Sirviendo a Chile… con los hijos a la deriva

Columna
BiobioChile, 11.10.2025
Samuel Fernández Illanes, abogado (PUC), embajador ® y académico (U. Central)

La función diplomática es poco conocida. Prima la caricatura antigua, y se cree que es ejercida por personas frívolas que hablan educadamente de intrascendencias, y con una copa en la mano. Pudo haber sido así en el pasado, aunque muchos conflictos fueron evitados y se obtuvieron alianzas beneficiosas. Como se ejerce de manera reservada, se atiende más a su aspecto formal y no a su necesidad. O no se quiere considerar.

Una contradicción, pues año a año postulan más de mil interesados en un muy estricto concurso de ingreso a la Academia Diplomática, con exigentes exámenes sobre varias disciplinas competitivas. Solo ingresan alrededor de unos quince en promedio. Formarán parte del Servicio Exterior y, paso a paso, ascendiendo en el escalafón, servirán en otros países: cinco años afuera, regresando dos al país.

La vida diplomática y sus exigencias
Afuera se debe vivir adecuadamente y de manera digna si se representa a Chile en un medio que no es el suyo. Se requiere poseer conocimientos, hablar otro idioma, respetar costumbres y creencias totalmente ajenas. Le acompaña su cónyuge, pareja o hijos, que no han elegido la profesión, pero constituyen su entorno indispensable.

Hay oportunidades, aunque no siempre es como se cree: en países coincidentes y acogedores, pero también distantes y hasta hostiles. Se requiere larga preparación para no hacer el ridículo o cometer errores que comprometerán lo instruido por la autoridad. La experiencia es vital. Las improvisaciones se estrellan con la práctica.

Si existen problemas en su entorno, difícilmente el funcionario podrá tener éxito o desempeñarse como corresponde. Es aquí donde la educación de los hijos resulta esencial. Se inician y desarrollan desde su juventud, teniendo la posibilidad de adquirir conocimientos muy variados en colegios, academias o universidades de la ciudad que habitan. A lo que tienen derecho, como todos.

Vivir en el exterior es muy costoso, cualquier viajero lo puede constatar. Arrendar una vivienda, tener un transporte propio y dar educación a los hijos no es ningún privilegio, es un derecho, y en un nivel adecuado para un representante oficial del país. No se puede vivir en cualquier lugar, ni de cualquier manera. Su labor se vería condicionada o sería motivo de desprecio.

Asignación escolar para hijos de diplomáticos: una necesidad, no un privilegio
No se ganan grandes sumas de dinero, nada más irreal. Hay un sueldo base correspondiente al grado profesional y en moneda extranjera. Los pesos no se consideran ni circulan. Está adicionada por un costo de vida que sigue el padrón aplicado por los organismos internacionales, respaldados por estudios.

El beneficio escolar lo reciben los funcionarios de los organismos internacionales, con cargo a su presupuesto. Se vive decorosamente, con arriendos muy altos para un hogar apropiado y con los efectos personales necesarios. El flete se paga cuando se destina, traslada o regresa al país. No hay aportes adicionales.

Resulta indispensable esa ayuda escolar para obtener establecimientos difíciles de conseguir, pagar cuotas de incorporación y colegiaturas generalmente a destiempo —y siempre caras— para una educación indispensable, en alumnos que serán extranjeros por un tiempo determinado, sin raíces ni contactos.

No se pretende que los hijos, sin sus padres, se queden en Chile y deban mantenerse dos casas. Sería una discriminación injusta. Tampoco colocarlos en cualquier escuela, con una educación que no merecen. La asignación debiera ser reconsiderada.

La asignación debiera ser reconsiderada
Desde el 2026, los funcionarios del Servicio Exterior Nacional destinados a otros países dejarán de percibir la asignación escolar que hasta ahora recibían para la educación de sus hijos. Un derecho adquirido en 1997, y ahora no contemplado en el presupuesto del Ministerio de Relaciones Exteriores por estrechez económica. La Asociación de Diplomáticos de Carrera (ADICA), excancilleres y parlamentarios, cuestionan la medida.

El beneficio escolar lo reciben los funcionarios de los organismos internacionales, con cargo a su presupuesto. Se vive decorosamente, con arriendos muy altos para un hogar apropiado y con los efectos personales necesarios. El flete se paga cuando se destina, traslada o regresa al país. No hay aportes adicionales.

Resulta indispensable esa ayuda escolar para obtener establecimientos difíciles de conseguir, pagar cuotas de incorporación y colegiaturas generalmente a destiempo —y siempre caras— para una educación indispensable, en alumnos que serán extranjeros por un tiempo determinado, sin raíces ni contactos.

No se pretende que los hijos, sin sus padres, se queden en Chile y deban mantenerse dos casas. Sería una discriminación injusta. Tampoco colocarlos en cualquier escuela, con una educación que no merecen. La asignación debiera ser reconsiderada.

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