Carta El Líbero, 23.11.2024 Gloria Cid Carreño, embajadora de Chile en Corea del Sur
Esta semana Estados Unidos autorizó a Ucrania el lanzamiento de misiles de largo alcance en su guerra con Rusia. Esto es una escalada más en el conflicto, el que no pasa desapercibido para los aliados occidentales de Estados Unidos; asimismo, puede elevar la confrontación a alturas impensables, porque en Alemania hay misiles Tomahawk desplegados.
El 27 de septiembre Finlandia anunció la instalación de una base militar de la OTAN a menos de 200 kilómetros de su frontera con Rusia, con el objetivo -según un comunicado de la cancillería finlandesa- de enviar una señal a su vecino del Este. Esto es lo más cerca que la OTAN ha llegado hacia el Este tras el ingreso de Finlandia, momento en el cual Rusia movió tropas a su frontera en común.
En el aniversario 75 de la OTAN, en abril del presente, entre las conclusiones estuvo el incremento de la autodefensa europea y la revisión de aportes financieros de cada país -punto de tope para el apoyo de Estados Unidos a la alianza militar durante el gobierno de Donald Trump-, así como la posibilidad de futuros movimientos de Rusia hacia el Norte, pues algunos analistas temen que Suecia podría correr la suerte de Ucrania. Entonces, la comisionada europea señalaba “sentir los vientos de guerra en Europa”.
El temor más grande continúa siendo el desarrollo de armamento nuclear ruso, luego de aliarse con China y Corea del Norte, lo cual ya está sucediendo con el envío de tropas coreanas a Rusia. El reciente triunfo de Trump podría generar una revisión de las proyecciones de la OTAN y la membresía de Estados Unidos en la organización. La razón es que, durante su presidencia, Trump cuestionó fuertemente la participación estadounidense en dicha entidad; a la vez, gran parte de su regreso a la Casa Blanca se debió a sus promesas de terminar con la guerra en Ucrania y de no participar más en conflictos bélicos.