Columna El Mercurio de Valparaíso, 30.09.2025 Demetrio Infante Figueroa, embajador ®
Nadie puede poner en dudas el impresionante currículo de Michelle Bachelet. No debe haber en toda Latinoamérica una persona que pueda mostrar tanto de lo que ha sido capaz de realizar en su vida. Ejemplar hija, muy cercana madre, médico, ministra de Estado, dos veces presidenta de la República elegida en elecciones absolutamente democráticas y jefa de uno de los organismos más importantes de Naciones Unidas. O sea, sus atributos humanos, intelectuales e institucionales para ser secretaria general de la NN.UU. sobran.
Pero la postulación mencionada requiere de un proceso previo fundamental, que no es fácil y que debe ser llevado a cabo con gran precisión y tiempo. Desafortunadamente eso no se ha hecho. Partiendo por lo que podría llamarse el "frente interno". Tal como lo señaló el Senador José Miguel Insulza - hombre de una experiencia única en materia internacional - ella debió, previamente, haber cerrado el tema de su postulación en casa. La idea de José Miguel de que se hubiera juntado con los tres postulantes que tienen mayor posibilidad de ganar la próxima elección presidencial antes de lanzar oficialmente su postulación, es absolutamente correcta. Hay que tener en consideración que la votación misma se llevará a efecto en Nueva York cuando otra persona - con meses en el cargo - sea el o la habitante de La Moneda. Es decir, resultaba indispensable tener una visión de los tres para así mostrarse con una postulante que en cualquiera alternativa tendría "cubierta las espaldas".
Tengo alguna experiencia en el tema pues como diplomático serví como segundo de la Delegación chilena ante Naciones Unidas con dos grandes Embajadores, Manuel Trucco y Pedro Daza. En su momento investigué en varias fuentes la estrategia de Torre Tagle para postular al peruano Javier Pérez de Cuéllar a ese cargo, lo que se consiguió. Hubo una cuidadosa planificación donde no se dejó nada al azar. Pérez de Cuéllar había sido un destacado embajador en NN.UU. durante el período de la dictadura militar peruana y la votación se llevaría a cabo cuando iba a ser jefe de Estado don Fernando Belaúnde. Lo primero fue obtener el visto bueno del nuevo presidente, lo que se logró sin dificultad. Luego se siguió la idea de que no se sacaba nada con tener todos los votos de los países miembros, si no se era capaz de asegurar el visto bueno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Esto es, China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia. Es decir, los cinco que tienen derecho a veto. Con el voto de uno de ellos en contra la lucha estaba perdida. La Cancillería peruana volcó todos sus esfuerzos en esas cinco naciones. Con ellas en el bolsillo, la cosa estaba hecha. Se designó como gran negociador a Celso Pastor, quien era cuñado del presidente Belaúnde y había sido su embajador de nota en Washington durante la primera administración de aquél. Celso, además de ser un hombre inteligente que hablaba inglés a la perfección, poseía una estampa física que se imponía por presencia. Era un tipo alto, de buena facha, de un cuidado especial en el vestir, de buena labia y de esos seres humanos que parecieran hablar con un tono de voz que nace en el esófago.
Se apeló a las Fuerzas Armadas para lograr el voto ruso, ya que Perú había sido un gran cliente de material bélico soviético durante la dictadura militar y mantenía esos vínculos. Con Estados Unidos fue el propio presidente Belaúnde quien tomó la batuta. Había tenido excelentes relaciones con la Casa Blanca durante su primer período y tenía un importante prestigio como arquitecto y como profesor universitario en el país del norte. Además, con su elección había puesto fin a la sustantiva influencia soviética y cubana en Lima. Con Francia se apeló a todo lo posible, partiendo por la circunstancia que ese país tuvo gran influencia en la historia del Perú, desde el Almirante Petit Thouars de acciones sustantivas al término de la Guerra del Pacífico, hasta la circunstancia que el actual uniforme militar peruano es copia del francés. Con Gran Bretaña se aprovechó la influencia que en Londres tenían importantes empresas británicas que operaban en el Lima. Con China se buscó una negociación directa de Celso Pastor en Nueva York con las autoridades de aquel país y se relevó la gran emigración china al Perú desde hacía más de cien años. Las familias chino-peruanas mantienen contactos con sus parientes que viven al otro lado del Pacífico. Perú apeló a todo lo que estuviera a mano. Pero insisto, las negociaciones iniciales fueron exclusivamente y en reserva con los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Al final se consiguió la aprobación de esas cinco potencias y, tal como estaba previsto, el resto fue muy fácil.
En el caso de Bachelet estimo que el presidente Boric cometió un tremendo error al hacer aparecer a la postulante nacional como integrante de la delegación chilena a la Asamblea General que se está celebrando en Nueva York y presentarla ante el Plenario en forma oficial como candidata. Si el objetivo primario de su discurso en la Asamblea General era "jugar todas sus fichas" para obtener el respaldo de la comunidad internacional a la expresidenta, debió adecuar sus palabras a dicho fin y darle a su discurso esa orientación, evitando crear roces con otras potencias. Ahora, si su intención en este último discurso ante ese foro era entrar en temas conflictivos de la actualidad internacional, como era su derecho, no debió siquiera mencionar la candidatura a la Secretaría General y menos disparar dardos indirectos contra Estados Unidos. Adicionalmente, su propuesta de enjuiciar al presidente de Israel por un tribunal internacional especial debido a las atrocidades incalificables que se cometen en Gaza tiene que haber prendido las alarmas en la poderosa comunidad judía que existe en Estados Unidos. El lobby israelita en el país del norte es incalculable. No será fácil conseguir el voto norteamericano para una candidata que, además, tiene una posición ideológica marxista y que demostró con palabras y hechos su cercanía con Cuba, y menos ahora que el secretario de Estado es Marco Rubio, un ex Senador de prestigio cuyos padres fueron inmigrantes cubanos. Los chilenos recordamos con cierta vergüenza lo acaecido en La Habana, cuando en una salida hasta cómica la entonces presidenta de Chile abandonó una reunión - en carrera de pasitos cortos - para concurrir a una audiencia que Fidel le había concedido casi como un favor.
Nada se ha hecho para intentar un trabajo previo en Washington sobre el tema de la postulación chilena a la Secretaría General de NN.UU. y la reciente intervención presidencial en el Plenario indudablemente va en el sentido contrario. El jefe de Estado se dio un "gustito" en Nueva York de ladrarle al más poderoso, pero dejó prácticamente "en la lona" la candidatura de Michelle Bachelet. Adicionalmente, al parecer en La Moneda se saltaron el hecho de quién será presidente de Estados Unidos cuando venga la elección de maras.
A lo anterior hay que agregar que no será fácil conseguir el voto de China, pues en Beijing no olvidan el informe que sobre la situación de los derechos humanos en ese país hizo la expresidenta antes de dejar su cargo de jefa de la División correspondiente de NN.UU. Los chinos, desafortunadamente para estos efectos, tienen muy buena memoria.
En resumen, y de acuerdo a lo conocido, no se ha hecho nada adecuado para obtener éxito en una empresa que aparece como de alto interés nacional. No creo que en el tiempo que media hasta la elección sea posible reparar los daños que se han causado y se consiga que algunos países sustantivos en el tema olviden lo sucedido. Como se ha actuado hasta hoy no ayuda en nada a que una chilena sea la reemplazante del portugués António Guterres. Al contrario, pareciera que en este tema, dentro del palacio sito frente a la plaza de la Constitución, se duerme con el enemigo.