Columna El Mercurio, 31.07.2021 Arno Wicki, embajador de Suiza en Chile
Conmemorando mañana sus 730 años de existencia, la Confederación Suiza ha vivido altos y bajos a través de su historia, pero en general ha gozado de mucha estabilidad. En el actual contexto del proceso constitucional de Chile, me preguntan regularmente cuál es la “receta política” de Suiza. Obviamente, no hay “formulas mágicas”, y como en cada país, existen desacuerdos y debates políticos sin fin.
Sin embargo, un elemento clave para explicar la estabilidad política y la buena convivencia entre las distintas culturas de Suiza es la cercana relación entre el individuo y el Estado. En las últimas estadísticas de la OCDE, Suiza encabeza los sondeos de confianza que la ciudadanía deposita en sus gobiernos. La pregunta es “¿por qué?”.
Primero, por el sistema federal y el rol clave de los municipios y cantones (equivalentes a las regiones en Chile). Suiza se construyó de abajo hacia arriba y surgió de la unión de cantones que delegan parte de su poder al Estado federal. De este modo, las autoridades locales poseen muchas competencias y manejan sus propios recursos. Cerca de un tercio de los impuestos directos se recaudan y se invierten a nivel comunal, principalmente en escuelas, ayuda social y obras públicas. La ciudadanía exige servicios de calidad y un uso prudente de los recursos; valora la libertad individual y el emprendimiento y vigila las decisiones de las autoridades nacionales con un ojo crítico.
Un segundo punto importante es la participación e identificación de los ciudadanos con los asuntos públicos. En Suiza, la participación ciudadana en la toma de decisiones es fundamental para el ejercicio democrático. Efectivamente, al iniciar el proceso legislativo, cada ley se consulta con las partes involucradas para garantizar su validez y continuidad. Además, los suizos votan en promedio sobre una decena de asuntos políticos al año a nivel federal y muchos otros temas a nivel cantonal y comunal, lo que aumenta la legitimidad de la acción del Estado. Junto al poder de decisión de los ciudadanos, crece también la identificación con el entorno y los esfuerzos para cuidar el bien común.
Tercero, la igualdad de oportunidades es fundamental. Más allá de la igualdad ante la ley, el factor esencial es el acceso a la educación y el consiguiente paso al mercado laboral. Por lo tanto, el Estado y las empresas invierten grandes recursos en ofrecer una educación de calidad, especialmente en lo que respecta a la capacitación técnico-profesional, que brinda mejores empleos a los jóvenes. La igualdad de oportunidades –no importan los orígenes, el idioma o el color de piel– es al mismo tiempo la evidencia del respeto. A cambio, se les puede exigir responsabilidad ciudadana, como el pago de impuestos, y la excelencia en el trabajo.
Finalmente, la cultural política es también relevante. El principio de la “nación de voluntad” y la importancia de buscar acuerdos políticos son pilares importantes del sistema político suizo. Con sus cuatro regiones lingüísticas (alemán, francés, italiano y romanche) y sus distintas confesiones religiosas, Suiza se sustenta ante todo en la voluntad política de conformar una sola nación. Convivir con diferentes culturas genera tolerancia, y eso es algo que enorgullece a los suizos. La Constitución suiza se redactó con el objetivo de crear incentivos a la cooperación y de evitar que el poder se concentre en manos de unos pocos. La obligación sistémica de buscar acuerdos políticos puede inhibir reformas, pero muchas veces permite generar políticas pragmáticas con extenso apoyo.
En conclusión, estos factores contribuyen a generar una alta confianza de la ciudadanía en el Estado y limitan la percepción de que el sector público es una entidad ajena. Como en otros ámbitos, la confianza se gana y no puede darse por sentada, tampoco en Suiza. Actualmente, la pandemia y las subsecuentes medidas políticas han tensionado las relaciones entre autoridades y ciudadanos, pero soy optimista y confío en que saldremos de este exigente período más fortalecidos y más unidos, como los países democráticos y libres que somos.