Bibi y Donald

Columna
Levante (EMV), 13.07.2025
Jorge Dezcallar de Mazarredo, Embajador de España

Se han reunido esta semana en Washington, la tercera vez que lo hacen desde enero, y tras hablar de Gaza sin resultados aparentes mientras los rehenes siguen secuestrados y los nativos mueren a puñados, se han congratulado por el duro golpe que han propinado al odiado régimen iraní, que hoy es más débil que nunca tras ver derrotados a sus aliados de Hamas y de Hizbolá, derrocada la dictadura siria de los Assad y que encima acaba de ser bombardeado sin lograr defenderse eficazmente.

Por eso se felicitan Donald y Bibi, obviando el pequeño detalle de que lo que acaban de hacer es una violación del Derecho Internacional que deposita en el Consejo de Seguridad el monopolio del uso de la fuerza en las relaciones internacionales, salvo en caso de legítima defensa que aquí no parece darse salvo que se retuerza mucho artículo 51 de la Carta. Es lo que hacen ahora los poderosos: cuando Vladimir Putin dice que invade Ucrania por razones de seguridad nacional afirma exactamente lo mismo que Xi Jinping aduce para justificar sus ambiciones sobre Taiwán o sobre el Mar del Sur de China, y el propio Donald Trump cuando quiere quedarse con Groenlandia, el Canal de Panamá y Canadá. Y no pasa nada, porque la nueva geopolítica es un retroceso respecto del Pacto Briand-Kellog de 1928 que proscribía las guerras y normaliza el uso de la violencia por parte de los más fuertes. Y, aunque se acusa a Occidente de utilizar un doble rasero al condenar los crímenes de Putin en Ucrania y callar ante los de Israel en Gaza, resulta que lo mismo hacen los BRICS cuando critican a Trump y Netanyahu por lo de Gaza, pero callan vergonzosamente ante las barbaridades de Putin en Ucrania. La propia UE no critica los bombardeos sobre Irán para no molestar a Trump mientras negocia sus aranceles y porque tampoco desea que Teherán se haga con el arma nuclear. Nos han hecho el trabajo sucio, ha dicho Merz con sinceridad poco diplomática.

Tras los ataques Irán ha perdido centrifugadoras y científicos y se ha retrasado por un tiempo indeterminado su capacidad de tener la bomba, aunque siempre ha negado que quisiera tenerla. Su antipático régimen tiene un serio problema de credibilidad. También es un viejo Imperio que nunca se rendirá como le pide Trump. Exigírselo es no conocerlos. Sus opciones ahora son mantener un conflicto de baja intensidad que no interesa a sus vecinos del Golfo necesitados de estabilidad para sus negocios; ataques cibernéticos y terroristas en y fuera de la región; movilizar a los hutíes y a milicias chiitas en Siria e Irak para atacar a Israel, la navegación y/o bases americanas; bloquear el Estrecho de Ormuz por el que circulan 20 millones de barriles diarios de petróleo, algo que el mundo nunca permitiría; dejar de cooperar con la Agencia de la Energía Atómica (ya lo ha hecho); y denunciar el Tratado de No Proliferación Nuclear y lanzarse secretamente a por la bomba con la esperanza de convertirse en tan intocable como Corea del Norte antes de que el mundo reaccione. Si lo lograra, Trump y Netanyahu se habrían acabado convirtiendo en los padrinos del Irán nuclear.

Pero todas estas opciones tienen inconvenientes y lo deseable sería que Irán aceptara negociar un nuevo acuerdo como el que hizo con Obama en 2015 y que Trump (empujado por Netanyahu) torpedeó en 2018. Si siguiera en vigor no tendríamos estos problemas. Pero esa negociación no es fácil porque Teherán no se fía de Trump, que ya denunció unilateralmente un Tratado y negociaba otro cuando lanzó la Operación Martillo de Medianoche; porque ahora las exigencias americanas serán mayores; y porque podría considerarse una cuasi rendición en un momento de exaltación nacionalista. Y, sin embargo, es la única opción realista porque lo que también está claro es que EEUU (e Israel) no le permitirán tener la bomba y porque su interés último debería ser insertarse en un sistema regional de seguridad con sus vecinos árabes.

Lo que es de aurora boreal es que un perseguido por el Tribunal Penal Internacional por crímenes de guerra presente la candidatura al Premio Nobel de La Paz de quien le ha dado las bombas para matar a 57.000 seres humanos en Gaza y acaba de bombardear a otro país por antipático que sea su régimen, que lo es. Se me ocurren 8000 millones de ciudadanos en el mundo con más méritos.

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