¿Hacia dónde va EEUU?

Columna
La Tercera, 02.02.2017
Sergio Muñoz Riveros , analista político

Un reciente editorial del Washington Post recordó que George Washington declaró en 1783 que el “pecho de América está abierto” no solo al “opulento y respetable extranjero”, sino también a “los oprimidos y perseguidos”, pero que ahora Trump “haya cerrado de golpe la puerta a los oprimidos y perseguidos en un ataque de xenofobia irracional”. En realidad, el decreto que discrimina por razones religiosas a los inmigrantes de siete naciones de mayoría musulmana retrató al nuevo gobernante. El peor trato lo reservó para los más necesitados: suspensión indefinida al ingreso de las familias sirias que huyen de la guerra y la opresión. No hay compasión. Es indudable que están en juego los valores con que se fundó EE.UU., como lo dijo el propio Barack Obama al ponerse del lado de los manifestantes que salieron a rechazar la inhumanidad del decreto.

Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, dijo en diciembre: “Los cimientos de la democracia hace décadas que se están erosionando, y nada garantiza que alguna vez sea posible restaurarlos. Pero si albergamos alguna esperanza de redención, tendremos que empezar por admitir lo mal que está la situación. La democracia estadounidense se encuentra al borde del abismo” (El País, 23/12/2016). Bastaron pocos días para demostrar cuán certero era ese juicio.

Se ha instalado en la Casa Blanca un hombre vulgar e incompetente, racista a ojos vistas, mentiroso compulsivo, que tiene una visión rudimentaria del mundo y una percepción desorbitada de sí mismo. Se confirma que el factor humano es determinante en las dinámicas del poder: estamos viendo que la megalomanía se convierte en un factor político explosivo al combinarse con un discurso nacionalista y populista.

¿Cómo llegó una persona de estas características a la presidencia de EE.UU.? ¿Cómo fue que los líderes del Partido Republicano lo validaron como su representante? No queda sino pensar que la democracia estadounidense tiene fallas profundas, como lo prueba el hecho de que haya asumido la presidencia alguien que obtuvo 2,9 millones de votos menos que su rival. O sea, la fórmula “un hombre, un voto” no existe en EE.UU.

La decisión de construir un muro en la frontera con México y hacerlo pagar a los propios mexicanos, además de poner fin al TLC de América del Norte, es una muestra de ceguera ante los efectos que ello tendrá para la economía norteamericana: por ejemplo, el 99% del maíz cultivado en Kansas, el 96% de los minerales que exporta Arizona y aproximadamente un tercio de las exportaciones totales de Texas van hacia México. Es evidente que Trump no sabe cómo se generan las catástrofes económicas y humanas.

Resist” es la voz que se extiende en la sociedad norteamericana, y en efecto, la resistencia crece día a día. Ha sido impresionante la capacidad de reacción de amplios sectores. ¿Cuánto resistirá el sistema de contrapesos institucionales? No lo sabemos, pero todo indica que la democracia enfrentará una prueba muy dura. No es aventurado pensar en una crisis política en EE.UU. en poco tiempo más.

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