Sin liderazgo

Columna
El Mercurio, 10.07.2022
Heraldo Muñoz, político PPD y ex ministro de RREE

Hace escasos días, después de mucho resistirse, Boris Johnson renunció como líder del Partido Conservador y primer ministro del Reino Unido, en medio de una sucesión de escándalos y mentiras. Su dimisión se produjo bajo la presión de una verdadera revuelta de miembros de su gabinete y asesores, quienes decidieron abandonar sus cargos, incluidos los ministros de Hacienda (Chancellor) y Salud.

Johnson —que anunció su intención de quedarse en el cargo hasta que se elija a un nuevo líder, lo cual generó reacciones para su salida inmediata— es solo la más reciente expresión de los liderazgos tóxicos o, más bien, la demostración de un déficit de liderazgos potentes a nivel internacional.

Entretanto, en EE.UU. la inflación sigue en ascenso, la pandemia no cede (muchas tiendas siguen cerradas sin posibilidad cierta de reabrir), perdura la sombra del desastre del retiro de las tropas de Afganistán, la oposición republicana se muestra implacable con la administración demócrata, la Corte Suprema ha arremetido con un abierto activismo de derecha, y las disputas internas abruman al Partido Demócrata, debilitando así la capacidad del Presidente Joe Biden para liderar acciones frente a los grandes desafíos de política exterior. Una encuesta de NPR/PBS/Newshour/Marist revela que una amplia mayoría de los entrevistados (56%) opina que el primer año de Biden ha sido “un fracaso”, con un nivel de aprobación de 39%.

En Francia, la victoria presidencial del Emmanuel Macron se ha visto empañada por el revés que sufrió en las elecciones legislativas, donde perdió la mayoría absoluta, lo cual abre un período de alta incertidumbre en la política francesa. Este nuevo escenario frenará los impulsos de Macron por conseguir el liderazgo, o más bien el protagonismo, que ha intentado en materia de política exterior. Y en Alemania, el Canciller Olaf Scholz, si bien ostenta apoyo significativo en las encuestas de opinión, no es Angela Merkel ni pretende un alto perfil en política mundial, priorizando su accionar externo en el fortalecimiento de su defensa ante la invasión rusa de Ucrania y en el robustecimiento de los lazos intra Unión Europea y de la OTAN.

Rusia y China, por su parte, han suscrito una alianza estratégica bilateral que es visualizada como el ascenso de un orden mundial autocrático, puesto que ambas potencias han abogado por una nueva era internacional de distribución del poder, donde “la promoción de la democracia y los derechos humanos no debe ser utilizada para presionar a otros países”, proponiendo, en cambio, “una democracia genuina” que no se precisa.

Estos no son tiempos de liderazgos individuales, o de un solo país. La erosión del poder hegemónico de EE.UU., el ascenso aún sin hegemonía de China, y la diversificación del poder no permiten visualizar los liderazgos unilaterales de antaño. Ante las limitaciones de las instituciones internacionales, es hora de optar por liderazgos colectivos y flexibles.

Recientemente, las cumbres de jefes de Estado y de gobierno se han centrado, razonablemente, en las crisis generadas por la guerra rusa en Ucrania. A diferencia de la cumbre del G20 de abril del 2009, realizada para enfrentar la severa crisis financiera global de la época, la reunión reciente del G7 generó anuncios para competir con la iniciativa de la Franja y la Ruta de China, ignorando los grandes retos estratégicos del planeta.

La pregunta clave entonces es: ¿acción y liderazgo colectivo para qué?

Primero, para defender la democracia bajo ataque a nivel global, desde EE.UU. a Rusia, pasando por Turquía y Hungría. Apoyar un orden internacional basado en reglas y el respeto a los derechos humanos debe ser un objetivo prioritario. La pandemia, que aún perdura con sus efectos nocivos económicos y sanitarios, nos ha hecho olvidar la enorme amenaza que representa el cambio climático, y cómo el Acuerdo de París apenas logró sobrevivir en la COP26 de Glasgow. Urge respetar y profundizar las resoluciones y los compromisos nacionales, incluyendo el financiamiento para la adaptación, y así reducir las emisiones de carbono. El crimen transnacional es otro reto creciente que requiere más coordinación para intercambiar información, experiencias, y controlar el comercio ilegal de armas y drogas. Y coordinar políticas para enfrentar la contingencia inflacionaria y una recesión en el horizonte es otra tarea que requiere acción colectiva.

Chile tiene su espacio natural en América Latina, pero para enfrentar los retos comunes es necesario ir más allá y profundizar los lazos con países de criterios compartidos (like-minded), desde Europa a Canadá, Nueva Zelandia, Australia y otros. Chile necesita la unión para la acción. Una coalición de países like-minded puede ser la respuesta al liderazgo ausente de estos días.

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