Yo también me preocuparía

Columna
El Periódico, 26.05.2025
Jorge Dezcallar de Mazarredo, Embajador de España
  • Donald Trump está perdiendo interés en Ucrania, a medida que sus esfuerzos de pacificación no llegan a ninguna parte, mientras circunvala a Israel en Oriente Próximo

Porque Trump se cansa pronto, no parece capaz de mantener la atención durante mucho tiempo o, mejor aún, se impacienta cuando las cosas no salen rápidamente como él quiere. La guerra de Ucrania ilustra perfectamente esta actitud. Durante la campaña electoral culpó a Biden de la guerra (también dijo que la había comenzado Zelenski) y afirmó que él la terminaría en 24 horas, antes incluso de su toma de posesión como presidente. Cinco meses más tarde ya no lo dice, se ha dado cuenta de que no es fácil y de que puede doblarle el brazo al ucraniano, como hizo en un bochornoso espectáculo en el Salón Oval, pero que Vladimir Putin no se deja, como demuestran los escasos resultados de su conversación telefónica de esta semana.

Trump no habla ya de resolver el conflicto en un pispás sino que parece pensar en dejarlo en manos de los contendientes para que sean ellos los que encuentren una solución: «Es un asunto europeo y debería seguir siéndolo», acaba de decir. Incluso ha insinuado que el Vaticano podría encargarse de facilitar esos contactos.

Donald sigue sin querer culpar a su amigo Vladímir de nada y tampoco de iniciar la guerra con una invasión que viola tanto sus tratados previos con Ucrania (1991, 1994 y 1997) como también los principios básicos de la seguridad europea, a comenzar por el Acta Final de Helsinki de 1972. Todos. Y tampoco le critica por no aceptar la tregua incondicional e inmediata que pide Zelenski con el respaldo de sus aliados europeos.

El Kremlin solo estaría dispuesto a tratar con Kiev de los términos sobre los que luego se podría avanzar hacia un potencial acuerdo de paz, si antes Ucrania acepta sus condiciones sintetizadas en la frase de tratar «las raíces» del conflicto: echar a Zelenski; que Ucrania renuncie a la OTAN; limitar el tamaño de sus Fuerzas Armadas; que abandone Crimea y las cinco provincias que Moscú solo ha logrado ocupar parcialmente; que declare el ruso lengua oficial y otras fruslerías por el estilo.

Y mientras los europeos denuncian esta actitud e imponen el decimoséptimo paquete de sanciones, Trump empieza a mirar para otro lado como si el asunto ya no fuera con él, para que nadie le pueda vincular con el fracaso. Salvo que repentinamente recobre el interés y se ponga de acuerdo con Putin por encima de Ucrania. Si yo fuera ucraniano no lo excluiría y estaría muy preocupado.

El líder estadounidense también parece que se está cansando de Netanyahu y sin abandonarle, porque en EEUU eso sería inconcebible, empieza a tontear con Mohamed bin Salmán de Arabia Saudí como potencial futuro socio preferido en Oriente Próximo. Al fin y al cabo, es allí (y en Emiratos Árabes Unidos y Qatar) donde está de verdad el dinero, como ha quedado demostrado en la gira que acaba de hacer por estos países y de los que ha regresado cargado de contratos y de inversiones tanto para su país como para su familia, que es algo que en Europa nos escandaliza, pero que no parece molestar demasiado al otro lado del Atlántico. Lo que se dice una ética diferente.

Y resulta que la política de Netanyahu puede ser una complicación para el desarrollo de sus proyectos de hacer dinero y normalizar relaciones entre Riad y Jerusalén, que exige una solución para los palestinos que no sea su expulsión o su exterminio. Por eso Trump no ha incluido a Israel en la gira donde ha negociado importantes contratos de armas que, a medio plazo, pueden hacerle perder su actual supremacía militar; negocia un acuerdo nuclear con Irán en contra de los deseos de Netanyahu de bombardear y acabar de una vez con el régimen de los ayatolás; ha recibido al líder sirio, Ahmed al Sharaa, y ha levantado el régimen de sanciones que asfixia desde hace años a su país cuando Israel prefiere una Siria débil; y de nuevo sin preguntar antes a Jerusalén ha llegado a un acuerdo con los hutís de Yemen (que acaban de lanzar un misil sobre el aeropuerto de Ben Gurión) por el que renuncia a bombardearlos a cambio de que ellos no ataquen a buques norteamericanos en el mar Rojo. Y por si fuera poco, también ha hablado con Hamás para liberar al único rehén norteamericano que quedaba en sus manos, mientras Israel no logra liberar a los suyos. Son solo indicios, pero si yo fuera israelí me preocuparía mucho.

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