El pulso europeo ante Trump

Columna
El Líbero, 09.08.2025
Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE

La política arancelaria de Donald Trump echa por tierra el principio universal y liberal sobre la libertad de comercio, defendido hasta ahora por nosotros, y lo reemplaza arbitrariamente por el interés nacional de Estados Unidos, mezclado con sentimientos subjetivos e impredecibles de su presidente. Ni sus históricos aliados se libraron de los cobros arancelarios del jueves. Trump presiona para recaudar más y forzar a la contraparte a invertir en suelo norteamericano y/o venderle armas y energía como parte de la negociación. La ley del más fuerte.

En el caso de la Unión Europea, el acuerdo político alcanzado el 27 de julio por la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen (“Ushi”, por su sobrenombre), en el club de golf escocés de propiedad del presidente norteamericano, reflejó en toda su magnitud lo que muchos sienten en ese continente: que están ante una relación de sumisión, imposible de tragar para una orgullosa Europa.

Aunque se negocian todavía los detalles del acuerdo, “Ushi” piensa que alcanzó un triunfo al detener la confrontación y concordar con Trump que los aranceles para los productos exportados a EE.UU. se elevarían solamente a un 15% (del 25% original), pero los norteamericanos entrarían en la UE libres de arancel. No importó que ese monto los dejara en inferioridad de condiciones respecto al Reino Unido, que obtuvo de Trump un 10%. Acordó exenciones arancelarias para productos considerados estratégicos; alianza en sectores minerales como acero, aluminio y cobre, pero fue forzada a comprar energía por US$ 750 mil millones en tres años (periodo de Trump); a invertir en EE.UU. por US$ 600 mil millones y a suspender las posibles represalias europeas.

En la UE hubo alivio porque se evitó el choque, pero no se ocultan los recelos por el arancel a pagar, las obligadas inversiones, la compra de combustible y por la falta de detalle sobre lo pactado. Entre estos países, el gobierno francés, patrocinador principal de la reelección de Ursula a la Presidencia de la Comisión, es el que ha expresado la mayor desilusión.

El mundo empresarial europeo ha sido muy escéptico. La Federación de Industrias alemana consideró el acuerdo como “insuficiente” y que envía una “señal fatal” a la interconexión industrial transatlántica; los fabricantes de automóviles de ese país esperan un fuerte golpe al sector; la asociación comercial alemana lo calificó de “compromiso doloroso”; el sector de las Pyme alertó sobre el riesgo de insolvencia. En Italia, un 71% de los exportadores a EE.UU. señalan que se avecinan dificultades y el 46% quiere reorientar sus exportaciones. En Francia, salvo los sectores aeroespacial y farmacéutico (por ahora), el resto de la industria y el importante sector agroalimentario y del lujo, son muy críticos al acuerdo y estiman que Ursula debió presionar más. En España, la CEOE señaló su «más absoluto rechazo y máxima preocupación” porque el acuerdo rompe con el principio de libre comercio, genera inseguridad y perjudica la competitividad de las empresas, especialmente en sectores como el vino, aceitunas y aceite de oliva.

Es decir, a no ser que la presidenta logre afinar luego los detalles del acuerdo político y convencer a cada uno de los líderes de los 27 sobre sus ventajas, lo acordado en Escocia puede convertirse en una tormenta política para ella, hoy adormecida por las vacaciones de verano. Cuando acaben, se sabrá lo que opinan los estados a través del Consejo de la UE y se conocerá el criterio dominante en el Parlamento Europeo, que tendrá una voz en el proceso de aprobación. Mientras tanto, Trump sigue complicándole la vida a la presidenta al amenazar con escalar el arancel del 15 al 35% si no se comprometen, claramente, a efectuar las inversiones de US$ 600 mil millones que acordó con “Ushi”, y que ella aguó por tratarse de asuntos de los Estados miembros y del sector privado.

Las ínfulas europeas acumuladas por sus siglos de historia, pensamiento y cultura están dando lugar, poco a poco, a un resentimiento y rabia generalizados, transversal, en contra de Trump y, por extensión, de EE.UU. Algunos describen la situación como nuevo “vasallaje medieval”, o el precio que se debía pagar al señor por su protección; se avergüenzan del papel servil de Rutte, el Secretario General de la OTAN, y de la misma “Ushi”; opinan que llegó el momento de dejar atrás la diplomacia y adoptar el lenguaje y las actitudes brutales que son las que comprende Trump; comparan al Presidente norteamericano con el rey Ubú, personaje que representa lo grotesco e innoble del poder político en una obra teatral de Alfred Jarry. Mil caricaturas representan hoy día el sentimiento europeo frente a Estados Unidos. Todas coinciden en la humillación y, en gran medida, en la necesidad de tolerarla con coraje porque, ahora, no queda más remedio.

Para Europa, el problema es más profundo que un asunto comercial o de honor mancillado. Detrás de la compra forzada de armamento norteamericano para rescatar a Ucrania, antesala de Europa, hay un desacople de Washington respecto al destino europeo frente a Rusia. ¡Qué decir de las suspicacias sobre la reunión entre Trump y Putin que se avecina! A ello se agrega la monetización de las relaciones de defensa. Más allá del constante maltrato a socios leales en temas valóricos de alcance universal, surgidos y desarrollados en conjunto desde la II Guerra Mundial, hay una falta de convicción en los mismos por parte de la nueva administración norteamericana. Tras las diferencias en asuntos tan diversos como medioambiente, papel de la siderurgia o la inteligencia artificial, existe un modelo de desarrollo distinto. Aparecen diferencias sensibles como el reconocimiento del Estado de Palestina, o el cuestionamiento de cadenas de agregación de valor forjadas por décadas. Se trata, en definitiva, del quiebre de la confianza transatlántica, difícil de recuperar.

Un pensador francés agregaba recientemente en Le Figaro:

“Europa es indudablemente un mercado importante para EE.UU. Pero ser un mercado no significa ser un actor estratégico, sobre todo en periodos de tensiones en que la fuerza principal proviene del poder militar. Se puede ser un gigante económico y un enano político cuando funciona el irenismo; pero cuando aparecen las tensiones internacionales la verdadera fuerza es estratégica y militar. Desde este punto de vista, desgraciadamente, Europa no existe por el momento”, y Trump es pragmático: no le interesan los enanos políticos. El dilema es existencial.

Las desconfianzas de Trump respecto a la UE y viceversa, son similares a las que Europa tiene con China. Por eso, Malcolm Turnbull, exprimer ministro liberal de Australia, les propuso en estos días mirar hacia el Pacífico y el CPTPP, creación nuestra. Macron está inclinado a ello. Agrega Turnbull: “¿Por qué 500 millones de europeos necesitan a 330 millones de americanos para protegerse de 140 millones de rusos?”.

En Bruselas quedan pocos días para que acabe el verano y muchos apuntan con el dedo a “Ushi” por actuar sola frente a Trump; por despreciar advertencias; por no recoger los intereses de sus principales apoyos (Francia y Alemania); por no atenerse a la realidad política de la Comisión. Hay quienes aventuran la presentación de una moción de censura, relativamente fácil de iniciar (se necesitan 72 votos de 720). Aunque no sea aprobada, sería un golpe para ella.

En lo que respecta a nuestra región, Brasil ha querido mantener la dignidad ante EE.UU., pero busca calladamente el diálogo a través del vicepresidente Alckmin. Sin embargo, más temprano que tarde debe llegar a un compromiso por la realidad de los hechos. Las naranjas y el café, los sectores más afectados, emplean en conjunto a 4 millones de personas. Lula y “Ushi” se juegan el pellejo en este pulso que, aunque duela, no se defiende con el honor sino con los números encima de la mesa.

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