal del todo, pero es un objetivo aún distante y que también requiere de ser calibrado. Sobre todo, si hoy existen dependencias de Europa hacia Washington en materia de seguridad, hacia China en materia de comercio y hacia Rusia en materia energética.

Por todo lo anterior, las declaraciones de Macron ya pasaron a formar parte de un historial que incluye diagnosticarle “muerte cerebral” a la OTAN en 2019 (hoy en plena expansión) y pedir no “humillar” a Putin en 2022. Si dentro de su país enfrenta un gran descontento por su reforma de pensiones, Macron hizo que se extienda al exterior por otros motivos.

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