Carta El Mercurio, 13.12.2022 Ignacio Briones R., Carlos Gajardo P., Felipe Harboe B. y Klaus Schmidt-Hebbel D.
El 24 de marzo de este año la Federación Rusa, por decisión personal de Putin, su dictador de facto, inició una guerra brutal contra Ucrania, invadiendo y bombardeando al país vecino, con el objetivo de aniquilar su independencia, su cultura y su población.
Posiblemente esta sea la guerra más cruenta desde la Segunda Guerra Mundial, con características de genocidio cultural y físico. La invasión rusa ha sido condenada reiteradamente por la Asamblea General de la ONU, demandando el retiro de Rusia de todos los territorios invadidos e ilegalmente anexados por Rusia. Una gran mayoría de los países del mundo ha votado a favor de estas demandas, incluyendo a gran parte de las naciones latinoamericanas.
A su vez, la mayoría de los países desarrollados ha pasado del apoyo moral a Ucrania al apoyo militar y humanitario, apoyando la heroica resistencia del pueblo ucraniano y las contraofensivas de sus Fuerzas Armadas, lideradas por su gobierno democrático, encabezado por el presidente Zelenski.
Mientras muchas organizaciones, personas y países apoyan a Ucrania y los parlamentos del mundo invitan a su presidente a exponer en sus senos, en Chile estamos mirando para el lado. Aunque existen intentos de muchos parlamentarios chilenos para invitar al presidente Zelenski a realizar una exposición en el Senado y en la Cámara, estos intentos no han fructificado hasta la fecha. También ha habido solicitudes presentadas a personas, empresas y asociaciones gremiales en Chile, para materializar donaciones humanitarias al pueblo ucraniano, que está sufriendo frío, hambre y enfermedades a causa de los incesantes bombardeos rusos a la población civil y la infraestructura en estos duros meses de invierno. Estas solicitudes han sido escuchadas, pero no respondidas.
¿Hasta cuándo miraremos hacia otro lado, sin actuar en apoyo de la lucha de este David del siglo XXI contra un Goliat despiadado y genocida? Hacemos un llamado al Gobierno de Chile, al Senado y a la Cámara de Diputados de nuestro país y a todas las personas y empresas de buena voluntad para apoyar, cada uno de acuerdo con sus posibilidades, a la causa más noble y justa del mundo contemporáneo, cuyo desenlace determinará el futuro de la democracia en el mundo.
