OTAN: vituperada, atragantada, aplaudida

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Republica, 31.05.2022
Inocencio F. Arias, embajador (r) y columnista español

Recuerdo claramente la campaña, participé en ella, de entrada, en la OTAN hace estos días 40 años. En contra de lo que se afirma, a principio de los ochenta al español de a pie le importaba un pepino la OTAN. Ni frío ni calor le daba, incluso alguna encuesta de 1980 ante la indiferencia general daba una pequeña ventaja a los simpatizantes.

Al aproximarse las elecciones de 1982, el PSOE tocó a rebato contra la Alianza Atlántica. Pensó, y no se equivocó, que pulsando las teclas del pacifismo y el antiamericanismo daría un golpe decisivo a la fragilizada UCD que dirigía Calvo Sotelo. (“OTAN de entrada, no” pregonaría González en sus mítines y “OTAN, no, bases fuera” gritaría Javier Solana a la puerta del Palacio de Santa Cruz. No somos nadie).

Los españoles se volvieron claramente antiotánicos. Calvo Sotelo no se amilanó. Estaba muy ocupado con serenar a España después del golpe fallido del 23 de febrero (en el que no habría indultos como en el independentista de 2017) pero estaba firmemente convencido de que el lugar de España estaba en la Alianza occidental y no le importó desairar a una opinión pública encrespada. Tampoco a su ministro de Exteriores Pérez Llorca a quien encargó la brega diaria en dos frentes, el interno, debates en el Parlamento, etc… y en el externo, existía el peligro de que, como ahora ocurre con la Turquía chalana y negociante, surgieran dificultades a la hora de la ratificación en gobiernos como el socialista griego o el portugués celoso de que nosotros le robáramos competencias. Los escollos se salvaron en diferentes viajes del presidente y de su ministro y España debutó en la cumbre de la organización en Bonn en junio de 1982.

Eran las semanas de la guerra de las Malvinas y España prestó un servicio a los argentinos: un intento en Bonn de condenar en el comunicado final a Argentina fue abortado por nuestro gobierno. Dimos a entender que no nos importaba debutar en la Alianza con un veto al comunicado. Los argentinos dieron las gracias a Don Leopoldo.

La UCD se descalabró meses más tarde y Felipe González, con una firme mayoría, se olvidó de sus veleidades juveniles neutralistas y maduró pronto. Su sentido del estado la hizo ver que no podía estar pidiendo la entrada en la Unión Europea y hacer un papelón saliéndose de la OTAN. Dejó pasar el tiempo, conversó con americanos, alemanes, franceses… y rebobinó con habilidad y firmeza. Se desembarazó del neutralista Morán y nombró a Ordóñez en Exteriores. Convocó un referéndum traumático, pero se empleó con denuedo, agotadoramente, en ganarlo. Los otrora escépticos o reacios, Alfonso Guerra…se movilizaron sin vacilar y movilizaron hasta la televisión oficial que de ambigua con la ingenua UCD, se convirtió a la OTAN con el PSOE.

Los políticos socialistas utilizaron para justificar que nos quedábamos en el seno de la antiguamente mal vista OTAN los mismos argumentos, calcados, que en la época de entrada habían usado los dos políticos de la UCD y los que, en la refriega, éramos sus banderilleros. No había otros.  El referéndum edulcorado con algún requisito que no podría cumplirse se ganó holgadamente (53-39) en una jornada en que hubo muchos nervios en el gobierno. La pérdida, pensaban algunos, podría haber significado la dimisión de González. Ganarlo le dio prestigio entre sus colegas extranjeros.

Como España es diferente, infelizmente en este caso, ahora tenemos un gobierno en el que su jefe, por tardía conversión o porque le gusta salir en la foto de una Cumbre más que a un crío un teléfono móvil, parece un converso al atlantismo y al lado suyo, dentro del gobierno, un grupo no exiguo que detesta a la Otan, lo manifiesta y se le ve el plumero en el caso de Ucrania: les encantaría que ganara Putin porque esto sería una bofetada a Estados Unidos y al capitalismo occidental.

Esto es España y fuera de aquí se dan cuenta.

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