Columna
El Mostrador, 10.09.2025
Juan Pablo Glasinovic Vernon, abogado (PUC), exdiplomático y columnista
Indonesia es un estado en el sudeste asiático que destaca en varios sentidos. Desde la perspectiva geográfica abarca aproximadamente 5.110 kilómetros de este a oeste y 1.888 kilómetros de norte a sur. Es el mayor Estado archipelágico del mundo y se caracteriza por su vasta extensión de 1.904.569 km², que incluye más de 17 mil islas. Más importante que la superficie terrestre es la marítima, concentrando su Zona Económica Exclusiva (ZEE) más de 6.5 millones de km², lo que le otorga una de las mayores soberanías marítimas del mundo.
Además de esto, Indonesia posee una extensa red de mares, como el mar de Java y el mar de Flores, y cuenta con la segunda línea costera más larga del mundo, superando los 54 mil km. Por sus aguas cruzan las rutas navieras más importantes.
Es también el país más poblado del sudeste asiático, con 284 millones de habitantes, de los cuales 87% son musulmanes, siendo la nación con mayor población islámica en el mundo.
Indonesia es uno de los miembros fundadores de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático ASEAN y por sus características es, sin duda, uno de sus pilares. No es casualidad que la Secretaría del organismo esté en Yakarta.
Pero más allá de esas condiciones, Indonesia surgió del dominio colonial holandés. Sin ese pasado que se originó motivado por el control de las especias en el siglo XVI con un emprendimiento comercial de la mano de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales y que luego mutó al control estatal de la corona de los Países Bajos, esos miles de islas repartidas en un inmenso espacio no habrían constituido un solo estado.
De hecho, es notable, considerando las dificultades de transporte y comunicación, así como la diversidad poblacional y sus culturas, que el país se haya mantenido unido desde su creación al término de la Segunda Guerra Mundial.
Las razones de esa unidad descansan en la temprana adopción y difusión del malayo (bahasa indonesia) como idioma nacional. Su selección respondió a que era ya la lingua franca del comercio y por ser relativamente fácil de aprender respecto de los otros idiomas. Junto con la creación de una comunidad que podía comunicarse en un mismo lenguaje, estuvo desde el inicio el predominio javanés, que todavía constituye el 40% de la población indonesia y en cuya isla estaba la capital colonial (Batavia) que derivó en la capital del nuevo estado (Yakarta). Hasta hoy las élites políticas y militares están compuestas mayoritariamente por javaneses.
Chile e Indonesia comparten en parte la característica de que el Estado ha jugado un rol importante en la creación de la nación, precediéndola, con la diferencia obvia de la inmensa diversidad étnica y cultural en el país asiático.
Quizá por esa misma diversidad y la construcción de una nación, la historia de Indonesia está marcada por el predominio de las dictaduras con dos largos exponentes: Sukarno 1945-1967 y Suharto 1968-1998. Durante esos períodos y especialmente entre ellos, hubo graves episodios de violencia con tendencias centrífugas.
Entre 1965 y 1966 hubo una masacre de más de 500 mil personas en una purga contra los comunistas, lo que incluyó la caída de Sukarno, quien había mostrado simpatías hacia ese sector, pero levantó la resistencia de la población musulmana además en un contexto álgido de Guerra Fría (ASEAN se fundó en 1967, precisamente en respuesta a la amenaza comunista). Esa masacre apuntó también a la minoría china que se consideraba asociada al comunismo.
La caída de Suharto en 1998 fue el resultado de una combinación explosiva de crisis económica, presión social y desgaste político tras más de tres décadas en el poder. Su salida desató desórdenes y enfrentamientos en varios puntos del archipiélago entre etnias y grupos religiosos, también con miles de muertos, hasta que el nivel central logró retomar el control y empezó un proceso de democratización.
A Suharto le sucedió Jusuf Habibie (1998-1999), su vicepresidente, quien asumió el cargo tras su renuncia. Inició reformas democráticas clave, como la liberalización de prensa y la descentralización. Luego estuvo Abdurrahman Wahid (1999-2001), primer presidente elegido democráticamente por el Parlamento. Fue destituido por el mismo Parlamento en medio de acusaciones de corrupción y mala gestión.
Siguió Megawati Sukarnoputri (2001-2004), hija del presidente Sukarno. Fue la primera mujer presidenta de Indonesia. A continuación, fue electo Susilo Bambang Yudhoyono (2004-2014), primer presidente elegido por voto directo, quien inauguró la modalidad de reelegirse. Le sucedió Joko Widodo (2014-2024), exgobernador de Yakarta y primer presidente sin vínculos con la élite militar o política tradicional.
Actualmente gobierna Prabowo Subianto, quien fuera yerno de Suharto y general del ejército indonesio, con una carrera militar marcada por controversias en materia de derechos humanos, especialmente por su papel en Timor Oriental. Fue ministro de Defensa bajo el gobierno de Joko Widodo antes de convertirse en presidente. Fue electo en dupla con el hijo de Widodo como vicepresidente.
Prabowo podría definirse como un nacionalista populista, acostumbrado a mandar sin oposición. Desde que asumió el poder ha procurado cooptar a la oposición sumándola al Gobierno. Esto ha resultado en que 7 de 8 partidos opositores en la Cámara de Diputados se han unido al Gobierno, lo que se ha traducido en un gabinete con más de 100 ministros y viceministros. Junto con ello, y para mantener contentos a los cooptados, el presidente ha acudido a toda clase de prebendas. Aquello, más la falta de fiscalización, han aumentado la corrupción y eso no pasa inadvertido en la población.
La desaceleración económica junto con el encarecimiento de la vida y la percepción de una corrupción desembozada asociada al aumento de las desigualdades ha generado una sensación de malestar en la población lo que, considerando el caso de Suharto, derivó en un estallido que finalmente lo obligó a dimitir.
Lo que movilizó las primeras protestas fue la aprobación de una asignación de vivienda por parte del Parlamento para sus miembros, lo que fue visto como algo indebido y hasta provocador en circunstancias que la mayoría de la población lucha por satisfacer sus necesidades básicas. En ese contexto, la policía que reprimía a los manifestantes frente al Congreso atropelló accidentalmente a un joven repartidor que pasaba por el lugar y que era el único sostén de su familia. Esa fue la chispa que transformó las protestas en disturbios a nivel nacional y las turbas salieron a destruir y saquear bienes públicos y privados, incluyendo la casa del ministro de Hacienda.
Esta situación se ha visto agravada por el populismo de Prabowo, quien ha impulsado políticas aparentemente beneficiosas para la población, como la ampliación de la alimentación gratuita en los colegios, pero que ha significado recortes en infraestructura y áreas como la salud y educación. Estas iniciativas han ampliado también el déficit fiscal, sin lograr que la mayoría sienta que mejora su situación.
El sistema democrático también se ha debilitado. Widodo en su segundo período dio pasos hacia una concentración del poder. Un reflejo de eso fue la elección de su hijo Gibran Rakabuming Raka como vicepresidente de Prabowo, a pesar de que la Constitución dispone que para ser candidato a la presidencia y vicepresidencia se debe tener 40 años y Gibran tenía 37 años al momento de la elección.
Para tranquilizar a los manifestantes, Prabowo dejó sin efecto la asignación parlamentaria, pero no está claro si esto será suficiente y hay un gran riesgo de que las cosas empeoren si el Gobierno acude a la represión y si en el corto plazo los indonesios no perciben señales de enmienda al sistema político, el que ven avanzando hacia la concentración del poder en manos de unos pocos. Al conjunto hay que sumar la necesidad de implementar medidas económicas que se traduzcan en una mejoría de las condiciones de vida.
Prabowo enfrenta un contexto delicado y por sus características e historia personal podría verse inclinado a atizar el fuego recién iniciado en el país y eso es preocupante, tanto por las condiciones sociales como por lo que ha sido su experiencia histórica. Habrá que seguir con atención la evolución de los acontecimientos y esperar que el principal Estado del sudeste asiático logre sortear este complejo momento y retomar el rumbo democrático junto con la senda de un mayor dinamismo económico.