¿Para qué sirve la ONU?

Columna
El Internacionalista del Fin del Mundo, 28.09.2025
Juan Pablo Glasinovic Vernon, abogado (PUC), exdiplomático y columnista

En el aniversario 80 de la Organización de Naciones Unidas y en un contexto mundial muy complejo, es plenamente oportuno hacerse esta pregunta, más aún cuando cada vez son más los que consideran que esta entidad multilateral no sirve para nada.

Para buscar una respuesta es necesario hacer un breve recorrido histórico, incluyendo desde su génesis y hasta el contexto actual con sus desafíos

Hasta el siglo XIX, los actores exclusivos del sistema internacional fueron los estados y su influencia en el conjunto dependía de su poder duro (básicamente militar y económico), el que se podía ampliar en función de alianzas. Sin embargo, esas alianzas eran volubles y la dinámica general fue una competencia de suma cero que derivaba en guerras sucesivas. Por tanto, durante la mayor parte de la historia de la humanidad la guerra fue el patrón común.

Durante el siglo XIX, producto del capitalismo industrial y de los grandes progresos en materia de transporte y comunicaciones con el ferrocarril, la navegación a vapor y el telégrafo, el mundo se integró como nunca y los estados empezaron a tener una visión global y una relación cada vez más interdependiente. En paralelo fue surgiendo un conjunto de normas para regular esas interacciones cada vez más universales y complejas, lo que se conoce como el Derecho Internacional.

Las primeras organizaciones multilaterales, es decir entidades que agrupan a una multiplicidad de estados en forma permanente, surgieron como respuesta a la necesidad de cooperar en torno a tareas y objetivos que excedían ampliamente a los estados individuales. En esa lógica, durante la segunda mitad del siglo XIX surgen la Unión Telegráfica Internacional (precursora de la Unión Internacional de Telecomunicaciones) y la Unión Postal Universal (UPU).

Este avance en materia de multilateralismo se fundó entonces en necesidades técnicas y económicas, pero fue escalando. El impulso para la dimensión política vino de la mano de la I Guerra Mundial, que como sabemos generó una gran mortandad en los campos de batalla. Tras ese sangriento episodio y los grandes cambios geopolíticos asociados, en los líderes europeos y de Estados Unidos emergió con fuerza la voluntad de crear un órgano multilateral con competencias políticas, cuya función principal fuera prevenir futuros conflictos. Es así como la Sociedad de Naciones fue fundada en 1919, como parte del tratado de paz que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Su creación se formalizó en el Tratado de Versalles, firmado el 28 de junio de 1919, y comenzó a funcionar oficialmente en enero de 1920.

Es interesante señalar que en la creación de esta entidad confluyeron la impronta religiosa del presidente estadounidense Woodrow Wilson, su principal artífice (aunque Estados Unidos no se pudo unir por oposición del senado), junto con los idearios que venían de la Revolución Francesa como la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Esa confluencia impulsó un nuevo orden internacional fundado en esos valores que se procuró extender de alguna manera a los estados en lo que les fuera aplicable.

La Sociedad de las Naciones se fundó en los principios de la seguridad colectiva, el arbitraje de los conflictos y el desarme. Esos principios se fundaron en valores como la paz, la justicia, la igualdad, el respeto, los Derechos Humanos, la tolerancia y la solidaridad. Lamentablemente no pudo evitar la II Guerra Mundial, por el funcionamiento de su estructura, pero también en parte porque Estados Unidos no la integraba y porque varios otros miembros se fueron retirando, restándole universalidad.

Tras la II Guerra Mundial que fue más mortífera y horrorosa que la I Guerra Mundial, los líderes de los países vencedores bajo la dirección de Estados Unidos fundaron la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945, con el objetivo de mantener la paz y la seguridad internacional, fomentar la cooperación entre países y promover los Derechos Humanos. El documento fundacional es la Carta de las Naciones Unidas, firmada el 26 de junio de 1945 en la Conferencia de San Francisco por 50 países.

En la génesis de Naciones Unidas está la voluntad de no repetir el terrible sufrimiento que experimentó la humanidad con guerras que respondieron a la exacerbación del poder duro como elemento central en las relaciones internacionales.

Esa mezcla de trauma con una aspiración de redención sostuvo durante la segunda mitad del siglo XX la fortaleza de un sistema que, a pesar de sus falencias, logró aminorar los conflictos y pudo hacer frente en forma concertada a catástrofes humanitarias.

El sistema de las Naciones Unidas se concibió sobre cuatro pilares fundamentales: paz y seguridad internacional, desarrollo sostenible, Derechos Humanos y ayuda humanitaria.

Bajo el paraguas de la ONU, que se constituyó como la pieza central del sistema multilateral global, con una representación de prácticamente todos los estados, se erigió una red de entidades y programas para cooperar y coordinar en las más diversas materias. Es así como podemos mencionar a la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), la OMS (Organización Mundial de la Salud), la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), la OIT (Organización Internacional del Trabajo), el FMI (Fondo Monetario Internacional), el Banco Mundial, la OMI (Organización Marítima Internacional), el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados).

Dentro de su estructura y en lo que se refiere a la paz y seguridad, el Consejo de Seguridad de la ONU es el órgano encargado de mantenerlas. Es el único dentro del sistema de Naciones Unidas que puede tomar decisiones vinculantes para los estados miembros, incluyendo el uso de la fuerza, sanciones económicas y el establecimiento de misiones de paz. Está integrado por 15 países de los cuales 5 son permanentes y tienen derecho de veto: Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia.

Es precisamente la atribución de esos 5 países lo que ha venido inmovilizando a la ONU. Lamentablemente la competencia y rivalidad entre ellos tiene paralizada una de Las funciones más importantes de la organización: prevenir los conflictos y buscar la paz.

Quienes piensan que la ONU o cualquier organismo multilateral es independiente de sus estados miembros, está equivocado. En algún momento en la última década del siglo XX pareció que la entidad podía tener cierto vuelo propio en la “línea de una gobernanza mundial”, pero ello no fue sostenible. Los miembros más poderosos incluyendo a Estados Unidos, comenzaron a desentenderse del funcionamiento de la ONU e incluso a oponérsele o a actuar al margen. Eso incluyó restarles financiamiento (recordemos que estas organizaciones subsisten por las cuotas y otros aportes de sus integrantes).

Entonces por una combinación de factores, incluyendo la erosión de la memoria histórica respecto de las conflagraciones mundiales y el debilitamiento de valores comunes, el sistema que había sacado a la humanidad del ciclo de guerras está desarmándose.

Volviendo a la pregunta inicial, la ONU fue concebida para empujar la cooperación mundial sobre la base de preservar la paz porque sin ella todo el resto es bastante irrelevante. Durante buena parte de esos 80 años cumplió con ese rol y el mundo en general vivió uno de sus períodos más pacífico y próspero. La razón del por qué ello no está ocurriendo es porque los estados más poderosos han vuelto a la lógica de la primera mitad del siglo XX.

Entendiendo que la ONU no está sirviendo su propósito, ¿es posible revertirlo y cómo? Hay que decir que es muy difícil porque cuando se pierde el espíritu de vivir dentro de un sistema, las reglas por más que se modifiquen, no funcionarán. Es lo mismo en democracia. Si la mayoría o al menos los actores principales no creen en ella, las normas no servirán para asegurar su subsistencia. Es ese intangible de confianza, compromiso y lealtad que permite su subsistencia y lo mismo respecto del orden internacional con la ONU.

En este escenario de disolución, ¿qué hacer?

En tiempos tormentosos, las posibilidades suelen ser abandonar el barco o tratar de mantenerlo a flote. Aunque está seriamente dañado, una alianza de países ya sea por convicción o conveniencia podría mantenerlo a flote e incluso recuperar el rumbo. Ante la alternativa de la multiplicación de escenarios como Ucrania, Gaza, Darfur, Myanmar y la extensión de guerras masivas en Europa y Asia, ¿no hace sentido tratar de volver a fortalecer una instancia multilateral?

En esa línea la próxima elección del secretario general otorga una oportunidad de movilización y cambio, aunque seguirá dependiendo de los estados más poderosos que tendrían que ver que ganan más estando dentro que fuera (lo que es cada vez menos evidente).

Otra pregunta que debe hacerse es si quedando inoperante la ONU que es el corazón del sistema multilateral post II Guerra Mundial, las otras entidades y programas podrán subsistir. Quizá aquellas más técnicas sí, pero sin un organismo que tire las líneas de las prioridades mundiales y articule los distintos temas y dimensiones, su rol y utilidad se perjudicarán.

Ya desde el último cuarto del siglo XIX era evidente que la compleja interdependencia entre países y regiones exigía construir un sistema multilateral para ayudar a una gobernanza mundial. Esa necesidad no ha hecho sino crecer, incluyendo el cambio climático, por lo que quienes creen que privilegiando sus agendas volcadas en el poder duro podrán eludir esos problemas, están ciegos.

Urge encontrar un camino de coordinación multilateral como única forma efectiva de enfrentar los desafíos que nos afectan como humanidad. Ojalá que la constitución de un nuevo consenso no surja sobre la base de nuevas guerras mundiales.

Concluyendo entonces, la ONU cumplió un gran rol, pero ya no lo está haciendo porque una parte importante y poderosa de sus miembros no cree en el sistema multilateral. Sin embargo, es evidente que tiene que buscarse una alternativa que mantenga una representación mundial y enfrente los temas globales.

No hacerlo significará mayor inestabilidad y conflicto, así como el agravamiento de problemas como el calentamiento global y sus efectos.

La elección del nuevo secretario general dará luces de si hay posibilidades de revitalización o si derivamos derechamente de vuelta a la dinámica los años 30 del siglo pasado y sus vientos de guerra.

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