Antártica: el nuevo escenario estratégico de Chile ante la crisis climática

Columna
El Líbero, 20.09.2025
José Luis Balmaceda, embajador ® y ex director de Antártica de RREE

La Antártica ya no es una frontera remota: es un termómetro decisivo del planeta. Cada variación en sus hielos y ecosistemas marinos impacta la regulación del clima global, afectando directamente la seguridad alimentaria, la disponibilidad de agua y la estabilidad de los océanos.

En un mundo donde persisten resistencias a compromisos climáticos firmes y donde las grandes potencias avanzan con agendas tecnológicas ambiciosas, Chile tiene claridad: su seguridad, su proyección científica y su responsabilidad ambiental están íntimamente ligadas al destino del continente blanco.

La construcción de una política antártica moderna en Chile se consolidó entre 2011 y 2025. El hito principal fue la creación de la División Antártica del Ministerio de Relaciones Exteriores, encargada de articular ciencia, diplomacia y política exterior. Durante este periodo, Chile amplió su presencia con estaciones científicas y reforzó su red logística, impulsando una mayor cooperación internacional con países como EE.UU., Corea del Sur, Alemania, Argentina y Uruguay. Además, se consolidó a Punta Arenas como la puerta de entrada natural y una plataforma logística de relevancia mundial. Todas estas acciones, que reflejan una política de Estado sostenida por sucesivos gobiernos, han posicionado a la Antártica no solo como una extensión territorial, sino como parte esencial de la identidad y el futuro climático de nuestro país.

Chile, como Miembro Consultivo del Tratado Antártico, ocupa una posición clave para incidir en su gobernanza internacional. Su rol en el Consejo Antártico le otorga voz y voto en las decisiones que definen el futuro del continente. Los principales aportes de Chile se centran en: la defensa del Tratado como escudo jurídico contra la militarización y la explotación de recursos. Su liderazgo se proyecta en la promoción de Áreas Marinas Protegidas en el océano Austral y en una agenda climática que posicione a la Antártica como un centro global de investigación. Además, el país promueve la transparencia científica y consolida a Punta Arenas como un nodo logístico global, facilitando la cooperación para expediciones conjuntas.

El horizonte de la política antártica de Chile hacia 2040 debe enfrentar desafíos de gran envergadura. El cambio climático acelerado nos exige reforzar las capacidades de investigación en glaciología, biodiversidad y ecosistemas marinos, todo ello articulado con un robusto monitoreo satelital. En el ámbito diplomático, es crucial resguardar la naturaleza pacífica y cooperativa del continente frente a eventuales intentos de uso estratégico encubierto. Asimismo, la infraestructura y la logística deben volverse más sostenibles, incorporando energías limpias para reducir la huella de carbono de nuestra actividad antártica. Para liderar estos esfuerzos, debemos perseverar en la formación de una nueva generación de científicos, diplomáticos y técnicos especializados en política polar. Chile tiene la oportunidad de fortalecer el multilateralismo al liderar propuestas de transparencia, cooperación tecnológica y gobernanza ambiental en el marco del Tratado Antártico.

La defensa de este continente trasciende a los gobiernos y constituye un desafío país inseparable de la identidad geográfica y del futuro climático de nuestra nación. Hoy, nuestro compromiso debe ir más allá de la presencia física: se trata de ejercer un liderazgo responsable que armonice ciencia, diplomacia y protección ambiental. El continente blanco nos interpela a todos y Chile, por su historia, ubicación y vocación científica, está llamado a convertirse en un referente regional y global en la gobernanza antártica, demostrando que la cooperación y la protección ambiental son el verdadero camino hacia el futuro.

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