Tensiones en la Alianza del Pacífico

Editorial
La Tercera, 20.02.2023

El irresponsable actuar del presidente de México, quien se niega a traspasar la presidencia pro tempore al gobierno de Perú, pone en riesgo la viabilidad de esta fructífera instancia regional, algo que a Chile no le puede resultar indiferente.

De manera completamente unilateral, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha resuelto no hacer el traspaso a Perú de la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico, país al que le corresponde asumirla durante 2023, de acuerdo con los estatutos del bloque. Conforme lo expresado por López Obrador, su resistencia se debe a que considera al gobierno de la presidenta Dina Boluarte como “espurio”, ante lo cual pretende trasladar al Grupo de Río la decisión que finalmente se adopte respecto de la Alianza del Pacífico.

López Obrador ha sido particularmente crítico de la remoción de Pedro Castillo de la Presidencia de Perú, a pesar de que este fue destituido por el Congreso en virtud de un proceso constitucional, por haber intentado disolver la sede legislativa y gobernar por decreto, lo que en la práctica constituía un autogolpe. El nuevo gobierno de Colombia, encabezado por Gustavo Petro, también se ha negado a reconocer a la administración de Boluarte, con lo cual la Alianza del Pacífico se ve enfrentada por primera vez en su historia a que dos de sus miembros han entrado en abierta disputa con otro país del bloque. El cuarto integrante, Chile, ha mantenido hasta aquí un total silencio respecto de este incordio, a pesar de que ya han transcurrido varios días desde que López Obrador hizo pública su inconsulta postura.

Se trata ciertamente del momento de mayor tensión que ha vivido la Alianza del Pacífico desde su puesta en marcha en 2012, y ante lo inédito que resulta el hecho de que un gobierno no sea reconocido por otros integrantes del bloque, es inevitable que surjan dudas acerca de su viabilidad como instancia regional, además de la incertidumbre de lo que ocurrirá con una serie de programas que funcionan al alero de la Alianza.

Desde su entrada en funcionamiento, el bloque había mostrado una admirable sintonía, y gobiernos de distinto signo se habían sucedido en la presidencia pro tempore, mostrando voluntad para potenciar esta instancia regional y evitando que las distintas posturas ideológicas interfirieran con los objetivos de largo aliento que sustentan esta alianza, como son llegar a convertirse en un espacio de libre flujo de bienes y servicios, además del libre tránsito de personas. En su poco tiempo de vida, la Alianza del Pacífico logró convertirse en un faro de referencia regional, encarnando las buenas políticas a las que todo el continente debería aspirar. Distintos países han manifestado su intención de poder integrarse al bloque -entre ellos, Singapur y Corea del Sur-, a lo que suma una gran cantidad de naciones en calidad de observadores, confirmando la solidez del proyecto.

Todo esto ahora es lo que se pone en entredicho producto de la irresponsabilidad del presidente de México, quien ha antepuesto sus pulsiones ideológicas por sobre este proyecto regional. Sin tener ninguna facultad para ello, ha decidido retener indebidamente la presidencia pro tempore -sin siquiera consultarlo con los otros países-, pero además da muestras de un ominoso doble estándar, pues mientras desconoce un gobierno que ha sido electo en virtud de procesos constitucionales, no trepida en brindar respaldo y reconocimiento a autocracias como la nicaragüense o la dictadura venezolana.

El gobierno chileno debe salir a clarificar su postura y procurar no solo que se respete a cabalidad la institucionalidad interna de la Alianza del Pacífico -si México insiste en su postura unilateral y caprichosa, entonces se debería reconocer a Perú como legítimo poseedor de la presidencia pro tempore-, sino abogar para que esta instancia no sea puesta en riesgo, porque su debilitamiento sería una derrota para toda la región.

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