Tres años de la guerra de Rusia

Columna
El Mercurio, 22.02.2025
21 embajadores europeos firmantes

Hace tres años, el 24 de febrero de 2022, el mundo cambió para siempre. A primera hora de la mañana, el tranquilo sueño de los ucranianos se vio perturbado por explosiones y sirenas antiaéreas. El rugido de los tanques y la artillería, el estallido de las ametralladoras y el chirrido de los drones acabaron, en un segundo, con la paz, la tranquilidad y la vida que el pueblo ucraniano solía conocer. Había comenzado una guerra en Europa, a una escala no vista desde la Segunda Guerra Mundial.

Las escenas de ciudades bombardeadas, de ejecuciones masivas de civiles y de niños desplazados y huérfanos ya no eran escenas de documentales del siglo pasado. Son la realidad de la vida en Ucrania.

A tres años del inicio de la invasión ilegal a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, aquí, en América Latina, es fácil volverse insensible a la realidad de que las ciudades, los pueblos y las aldeas ucranianas son bombardeados todos los días. Pero el impacto de la guerra —tanto en Ucrania como en el resto del mundo— sigue siendo inmenso. Millones de ucranianos han sido desplazados y siguen necesitando desesperadamente ayuda humanitaria. Los ataques masivos continúan a diario, causando numerosas víctimas civiles. Miles de niños ucranianos han sido deportados o transferidos por la fuerza a Rusia o al territorio ucraniano controlado por Rusia.

Aquí en Chile seguimos sintiendo el profundo efecto de la guerra ilegal de Rusia sobre la economía global. Analizar los datos de los últimos tres años resulta una lectura sombría. En 2022, la invasión ralentizó el crecimiento global en alrededor de un 1,5% y elevó la inflación en todo el mundo.

En sus intentos por paralizar la economía ucraniana y sus exportaciones de alimentos, Rusia continúa poniendo en riesgo la seguridad alimentaria mundial. Antes de la invasión, Ucrania era una potencia agrícola que abastecía el 10% del trigo del mundo y el 12% del maíz y la cebada. En su lucha por la autodefensa, Ucrania ha logrado recuperar parcialmente las rutas marítimas a través del Mar Negro y, de este modo, ha podido reanudar sus exportaciones de cereales al mundo. Por ello, Rusia sigue atacando sus almacenamientos de cereales, su infraestructura portuaria y su transporte marítimo mercante, manteniendo volátiles los precios de los alimentos en todo el mundo y, a su vez, causando un inmenso sufrimiento a los más pobres del mundo.

Y a pesar de toda la retórica sobre posibles conversaciones de paz, está muy claro que las ambiciones de Rusia de subyugar a Ucrania siguen intactas. Notamos la reunión entre los cancilleres de Rusia y Estados Unidos que ocurrió días atrás en Riad. Pero, aun así, seamos claros en que la voz de Ucrania debe estar en el corazón de toda conversación y la paz no se puede lograr a cualquier precio. Ucrania debe estar en la mesa de negociaciones.

En 2024 se produjo una serie de decisiones profundamente preocupantes de Rusia: apuntar a la infraestructura energética de Ucrania en lo más profundo del invierno europeo, el despliegue de 11.000 tropas norcoreanas para luchar en la línea del frente y el uso de misiles balísticos. Rusia exige una capitulación total, pese a que Rusia es el agresor. Nadie quiere la paz más que Ucrania y sus aliados. Y para que la paz sea sostenible, debe ser justa, estar basada en el respeto a la Carta de Naciones Unidas y en el Derecho Internacional en general y, sobre todo, debe ser negociada en pie de igualdad.

Entonces, cuando se cumplen tres años desde el inicio de la guerra, está claro que Moscú sigue queriendo que el mundo se vuelva insensible a su guerra de agresión contra Ucrania. Los instamos a todos a no caer en esa trampa. Es demasiado importante para el futuro del mundo. La invasión rusa a Ucrania no es solo una cuestión europea u occidental, sino una cuestión que nos concierne a todos, incluidos Latinoamérica y el sur global.

Todos nos beneficiamos al contar con fronteras seguras protegidas por el Derecho Internacional. Y todos tenemos la responsabilidad de garantizar que estas se respeten. Un mundo donde las fronteras puedan volver a trazarse por la fuerza será menos seguro, menos próspero, y menos justo. Esta no es una cuestión en la que podamos ser neutrales.

 

Embajadores Yurii Diudin (Ucrania), Louise de Sousa (Reino Unido), Claudia Gintersdorfer (UE), Werner Senfter (Austria), Christian De Lannoy (Bélgica), Pavel Bechný (República Checa), Susanne Fries-Gaier (Alemania), Henrik Bramsen Hahn (Dinamarca), Nikolaos Piperigkos (Grecia), Rafael Garranzo (España), Johanna Kotkajärvi (Finlandia), Cyrille Rogeau (Francia), Mira Martinec (Croacia), Colum Hatchell (Irlanda), Valeria Biagiotti (Italia), Elke Merks (Países Bajos), Milena Lstrok-Ukasiewicz (e.n. Polonia), Carlos Amaro (Portugal), Floricel Paul Mocanu (Rumania), Anders Nilsen (Suecia) y Karolina Guay (Canadá)

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